El atentado de hace un año contra la delegación de la ONU en Bagdad enfrentó a ese foro con interrogantes desgarradores y fundamentales, respecto de su propia seguridad y la de su personal, que todavía no han encontrado respuestas, como tampoco otros puntos oscuros del episodio.
El secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Kofi Annan, se preguntó cómo puede la institución aumentar la seguridad sin oponer obstáculos indebidos a su tarea y a su eficacia.
La réplica del mismo funcionario admitió la imposibilidad de parapetar la entidad pues nuestra labor se lleva a cabo con las personas. Debemos llegar a ellas y ellas deben poder llegar a nosotros, dijo.
Los familiares de los 22 funcionarios muertos en el ataque suicida con bombas al Hotel Canal, donde funcionaba la oficina de la ONU en la capital iraquí, esperan conocer aún la verdad de lo ocurrido. Pero las averiguaciones de las autoridades de Estados Unidos y de su Oficina Federal de Investigaciones (FBI) no han dado resultados.
Annan ha demandado explicaciones en varias ocasiones a los estadounidenses, que lideran las fuerzas que ocupan Iraq desde marzo de 2003, pero no hay nuevos elementos para compartir con los familiares, dijo Marie Heuzé, directora de la información de la ONU en Ginebra.
En ese escenario, el foro mundial rindió homenaje este jueves en Nueva York, Amman y Ginebra a los funcionarios desaparecidos, entre quienes figuraba el jefe de la misión, el brasileño Sergio Vieira de Mello, por entonces Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En su discurso en la ceremonia central realizada en la sede de Ginebra en presencia de familiares de las víctimas y de sobrevivientes del ataque, Annan dedujo que el atentado de Bagdad puso a la ONU ante el peligro de que nos hayamos convertido en uno de los blancos principales de la violencia política.
En sus casi seis décadas de vida, las bajas en las filas de la ONU se han contado por centenares. Aún después del ataque de Bagdad, otros 17 miembros del personal de mantenimiento de la paz y funcionarios civiles han perdido la vida por actos hostiles.
Sin embargo, la organización ha regresado la semana pasada a Bagdad con un grupo reducido de funcionarios, encabezados por el diplomático paquistaní Ashraf Jehangir Qazi, con la misma función de representante especial del secretario general de la ONU que ostentaba Vieira de Mello hasta su muerte.
El grueso de las operaciones de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Iraq (Manui) se realizan desde las sedes establecidas en Larnaca (Chipre), en Amman y en Kuwait.
Las agencias de la ONU especializadas en cuestiones humanitarias desarrollan sus actividades a través de personal iraquí y de esporádicas y discretas visitas al territorio iraquí de algunos de sus funcionarios.
La misma actitud adoptan los enviados del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en sus operaciones de asistencia a las víctimas del conflicto y en sus visitas a las cárceles donde han comprobado los abusos contra los detenidos iraquíes.
La nueva misión de la ONU a Iraq se guiará por el mismo mandato, la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad de la ONU, que inspiró la fallida operación encabezada por Vieira de Mello.
Con motivo del primer aniversario del atentado, distintas fuentes han revelado las críticas que Vieira de Mello oponía al mandato y al conjunto de la operación militar lanzada por la coalición que encabezan Estados Unidos y Gran Bretaña.
Annick Stevenson, portavoz de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dijo que Vieira de Mello fue enviado a Bagdad, en mayo de 2003, con un mandato chapucero, muy difícil de aplicar.
El propio Vieira de Mello observó la naturaleza especialmente confusa y ambigua del mandato aprobado por el Consejo de Seguridad, que acaba de ser prolongado hace una semana por el término de otro año.
Las referencias de Stevenson figuran en un libro, del que es coautora con George Gordon-Lennox, funcionario retirado de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados y actual activista de Reporteros sin Fronteras.
El libro, Sergio Vieira de Mello, un hombre excepcional, fue lanzado esta semana en Ginebra en sus dos ediciones, en francés e inglés, por Editions du Tricorne.
Los autores sostienen que durante una entrevista sostenida en Washington con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en marzo de 2003, Vieira de Mello le recordó las obligaciones de su país de cumplir con la ley en la guerra contra el terrorismo.
Ninguno de los argumentos y justificaciones del mundo me podrán hacer aceptar la idea de un agujero negro legal en la Bahía de Guantánamo, dijo posteriormente Vieira de Mello en alusión los detenidos sin estatus legal alojados en la cárcel instalada en la base naval estadounidense establecida en la isla de Cuba.
Por otra parte, el libro refiere que Vieira de Mello no quería ir a Iraq y no compartía la idea de la presencia de tropas invasoras en ese país ni tampoco justificaba la guerra desatada por la coalición.
Sergio fue conmovido profundamente y tuvo una reacción visceral cuando vio las tropas extranjeras en las calles de Bagdad. El trataba de imaginarse como se hubiera sentido ante la visión de la misma escena en las calles de su ciudad natal, Río de Janeiro, describió en el mismo libro Jonathan Prentice, asistente ejecutivo de Vieira de Mello.
El propio Annan, en su discurso en la ceremonia de homenaje a las víctimas, se refirió al conflicto como una guerra que sinceramente pensé que podía haberse evitado.