Muy pocos en México oyeron hablar de Gilberto Higuera, el Gilillo, pero cuando se anunció su arresto este lunes, fue presentado como jefe del narcotráfico. Como sus antecesores, será reemplazado con cierta rapidez, sin que su ausencia merme el negocio de las drogas, indican observadores.
El Gilillo es parte de una nueva generación de los patrones del narcotráfico, en la que hay menos ostentación y poderes más acotados. Fue detenido el domingo en el estado norteño de Baja California durante el operativo Trueno, según indicó el procurador general (fiscal), Rafael Macedo, este lunes.
Higuera tenía pendientes cuatro órdenes de detención en México y una quinta con fines de extradición a Estados Unidos por traficar con cocaína y otras drogas. Su fama e importancia, desconocidas para la mayoría de mexicanos, era tal que Washington ofrecía dos millones de dólares a quien informara de su paradero.
El narcotraficante era uno de los sucesores de Ismael Mayo Zambada, detenido a su vez en septiembre del 2002.
Apuesto que muy pocos mexicanos sabían de Higuera, dijo a IPS la investigadora Raquel Paredes, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Paredes explica que el detenido es uno de los nuevos jefes de las drogas, con escasas similitudes con los grandes personajes desafiantes y muchas veces vanidosos que manejaron el narcotráfico hasta los años 90.
Todos aquellos grandes capos están presos o muertos. El señor de los cielos, Amado Carrillo, jefe del cartel de Juárez, murió en 1997 durante una operación para cambiar su identidad. Benjamín Arellano fue detenido en 2002 y permanece en prisión.
Juan García Abrego fue extraditado a Estados Unidos y condenado allí en 1996. Osiel Cárdenas cumple prisión en México desde el año pasado.
Héctor Palma fue detenido en 1995 en su país, donde continúa preso, y Rafael Caro Quintero purga desde 1992 casi 100 años de penitenciaría.
Cientos de arrestos efectuados durante el gobierno de Vicente Fox, incluidos varios jefes, tienen sin embargo un impacto nulo en el contrabando de narcóticos a Estados Unidos, el principal mercado consumidor, reconoció a inicios de este mes John P. Walters, director de la Oficina Nacional para Políticas del Control de Drogas de la Casa Blanca.
Walters lamentó que el combate a las organizaciones criminales no tenga efecto en la reducción del suministro de drogas, en parte porque las bandas mexicanas renuevan muy pronto sus liderazgos.
No hemos visto reducciones sistémicas ni generalizadas en el tráfico de drogas de México hacia Estados Unidos, declaró Walters.
Según Paredes, investigadora en temas de seguridad, estas declaraciones constituyen un reconocimiento de que la guerra contra las drogas es un fracaso y que las batallas serán interminables hasta que caiga su demanda en Estados Unidos o se legalice el uso de algunos estupefacientes.
Pero el gobierno de Fox, como casi todo el resto América Latina, no quiere ni hablar de las propuestas alternativas de despenalizar el consumo de algunas drogas, como estrategia para abatir su tráfico y la violencia que éste conlleva.
Estimaciones oficiales indican que entre 70 y 75 por ciento de la cocaína que llega a Estados Unidos ingresa desde la frontera mexicana y el resto lo hace por las costas del Caribe.
El narcotráfico mueve unos 500.000 millones de dólares por año en el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El procurador mexicano afirmó a inicios de este mes que el gobierno cumplió su tarea al acabar con todas las leyendas del narcotráfico, aunque muchos fueron detenidos antes de 2000.
Lo que sigue en el combate es que los lugares de destino de las drogas hagan esfuerzos para detener su consumo, dijo en clara referencia a Estados Unidos.
Durante la gestión de Fox, iniciada en diciembre de 2000, aumentaron los decomisos de drogas y destrucción de plantíos en forma exponencial, medidas muy aplaudidas por Washington. Además, se mantuvo en 600 el promedio mensual de personas detenidas por narcotráfico.
En la historia reciente nunca ha habido un gobierno que haya atacado a tantas organizaciones importantes de traficantes como el México, reconoció Walters.
Gracias a esa contribución, que aún no ha rendido frutos, en los próximos 12 meses podría caer el flujo de cocaína a Estados Unidos, añadió. Sin embargo, reconoció que esa droga sería reemplazada por el comercio de otras de menor calidad y pureza.
Ahí están los datos, el negocio (del narcotráfico) sigue vivo, por lo que debe cambiarse la estrategia de lucha contra las drogas, insistió la investigadora de la UNAM.
En ausencia de los antiguos líderes del narcotráfico, parte del negocio es dirigido por una suerte de federación integrada por varias organizaciones, según una pesquisa conjunta de la Agencia Federal de Investigaciones local y la agencia antidrogas estadounidense DEA.
Esa federación, que tiene contactos con productores de drogas de América del Sur, se formó para compartir riesgos y disminuir pérdidas, indica la investigación.
Cuando uno de sus líderes muere o es detenido, se lo reemplaza rápidamente, tal como sucederá seguramente con Gilillo, quien este lunes inició una larga estancia en cárceles mexicanas que puede desembocar en su extradición a Estados Unidos, en cumplimiento de tratados bilaterales.