ELECCIONES-EEUU: Inequidad en las urnas

La inequidad económica suele meterse en las urnas en Estados Unidos, pero pocos se preocupan cuando faltan cuatro meses para las elecciones presidenciales en la sociedad más desequilibrada del Norte industrial.

Cuando se abran las urnas, los ciudadanos ricos habrán determinado entre qué candidatos deberán elegir sus compatriotas más pobres. Por eso, los votantes de altos ingresos tendrán una influencia desproporcionada en el resultado de las elecciones presidenciales y legislativas.

”El dinero, no los votos, es la moneda fuerte en nuestra democracia”, dijo Mark Clack, subdirector de la organización Public Campaign, que impulsa cambios en el sistema electoral estadounidense.

Las elecciones de este año se celebrarán en el marco de la distribución de la riqueza más desequilibrada en la historia de Estados Unidos desde la Gran Depresión de fines de los años 20 y principios de los 30, según estadísticas de la Oficina de Presupuesto del Congreso.

Quizás más que en cualquier otra sociedad próspera, la inequidad ensombrece factores que determinan la calidad de vida, como la educación y la atención médica, ”lo que nos divide en dos naciones separadas”, según Miles Rapoport, presidente de la institución de investigación social Demos.

Los 2,8 millones de ciudadanos más ricos de Estados Unidos —uno por ciento de la población— tuvieron un ingreso mayor que los 110 millones que constituyen el 40 por ciento más pobre, según estadísticas oficiales de 2000.

El cinco por ciento más pobre controló entonces más de 59 por ciento de la riqueza nacional —definida como ingresos más bienes—, mientras el cinco por ciento más pobre debió sobrevivir con 0,3 por ciento, indicó el economista de la Universidad de Nueva York Edward Wolff.

Casi 31 por ciento de los hogares negros y 13 por ciento de los blancos tienen un ingreso neto nulo o negativo (los gastos exceden las entradas), indicó Wolff.

La disparidad tiene un efecto intenso sobre las elecciones, pero no por una supuesta revuelta de los votantes. Por el contrario, el sufragio es un interés propio de los sectores acomodados.

Nueve de cada 10 ciudadanos habilitados para votar con ingresos familiares de más de 75.000 dólares o más ejercen su derecho al sufragio, indicó Lawrence Jacobs, de la Universidad de Minnesota, director del grupo de estudio sobre inequidad de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política.

Pero sólo votan la mitad de aquellos cuyas familias tienen un ingreso menor a 15.000 dólares, agregó Jacobs.

Siguiendo la tendencia de las urnas, el Partido Republicano del presidente George W. Bush y el opositor Partido Demócrata del virtual retador John F. Kerry apuntan con sus campañas a los votantes más adinerados.

”Ambos partidos políticos refuerzan la inequidad al apuntar a la misma clase, concretamente a los que disponen del dinero”, consideró Jacobs.

Las campañas cortejan, en particular, a 12 por ciento de los hogares estadounidenses, aquéllos que ganan más de 100.000 dólares al año. Noventa por ciento de esas familias contribuyen a las arcas de los partidos.

En contraste, menos de seis por ciento de los hogares en la otra punta de la escala económica —aquellos que ganan menos de 15.000 dólares anuales— aportan dinero a los partidos.

Competir por uno de los 100 escaños del Senado estadounidense cuesta alrededor de cinco millones de dólares, y cerca de un millón afrontar la campaña por un lugar en la Cámara de Representantes, sostuvo Clack.

Dado el costo de una campaña, en especial de la publicidad televisiva, los individuos ricos y las corporaciones disfrutan un ”acceso privilegiado”, dijo Jacobs.

”La influencia en las contribuciones políticas no se nota solo entre los legisladores, sino también entre los que compiten por el primer lugar”, es decir, la presidencia, sostuvo Jacobs. Esto es así porque los partidos tienden a postular sólo candidatos que pueden recaudar suficiente dinero como para ganar.

Numerosas encuestas indican que el publico estadounidense, al revés que el de los otros países en general, muestra tolerancia hacia la inequidad económica, mientras atribuye la pobreza a la supuesta pereza o falta de talento, según Jacobs.

Quizá sea así porque muchos ciudadanos se creen más ricos de lo que realmente son e ignoran la distancia entre ellos y los que les tienen ventaja económica. Veinte por ciento de los estadounidenses creen figurar dentro del uno por ciento más rico, de acuerdo con algunos estudios.

De todos modos, las encuestas también revelan que muchos rechazan la idea de que la riqueza determine el acceso al sistema político, indicó Jacobs.

Entre ellos figura el multimillonario de origen húngaro George Soros, para quien el acceso privilegiado a la política es anticompetitivo y contradice sus ideales de mercado y sociedad abiertos.

Soros ha dedicado millones de dólares a una campaña pública para pedir a los ciudadanos pobres que se registren para ejercer su derecho al voto y desalojen de la Casa Blanca a Bush, a quien considera un extremista.

Esos esfuerzos son conducidos por organizaciones como American Coming Together y MoveOn.org Voter Fund, que procuran contrarrestar la influencia de los Pioneros y los Rangers del Partido Republicano, donantes adinerados que recaudan entre 100.000 y 200.000 dólares para la campaña por la reelección del presidente.

De acuerdo con los antecedentes recientes, la mitad de los votantes —100 millones de ciudadanos estadounidenses— no emitirán el voto el 2 de noviembre.

Aún está por verse si las organizaciones civiles opuestas a Bush lograrán reducir la abstención, aunque aseguran haber convencido a cientos de miles de personas para que se registren.

Es toda una hazaña, dijo Rapoport. ”Cualquiera puede obtener una tarjeta de crédito en 35 segundos, pero saber si uno puede votar lleva 30 días”, lamentó.

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