El líder histórico de la izquierda uruguaya, general retirado Líber Seregni, murió este sábado, cuando su figura volvía a despertar rechazo de jefes del Ejército por haber encabezado la lucha contra la dictadura (1973-1985), que lo mantuvo casi toda esa época en la cárcel.
Seregni, cofundador de la coalición de izquierda Frente Amplio (FA) en 1971, es velado con honores de ministro de Estado en la sede del Palacio Legislativo, con el homenaje de miles de personas que desfilan junto a parlamentarios y políticos de todos los partidos y personalidades del exterior. Su funeral se realizará este domingo.
Los presidentes Fidel Castro, de Cuba, y Hugo Chávez, de Venezuela, enviaron ofrendas florales al sepelio, dos entre muchas, pese a que el general había dicho a su familia: "No quiero flores".
La muerte le llegó a los 87 años, mientras un acto de reparación militar a su figura ponía de manifiesto las tensiones que subsisten en las Fuerzas Armadas artífices de la dictadura, 19 años después de la recuperación de la democracia.
La decisión del jefe de la División II del Ejército de colocar una fotografía de Seregni en la galería de honor de su sede, por haber sido su comandante, dio pie a una reunión urgente del generalato, al arresto del general jefe de la unidad que dispuso la medida y a comunicados airados de centros de oficiales.
Pero no era más que el inicio de actos similares de reparación a militares "demócratas", que se alejaron como Seregni del servicio activo de las Fuerzas Armadas desde fines de los años 60, cuando éstas desbordaron su misión constitucional combatiendo a la guerrilla izquierdista y reprimiendo a opositores, en una dinámica que acabo en golpe de Estado.
Se rechaza "toda medida que pretenda reivindicar a ex integrantes de las Fuerzas Armadas que con sus actitudes directa o indirectamente contribuyeron en el pasado a producir lamentables fracturas en la familia militar", señala un comunicado del Centro Militar, divulgado el viernes.
El presidente Jorge Batlle, en su calidad de comandante de las Fuerzas Armadas, debió ordenar expresamente el viernes que el retrato de Seregni quedara en su lugar, ante las presiones militares en contrario.
El mandatario contradijo así al jefe del Ejército, Santiago Pomoli, quien había justificado su rechazo aduciendo la "oportunidad" del acto, en plena campaña electoral para los comicios de octubre.
Batlle, además, concurrió con todo su gabinete y los tres comandantes militares al sepelio.
En llamadas a emisoras de radio, comentarios espontáneos en las calles y demás lugares públicos, los uruguayos expresaron su dolor por la muerte de Seregni, sin distingos políticos.
La resistencia a la reparación militar cuando se cumplen 20 años del fin de su encarcelamiento fue repudiada por toda la sociedad, que ve en el general un defensor constante la democracia y de la tolerancia, incluso en tiempos en que éstas no eran valores sociales muy apreciados.
No era fácil ser demócrata e izquierdista en los años 60 y 70, cuando en toda América Latina pulsaban movimientos armados revolucionarios y los gobiernos militares o autoritarios eran moneda corriente, en muchos casos financiados y respaldados por Estados Unidos, en el contexto de una ardiente guerra fría.
Seregni se había retirado del Ejército siendo general en 1969, cuando comandaba la División I del Ejército, por negarse a cumplir órdenes de reprimir manifestaciones callejeras, dictadas por el gobierno derechista de Jorge Pacheco Areco (1967-1972), en medio de una profunda crisis política, social y económica.
Uruguay era un extraño caso de democracia en medio de los regímenes autoritarios de Argentina y Brasil, pero el sistema se deslizaba de modo imparable hacia el golpe de Estado, con una guerrilla en su apogeo, una continua efervescencia sindical y estudiantil y una respuesta represiva que recurría cada vez más a la suspensión de las libertades civiles.
En ese contexto, Seregni fue el primer presidente del FA, creado en 1971. "Somos una fuerza pacífica y pacificadora", fue su expresión favorita en los momentos de mayor violencia política.
La fundación de la coalición, que reunió a distintas corrientes marxistas, socialdemócratas y democristianas y grupos escindidos de los tradicionales partidos Colorado y Nacional, era una experiencia sin antecedentes en América Latina.
