La pobreza lleva a cada vez más keniatas a abandonar su país y buscar mejor suerte en Medio Oriente, donde se arriesgan a vivir experiencias como las de tres secuestrados la semana pasada en Iraq.
El gobierno del presidente Mwai Kibaki instó a los keniatas que trabajan en Medio Oriente a que vuelvan a casa, aunque eso implique sumarse otra vez al gran número de desempleados en este país africano de 31 millones de habitantes.
La disyuntiva es dura: trasladarse a Arabia Saudita, Kuwait o Iraq y poner en riesgo su seguridad, o quedarse en Kenia y padecer hambre.
El desempleo en Kenia afecta a más de dos millones de personas, 14,6 por ciento de la población económicamente activa, según el Ministerio de Planificación y Desarrollo Nacional.
El escaso crecimiento de la economía keniata, de de 1,8 por ciento promedio en los últimos años, no es capaz de generar los empleos necesarios.
Kibaki decidió hacer el llamado a sus ciudadanos en el exterior luego de que el 22 de este mes fueran secuestrados por una organización islámica iraquí los emigrantes keniatas Faiz Hamis, Jalal Awadh y Ibrahim Hamis.
El grupo radical, llamado Brigada de las Banderas Negras, amenazó con decapitar uno a uno a los rehenes, todos camioneros, si la compañía para la que trabajaban, la Kuwait Gulf Link Transport Company, no se retiraba de Iraq de inmediato.
Cerca de 100 keniatas trabajan para esa empresa de transportes.
El día 26, los secuestradores ampliaron el plazo de forma indefinida. El gobierno de Kenia envió una delegación para negociar, lo que finalmente hizo posible la liberación.
El secuestro suscitó un debate por la grave situación económica que viven muchos keniatas, forzados a viajar a Medio Oriente, y sobre el fracaso del gobierno en cumplir su promesa de crear empleos.
Kibaki llegó al poder en diciembre de 2002. En su campaña electoral, anunció que crearía 500.000 puestos de trabajo cada año y terminaría su gobierno en 2007 con 2,5 millones de nuevos empleos.
Pero, por el contrario, el desempleo aumentó a causa de la debilidad de la economía y de las constantes amenazas de los países donantes de suspender la ayuda financiera.
La Unión Europa, el segundo mayor donante de Kenia, postergó la entrega de 59 millones de dólares de apoyo prevista para la semana pasada debido a las crecientes denuncias de casos de corrupción en el gobierno de Kibaki.
Según datos oficiales, 56 por ciento de los keniatas viven debajo de la línea de pobreza, esto es, con menos de un dólar diario.
Rubea Saris, el director de la agencia Al Khaleej, que consiguió el empleo para los tres hombres secuestrados, explicó que los camioneros en Medio Oriente ganan unos 354 dólares al mes y tienen beneficios sociales especiales.
Si a eso se le suman las horas extra y otros beneficios, pueden llegar a ganar hasta 1.000 dólares mensuales, un gran atractivo para muchos keniatas sin empleo, dijo Saris a IPS.
Samira Ahmed, la esposa del ex rehén Jalal Awadh, explicó lo importante que es para su familia el empleo de su marido.
Mi esposo fue a Kuwait en agosto del año pasado porque no tenía un trabajo estable. A partir de entonces comenzó a enviarnos entre 190 y 253 dólares cada dos meses para nuestro mantenimiento, dijo a IPS.
Yo soy una ama de casa y dependo sólo de mi esposo. Rezo a Dios que lo cuide a él y al resto de sus colegas para que puedan seguir con sus vidas, señaló.
Según Saris, cada vez más keniatas buscan trabajo en Medio Oriente a pesar de la inseguridad. En las últimas dos semanas, 150 de ellos consiguieron empleo en Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos como conductores de ómnibus.
Mientras el desempleo siga mordiendo, más keniatas buscarán oportunidades laborales fuera del país, señaló.
Economistas piden al gobierno que garantice un ambiente adecuado para la creación de empleos, con el mínimo de seguridad para atraer a inversores extranjeros.
Pero la delincuencia crece en toda Kenia y los empresarios cierran o trasladan a otro país sus negocios.
En una conferencia sobre inversiones realizada en Nairobi en marzo, el embajador japonés Makoto Asami dijo a IPS que cada vez más empresas de su país dejaban Kenia por la inseguridad y mudándose a Sudáfrica.
Estamos cansados de la inseguridad y estamos buscando otros mercados en la región, afirmó.
El problema de Kenia es un círculo vicioso. La delincuencia se agrava debido al alto desempleo, que aumenta ante la falta de inversiones, disuadidas por la inseguridad. La única salida para muchos es abandonar el país. (