Unos 80 activistas de la organización ecologista Greenpeace de Argentina se enterraron este lunes en una montaña de basura junto al Obelisco, monumento característico del centro de Buenos Aires, para reclamar un cambio en la gestión de los residuos sólidos de esta ciudad.
La basura nos enferma rezaba el cartel que desplegó la organización junto a la montaña de residuos llevados hasta el Obelisco para la protesta. Entre los desperdicios asomaban 80 cabezas de activistas para protestar contra la práctica de enterrar residuos.
Los desechos sólidos de la ciudad de Buenos Aires, unas 5.000 toneladas diarias, se depositan en espacios bajo tierra en los alrededores de la capital, sin una clasificación previa entre basura orgánica e inorgánica, que permita reciclar materiales como plásticos, cartón, vidrios o metales.
Aunque en los últimos cinco años -debido a la crisis económica— se multiplicó la cantidad de recolectores informales de estos residuos, que los rescatan de las mismas bolsas de basura para venderlos, el gobierno local sigue confiando la recolección a empresas privadas a las que paga por tonelada transportada hasta el relleno sanitario.
Los llamados cartoneros recogen una cantidad de residuos sólidos no mayor a cinco por ciento del total, anticipándose a los recolectores privados que recorren las calles en camiones durante la noche.
La organización ecologista asegura que un aprovechamiento productivo de la basura permitiría reducir a la mitad, en cinco años, el volumen de desperdicios, y en 75 por ciento para 2015. En 2020 se llegaría a la meta de basura cero, arriesgó a IPS la activista Verónica Odriozola, de Greenpeace.
La cooperativa Nuevo Rumbo, de recolectores informales del distrito bonaerense de Lomas de Zamora, al sur de la capital, insiste en la urgencia de reciclar la basura capitalina, no sólo por razones ambientales sino por la necesidad social de generar empleos.
Pepe Córdoba, uno de los fundadores de la cooperativa, explicó a IPS que en Lomas de Zamora, de 800.000 habitantes, Nuevo Rumbo tiene un depósito para la compra, clasificación y prensado de 60 materiales que se reciclan y se venden a particulares o a la industria.
La cooperativa paga a los cartoneros hasta 100 por ciento más que los acopiadores privados y genera empleos en dos depósitos propios. En Buenos Aires se podría hacer algo así, sería muy fácil, el problema es que ahí el Estado paga una fortuna para no reciclar, opinó Córdoba.
La protesta de Greenpeace se realizó en vísperas del cierre del plazo para adquirir los pliegos de condiciones de una licitación para la construcción de un nuevo relleno sanitario a 150 kilómetros de Buenos Aires. Hasta el viernes, ninguna empresa se había mostrado interesada.
Odriozola subrayó el derroche de recursos naturales que está implícito en el sistema de los rellenos de la basura, y su impacto negativo para la salud humana, el agua, el suelo y el aire.
Desde mediados de los años 70, Buenos Aires y la zona metropolitana que rodea a la capital, un área en la que residen más de 11 millones de personas, crearon el CEAMSE (Cinturón Ecológico del Area Metropolitana Sociedad del Estado), entidad pública a la que los recolectores privados deben entregar los residuos para su disposición final.
El CEAMSE tiene cuatro repositorios, de los cuales uno debió cerrar en el último año por quejas de los vecinos. Ante el anuncio de la construcción de un nuevo sitio de relleno, 14 distritos de los alrededores de la capital anticiparon su rechazo.
Odriozola citó estudios epidemiológicos para afirmar que la descomposición de la basura provoca contaminación del suelo, el aire y el agua, y la ubicación de los rellenos está asociada a un aumento de casos de leucemia, cáncer de vejiga y malformaciones congénitas.
El olor nauseabundo cerca de los rellenos se percibe desde largas distancias. No obstante, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y el de la provincia del mismo nombre insisten con este sistema.
Para la ambientalista, el gobierno debería promover una ley de envases que obligue a la industria a fabricar productos con menos envoltorio, bienes más duraderos que generen menos residuos en el origen del proceso, es decir en la producción y el consumo.
Del mismo modo, la entidad considera posible transformar en abono casi la mitad de los residuos orgánicos. En cuanto al resto, debería organizarse un proceso de clasificación para reciclar distintos materiales, como papel, plástico, aluminio y vidrio, entre otros.