Funcionarios de gobierno y analistas de Estados Unidos parecen resignados a dos años y medio más de gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, cuando faltan dos días para el referendo que decidirá la revocación o ratificación de su mandato presidencial hasta enero de 2007.
Observadores de Washington han visto a Chávez subir en las encuestas en las últimas semanas y, ante una oposición acéfala y unida sólo por su desprecio al mandatario, aceptan que lo más probable es que triunfe el mayor admirador del presidente cubano Fidel Castro, si no en el referendo de este domingo, en las elecciones que deberían realizarse 30 días después para elegir a quien completará el período del mandatario, si éste es revocado.
Definitivamente, (Chávez) tiene el viento a favor, aunque a Washington no le guste, admitió un funcionario de la administración de George W. Bush.
De hecho, algunos analistas prefieren una victoria clara de Chávez este domingo a una carrera ajustada, que podría dar lugar a acusaciones de fraude de cualquiera de las dos partes, en especial si los observadores internacionales, la Organización de Estados Americanos (OEA) y del Centro Carter para la Paz, no ofrecen una evaluación clara sobre la justicia y libertad de los comicios.
La posibilidad de un conflicto civil en una de las fuentes extranjeras más importantes y confiables de petróleo, en tiempos en que el precio del crudo alcanza máximos históricos, es una pesadilla que los asesores políticos de Bush quieren evitar a toda costa, cuando faltan menos de tres meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
[related_articles]
Realmente, el gobierno (de Bush) no tiene una buena opción para presionar a Chávez si gana, opinó William LeoGrande, experto en asuntos latinoamericanos de la American University, de Washington.
Lo último que quiere Washington es alejarse de otro gran productor de petróleo. Si Chávez gana, tendrá que apretar los dientes y convivir con él, agregó.
Si el petróleo fluye y los inversores estadounidenses están contentos, esta administración no hará gran cosa, dijo a IPS Michael Shifter, miembro del gabinete de expertos Diálogo Interamericano (Inter-American Dialogue, IAD). Lo que Estados Unidos quiere sobre todo es estabilidad, sostuvo.
El referendo de este domingo marca el tercer intento de una oposición diversa y en general pro-Washington por derrocar a Chávez, elegido por primera vez en diciembre de 1998 en medio de una ola de indignación y rechazo a la corrupción de los dos partidos dominantes en la política venezolana desde la década de 1950.
El primer intento tuvo lugar en abril de 2002, cuando un grupo dominado por empresarios intentó tomar el control del país en un golpe de Estado que se impuso durante dos días y fue reprimido por oficiales leales al gobierno y por manifestaciones de cientos de miles de pobres urbanos, que han sido los más fervientes partidarios de Chávez.
Declaraciones públicas de funcionarios estadounidenses a favor de los golpistas y los antecedentes de respaldo político y financiero de Washington a ciertos grupos opositores que apoyaron el golpe, antes de que éste fracasara, avergonzaron a la administración de Bush y agravaron las ya tensas relaciones con el gobierno de Chávez.
Un segundo intento de derrocamiento tuvo lugar en diciembre de 2002, cuando empresarios, sindicalistas y ejecutivos de la firma estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) lanzaron una prolongada huelga que se arregló sobre la base de un acuerdo entre el gobierno y la oposición para iniciar el proceso de un referendo que pusiera fin a la crisis política, y que finalmente se realizará este domingo.
El acuerdo se logró con la mediación de la OEA y el Centro Carter, cuya evaluación de la limpieza de los comicios podría determinar el estallido o no de actos violentos y la reacción de la propia administración de Bush.
Tras apoyar el golpe de 2002, la administración (de Bush) quedó en evidencia y se vio obligada a retractarse y apostar todo al proceso de la OEA y el Centro Carter, comentó John Walsh, analista de asuntos venezolanos de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), un grupo de derechos humanos.
Si la OEA y el Centro Carter consideran el proceso suficientemente limpio para legitimar el gobierno de Chávez, Estados Unidos se verá muy presionado a adoptar una posición diferente, agregó.
Para ganar, la oposición venezolana no sólo debe obtener más votos por Sí que por No en el referendo, sino más sufragios que los 3,8 millones que Chávez obtuvo en 2000.
Y aun así, la mayoría de los analistas coinciden en que los opositores no cuentan con una figura capaz de derrotar al actual presidente en las elecciones que deberían convocarse en los 30 días posteriores y a las que Chávez podría presentarse.
La oposición no se ha unido en torno a un único candidato ni presentado una plataforma coherente que pueda persuadir a alguien que ha votado por Chávez, dijo Walsh.
El gobierno (de Estados Unidos) tiene poca confianza en la oposición, y francamente, no es un grupo que inspire confianza, opinó Shifter.