Izquierdas de varios países de la región procuraron en muchos casos infructuosamente crear un espacio político común basado en unos objetivos programáticos compartidos, que les permitiera convertirse en opción de gobierno.
"El Frente Amplio no es una simple suma de partidos y de grupos. Es la nueva conciencia que levantará un nuevo Uruguay. Aquí está el pueblo que no ha perdido la fe, ni en sí mismo ni en el destino del país", dijo en su primer discurso ante una concurrencia masiva el 26 de marzo de 1971, en la campaña electoral que llevó a la presidencia a Juan María Bordaberry, del Partido Colorado.
La formación de esa fuerza política, que pretendía canalizar en la arena política los anhelos de justicia y cambio social logró, con Seregni como candidato a la presidencia, alrededor de 18 por ciento de los votos.
Desde entonces, y a pesar de la feroz represión posterior, el FA no dejó de crecer electoralmente. Este año, bajo el nombre de Encuentro Progresista-Frente Amplio, es favorito para ganar las elecciones.
Pero en 1971, la materialización electoral de una izquierda unida no violenta no bastó para transformar el crispado clima del país. Así llegaron la derrota completa de la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros y, el 27 de junio de 1973, el golpe de Estado.
Seregni fue detenido por sus antiguos camaradas de armas entre julio de 1973 y noviembre de 1974. Tras un periodo de libertad provisional volvió a ser encarcelado en 1976, condenado a 14 años de reclusión y degradado. Sólo recuperó la libertad en 1984, cuando la dictadura agonizaba.
Su condición de militar retirado le fue restituida por el parlamento luego de la restauración democrática de 1985.
"Ni una sola palabra negativa, ni una sola consigna negativa. Fuimos, somos y seremos una fuerza constructora, obreros de la construcción de la patria del futuro. Sólo quiero repetirles ahora mi tremenda emoción de este momento", volvió a arengar Seregni, poco después de quedar en libertad el 19 de marzo de 1984.
"Mentiría si no les dijera que en estos largos años cuántas veces soñé con el momento de ser reintegrado a la libertad que me había sido sustraída. Una cosa es soñarlo y otra es vivirlo", recordó desde el balcón de su casa a una muchedumbre, especialmente jóvenes que habían crecido en dictadura.
Había pasado mucho tiempo desde su primer arresto en 1973 por encabezar una multitudinaria manifestación espontánea contra la dictadura conducida en sus primeros años por el presidente constitucional Bordaberry.
En ese lapso Uruguay llegó a tener el récord mundial de presos políticos respecto de su población de tres millones de habitantes. La muerte y el exilio de miles de ciudadanos y la desaparición forzada en el país y en el exterior de casi dos centenas emparentaban en tragedia a este país con sus vecinos de América del Sur.
Desde la cárcel, Seregni batalló por mantener la unidad de la izquierda frente a intentos de algunos sectores, como el Partido Comunista, de aliarse al Partido Nacional a través de la llamada Convergencia Democrática.
Desde prisión lideró la opción por el voto en blanco, junto a otros sectores del Frente Amplio, cuando la dictadura habilitó elecciones internas sólo en los partidos tradicionales, manteniendo al FA proscripto.
Seregni creía que la izquierda no debía desaparecer ni permitir la reinstalación del bipartidismo, que entendía contraproducente para la democracia cuyo retorno se gestaba a comienzos de los años 80.
Proscripto en las primeras elecciones que acabaron con la dictadura, en 1984, debió esperar hasta el nuevo periodo de 1989, para postularse. Aunque fue candidato a al presidencia en dos ocasiones, nunca se postuló, como otros líderes partidarios, a cargos legislativos.
Ejerció el liderazgo del Frente Amplio hasta 1996. Discrepancias internas y la decisión de su fuerza política de desconocer acuerdos que él había comprometido lo llevaron a renunciar a la presidencia del FA.
Pero siguió activamente opinando, debatiendo y provocando la reflexión dentro y fuera de la izquierda, hasta el año pasado, cuando se retiró definitivamente. (FIN/IPS/dm/dcl/ip/04)