El presidente venezolano Hugo Chávez triunfó en el referendo sobre su mandato porque transformó la lucha electoral en una campaña de calado militar, con unidad de mando, de mensaje y de líder, y porque cabalgó con éxito sobre la fractura social que se reveló en Venezuela al menos 15 años atrás.
Chávez, sometido a una consulta que pudo revocarle el mandato que ahora concluirá en enero de 2007, obtuvo según resultados preliminares del poder electoral, casi seis de los diez millones de votos emitidos (58 por ciento), contra alrededor de cuatro millones que alcanzaron sus opositores (42 por ciento, según las proyecciones).
Cuando por primera vez obtuvo la presidencia, en diciembre de 1998, Chávez reunió 3.673.000 sufragios, 56,2 por ciento de los votos válidos. Cuando se impuso en una nueva elección, en julio de 2000, obtuvo 3.757.000 papeletas, 59,8 por ciento de los sufragios.
La convocatoria a una asamblea constituyente en abril de 1999 fue aprobada por 3,6 millones de electores, y la aprobación del texto constitucional, en diciembre de ese año, obtuvo 3,3 millones de votos.
Los códigos con los que la población ha respondido a las elecciones venezolanas desde 1998 han sido los mismos para un sector de la sociedad que se identifica con un cambio radical, dijo a IPS Germán Campos, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Central, de Caracas. Ha sido en el fondo repetir la misma elección, apuntó.
Se trata de una matriz de ruptura con el pasado y búsqueda de alternativas, que viene desde el caracazo, agregó Campos, en alusión a la semana de desórdenes y saqueos que en febrero de 1989 siguieron a la aplicación de un paquete de medidas de ajuste neoliberal y que dejaron medio millar de muertos y centenares de heridos.
En 1992, se produjeron dos alzamientos militares, uno de ellos encabezado por Chávez y que tuvo respaldo popular durante muchos meses, según las encuestas.
En los comicios de 1993 ganó la presidencia de Venezuela por segunda vez Rafael Caldera, tras romper con el partido socialcristiano Copei que fundó y en cuya representación gobernó de 1969 a 1974, presentándose ahora como candidato extrapartidario.
El Instituto de Estudios Superiores de Administración indica que Venezuela experimenta desde 1978 una continua caída de la inversión privada y del salario real, hasta llevar a una situación tal que hizo hoy que 56 por ciento de los hogares del país vivan en la pobreza, según el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Católica Andrés Bello.
Chávez ha sostenido un discurso de identidad con las mayorías. Cuando habla en público, casi a diario, cuenta su vida como muchacho pobre, la de su familia y su terruño en la llanura, y su paso por los cuarteles (fue teniente coronel), todo lo cual se magnifica en su programa dominical de radio y televisión Aló presidente.
Es un líder extraordinariamente bueno para comunicarse, con dotes excepcionales para conectarse con su audiencia, comentó a IPS Luis León, director de la encuestadora Datanálsis y quien ha estudiado el caso Chávez desde 1997.
La gestión concreta de Chávez por las mayorías pobres no se diferenció sustancialmente a la de gobiernos anteriores durante los primeros años de su mandato, salvo por dedicar unidades militares a labores asistenciales.
Pero desde el año pasado, cuando empezó a dibujarse en el horizonte una salida electoral a la crisis de gobernabilidad en Venezuela, el gobierno lanzó una serie de programas sociales, al margen de las estructuras tradicionales del Estado, dirigidos a la población de menores recursos y más excluidos del sistema social.
Ahí surgieron los programas Mercal, de expendio de alimentos subsidiados, Máxima protección, con la instalación de comedores comunitarios, Robinson, que es la alfabetización de más de un millón de adultos, Ribas, para ayudar a completar estudios secundarios, y Universidad Bolivariana, creando cupo para centenares de miles de bachilleres en la educación superior.
Entre las más destacas se encuentra la misión Barrio Adentro, que desplegó más de 10.000 médicos cubanos para prestar servicios ambulatorios de salud en barriadas populares.
Todas esas misiones recibieron una inyección adicional de recursos en los últimos meses, recursos facilitados por los crecientes ingresos producidos por los altos precios del petróleo en el mercado mundial.
Los planes sociales obraron un cambio en la percepción de Chávez, según las encuestas, que advirtieron simpatía hacia esos programas en al menos uno de cada tres opositores.
