El asesinato a porrazos de seis habitantes de la calle y graves heridas causadas a otros nueve en la ciudad brasileña de Sao Paulo, se convirtieron en una cuestión nacional de derechos humanos, destacando el drama de los sin techo.
Diez personas que dormían en las calles céntricas de la meridional metrópoli fueron agredidas en la madrugada del jueves pasado, cinco de ellas murieron. Entre el viernes y el domingo sufrieron ataques otras cinco víctimas, una de ellas mortal.
Golpes en cabezas y rostros fueron la forma común que adoptaron los ataques, presuntamente a cargo de fanáticos neonazis, como los skinheads (cabezas rapadas, en inglés).
La sorpresiva y letal ofensiva atemorizó a los habitantes de la calle en esta ciudad de más de 10 millones de personas. El flujo a los albergues aumentó 25 por ciento en los últimos días, dijo a IPS Hedwige Knist, coordinadora de la católica Pastoral del Pueblo de las Calles en Sao Paulo.
Además, se registró un desplazamiento de los sin techo desde el centro de la ciudad hacia los barrios más alejados, acotó.
Un censo hecho por la Pastoral en octubre pasado apuntó 10.400 personas sin techo en Sao Paulo, con un aumento respecto de los 8.700 censados en 2000, debido al proceso de pérdidas provocado principalmente por la situación económica, como el desempleo y la desunión familiar, según Knist.
La ciudad ofrece 36 albergues y casas de acogida especiales para más de 6.000 personas, lo cual representa un déficit de cerca de 4.000, estima la Pastoral. Durante el invierno y en períodos de emergencia, estos refugios pueden ampliar su capacidad en 20 por ciento.
Pero muchos habitantes de la calle se niegan a dormir en albergues, en gran parte porque no aceptar sus reglas rígidas, como horarios de entrada, de comida y de acostarse. Otros ya tienen raíces en las calles, son alcohólicos o aún mantienen vínculos con sus familias, explicó Knist.
Poco más de 400 de esas personas son recogidas por el servicio de asistencia, pero unos 50 se niegan a permanecer en los refugios ofrecidos por la alcaldía, reveló.
Los albergues tampoco pueden ser una residencia permanente, uno puede pernoctar allí hasta seis meses, o poco más, según los casos. Quienes se alojan, reciben orientaciones educativas para su reinserción social y familiar, a cargo de varias instituciones en convenio con el gobierno municipal.
Los asesinatos ponen otra vez sobre la mesa la urgencia de definir y profundizar políticas públicas dirigidas a esa población que revela de forma más aguda las llagas sociales del país, sostuvo la coordinadora de la Pastoral, quien lleva ocho años en la institución.
Para buena parte de los sin techo, salir de la calle es cuestión de trabajo, vivienda, salud, capacitación, es decir su reintegración no depende sólo de la asistencia social, sino de condiciones que ofrezca el municipio, observó.
Otros, que viven de hecho en las calles y no aceptan atención de la red de servicios, padecen de problemas más serios de salud mental y alcoholismo, para los cuales hay que mejorar o ampliar la red de protección social, argumentó.
La masacre de Sao Paulo conmovió el país, movilizando a la Secretaría Nacional de Derechos Humanos, que destinó a su oidor general (ombudsman), Pedro Montenegro, a acompañar las investigaciones policiales en Sao Paulo.
Está claro que se trata de un crimen de un grupo organizado, lo que exige mayor protección social a los habitantes de la calle, porque no es una acción aislada, comentó Montenegro, refiriéndose a los frecuentes atentados y homicidios similares.
Uno de esos crímenes de gran repercusión se cometió en 1997, cuando un grupo de jóvenes mató al indígena Galdino Jesus dos Santos, echándole gasolina y prendiéndole fuego en Brasilia, donde se encontraba en misión de su grupo Pataxó, del lejano y nororiental estado de Bahía.
En esa noche fatídica, Dos Santos durmió en la calle porque ya era demasiado tarde para volver a la casa de acogida de los indígenas.
Son muchos los casos de asesinatos de mendigos en las calles de las ciudades brasileñas, pero casi siempre aislados e intermitentes. La masacre de Sao Paulo tuvo mayor impacto por la cantidad de víctimas en pocos días, en atentados claramente planificados en una suerte de limpieza social.
En la meridional Porto Alegre existe temor de que grupos de fanáticos repitan atentados, inspirados por los de Sao Paulo, dijo a IPS Clarina Glock, periodista que coordina la publicación de un periódico hecho por residentes de la calle, Boca de rua (Boca de la calle).
En esa ciudad del sur del país no existen los grupos tradicionales de Sao Paulo, que discriminan y atacan a los procedentes del Nordeste, la región que es fuente de la mayor migración interna de Brasil.
Pero sí hay grupos de skinheads, y la demora en identificar a los criminales de Sao Paulo puede estimular ataques similares en otras partes, sostuvo Glock.