La incredulidad reina aún en las calles de la capital cubana. El desvío del temible huracán Iván por el canal de Yucatán cuando era esperado en algún punto del occidente de esta isla caribeña provoca reacciones de las más diversas.
Milagro para unos, demasiada suerte para otros y, sobre todo, la certeza de haber escapado del desastre incalculable que hubiera causado Iván si llegaba a transitar cerca de La Habana, donde viven más de 2,2 millones de los 11,2 millones de cubanos.
Ni quiero imaginarme qué hubiera pasado, dijo Idalmis Rodríguez, una ingeniera de 37 años que decidió asegurar bien las ventanas y puertas de su apartamento e irse por unos días, con su hijo y el perro, a casa de sus padres.
Otra era la realidad en Pinar del Río, a más de 100 kilómetros de La Habana, donde los daños están aún por calcularse.
La incertidumbre reina además alrededor de la situación del cabo de San Antonio, el extremo más occidental de Cuba y que es la zona que estuvo más cercana al ojo de Iván. Hasta la mañana de este miércoles nadie había podido llegar hasta allí.
La persistencia de fuertes vientos y grandes olas hacía imposible llegar por mar o aire y el acceso por tierra llevará su tiempo.
Sólo cuando se llegue allí se podrá saber, comentó el director del Departamento de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba, José Rubiera.
Para conocer exactamente lo que sucedió en la parte más occidental del país, Rubiera confía en poder encontrar algunos de los instrumentos que dejaron funcionando los especialistas de la estación meteorológica local al ser evacuados.
El centro del huracán Iván no llegó a tocar territorio cubano, pero la isla igual sufrió el embate de los vientos que se estima alcanzaron a más de 200 kilómetros por hora en algún momento, con ráfagas de más de 260 kilómetros.
Por su intensidad, Iván ocupa el quinto lugar en los huracanes que han azotado la región del mar Caribe desde que existen registros, aseguró Rubiera. En el caso de Cuba, es considerado el peor en el último medio siglo.
Los daños en el cabo San Antonio y en toda la península de Guanahacabibes, declarada en 1987 Reserva de la Biosfera por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, todavía se desconocen, pero deben ser considerables, según Lázaro Márquez, especialista de la gubernamental Unidad Provincial de Medio Ambiente.
Más al este del país, pueden verse carreteras totalmente levantadas por la fuerza de los vientos, postes de la electricidad en el suelo, árboles arrancados de raíz, casas destruidas, cultivos arrasados y poblados pesqueros cubiertos por el mar.
En la Isla de la Juventud, al sur de La Habana, las lluvias provocaron graves inundaciones y los vientos afectaron parte importante de la cosecha de cítricos, principal renglón exportable de ese municipio.
Todavía es prematuro conocer daños y pérdidas, dijo el teniente coronel Luis Angel Macareño, especialista del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, al hablan en un programa de televisión sobre el paso de Iván y el inicio de la recuperación.
Macareño recalcó que, aunque los daños sean millonarios, lo más importante es que el país no tuvo que lamentar la pérdida de vidas humanas.
Según esa fuente, casi 1,9 millones personas fueron evacuadas en la región occidental de Cuba y también en poblaciones costeras del sur de la isla vulnerables a las penetraciones del mar. Del total, 78 por ciento fueron acogidos por amigos y familiares.
Para esta oportunidad funcionaron 1.725 centros de elaboración de alimentos y 2.492 albergues para atender a los evacuados. Más de 8.000 turistas fueron trasladados a instalaciones seguras y 359.644 estudiantes becados en escuelas en el campo debieron regresar a sus hogares.
En Pinar del Río fueron evacuadas localidades enteras. Las casas quedaron totalmente vacías, las pertenencias fueron llevadas a lugares seguros, y los lugares se mantuvieron bajo la vigilancia de unidades de la policía y algún representante de la población.
Mejor precaver que lamentar, es la máxima del sistema cubano de defensa civil. Esta estrategia fue considerada un modelo para otros países de la región por Salvano Briceño, director de la Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres de Naciones Unidas.
Entre 1996 y 2004, Cuba soportó el paso de ocho huracanes que provocaron grandes perjuicios a la economía nacional y dañaron más de 262.000 viviendas. En esas ocasiones, se evacuaron a más de cuatro millones de personas y se reportaron 20 fallecidos.
Hasta este martes se conocía que el paso del huracán Iván había provocado 69 muertes en seis países del Caribe, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La mayor cantidad de víctimas se concentraron en Granada (37) y Jamaica (19).
Cuba es un ejemplo de que la vulnerabilidad de la gente puede reducirse efectivamente con medidas de bajo costo y con firmeza de voluntad, dijo Briceño, quien estimó que la principal razón del éxito está en la educación de la población.
El sistema cubano incluye información sistemática sobre qué hacer ante la aparición de una tormenta tropical, un esquema con diversas fases (informativa, alerta y alarma) y medidas precisas para preservas los recursos económicos y las vidas humanas.
Estas medidas deben complementarse ahora con la construcción de viviendas e instalaciones que reúnan condiciones técnicas más resistentes al azote de huracanes, indicó el lunes pasado el propio presidente cubano Fidel Castro.