Por ello, cuando Chávez lanzó su campaña el pasado junio, la inscribió en esa línea de éxitos y la bautizó misión Florentino, un acierto publicitario al apelar a una figura del folclore nacional, como es la leyenda del combate a base de coplas, propio de la llanura, entre el cantautor Florentino y el Diablo (para Chávez, la oposición).
Las misiones tocaron a millones de personas, con algún tipo de beneficio material, pero como intangible quedó la percepción de que Chávez en efecto se ocupa del conjunto de necesidades de los pobres.
Oscar Schémel, director de la encuestadora Hinterlaces, que combinó sondeos de intención de voto con focus groups (grupos de conversación), dijo a IPS que en todos esos estudios encontramos una necesidad muy intensa de afecto y de identificación con un líder 'que sea de los nuestros', que no sólo represente sino que comprenda.
Puestos en campaña el oficialismo y la oposición, esta última se quedó engatillada y repitió el esquema empleado durante más de dos años, con multiplicidad de portavoces y de denuncias por parte de los muchos dirigentes de la coalición Coordinadora Democrática, que reúne a unos 20 partidos políticos y unas 40 asociaciones civiles.
Los dirigentes pedían el Sí, para revocar el mandato de Chávez, pero demoraron la elaboración de un programa o propuesta alternativa, de la que prácticamente no hicieron difusión alguna.
En cambio, los partidarios del gobierno desarrollaron una estrategia comunicacional agresiva, intensa y rica, con la ventaja de que el mensaje fue uno solo, señaló León.
La campaña del No revocar al mandatario prácticamente cubrió con sus afiches rojos todas las calles del país, con un despliegue de recursos que deberá justificar ante el poder electoral.
La mayoría de las encuestas hechas en el país desde fines de 2001 hasta mayo de 2004 mostraron una intención de voto contraria a Chávez, en cualquier tipo de elección que se presentase en el país, y algunas veces en proporción de dos a uno, pero empezaron a cambiar desde junio.
La campaña iniciada ese mes achicó el campo de los indecisos, también llamados aquí ni-ni, que en el fondo eran mayoritariamente chavistas, según una de las hipótesis de León.
Se creó en las últimas semanas una sensación de victoria por el No contra la cual la oposición sólo alcanzó a erigir una suerte de teoría de voto oculto, según los consultados, por temor, respondían a los encuestadores que votaría por Chávez cuando en realidad lo haría en contra.
También Chávez se benefició del incremento del padrón electoral, que era de 12 millones de votantes en diciembre, cuando la oposición recogió firmas para solicitar formalmente el referendo, y pasó de 14 millones cuando se cerró la inscripción de nuevos sufragantes el último julio.
Muchos nuevos inscritos eran jóvenes que recién habían cumplido 18 años, pero la mayoría fueron personas que no lo habían hecho por carecer de documentos de identidad, o que fueron nacionalizados en los últimos meses, y la mayoría pertenecía a los estratos más pobres de la población, donde el apoyo a Chávez es más fuerte.
La suma de elementos como éstos construyó o afianzó la mayoría por el No, sin que pueda desestimarse la capacidad de Chávez como estratega y conductor —él personalmente dirigió su comando de campaña—, organizando a los activistas de su causa en miles de unidades de batalla electoral, una estructura que desea conservar.
El presidente, quien apela constantemente a la historia venezolana del siglo XIX, dijo que su campaña para ganar el referendo fue una nueva batalla de Santa Inés, en referencia a un combate entre liberales y conservadores durante la llamada Guerra Federal (1859-1863).
En Santa Inés, en las llanuras del sudoeste, el caudillo popular Ezequiel Zamora atrajo al ejército conservador hasta sus posiciones, dispuestas en cuatro líneas que entregó sucesivamente mientras infligía bajas al adversario, y en la última apeló a sus reservas para un contraataque fulminante que liquidó al adversario.
Sin embargo, en vez de liquidación, Chávez y su vicepresidente, José Vicente Rangel, han llamado al diálogo a sus oponentes, aunque la Coordinadora Democrática todavía este martes aparecía renuente a reconocer la claridad de la victoria que, en cambio, avalaron la Organización de Estados Americanos y el estadounidense Centro Carter para la Paz.