Los 38.000 millones de dólares que emigrantes latinoamericanos y caribeños remitieron a sus países de origen el año pasado habrían dado mejores frutos si para ello se hubiera utilizado en mayor cantidad cuentas bancarias en una y otra punta de la cadena.
Fomentar programas de bancarización de los emigrantes en los países de destino, así como de la población receptora de remesas, son las principales recomendaciones de un seminario organizado en Caracas por el Sistema Económico Latinoamericano (SELA).
Los inmigrantes de América Latina y el Caribe que poseen una cuenta bancaria en Estados Unidos presentan una probabilidad mayor de enviar dinero a sus países de origen que quienes no la tienen, explicó en el foro Fernando Lozano, de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México y de la Red Internacional de Migración y Desarrollo
En los países de origen, es imprescindible promover la intermediación financiera, a fin de que los familiares de los emigrantes puedan recibir sus remesas y tener acceso a otro tipo de servicios, como cuentas de ahorros y de cheques, añadió.
En América Latina y el Caribe, con casi 550 millones de habitantes y unos 250 millones de pobres, sólo 20 por ciento de la población tiene acceso a la banca, que si se abriese al resto vería triplicar la tasa de ahorro, indicó a IPS el nicaragüense Manuel Orozco, del Instituto para la Migración de la Universidad de Georgetown, de Estados Unidos.
La banca privada en la región tiene un comportamiento oligárquico, no capta al cliente, y los préstamos generalmente van al sector exportador o la gran industria. En muchos países menos de cinco por ciento del portafolio se dirige a la pequeña y mediana empresa, la que genera 30 por ciento del empleo, deploró Orozco.
Las remesas de los emigrantes hacia sus países de origen en América Latina y el Caribe han tenido un crecimiento espectacular en los últimos años, comentó Lozano, al precisar que pasaron de 11.700 millones de dólares anuales en 1995 a 38.000 millones de dólares en 2003, y su aporte al producto bruto interno de la región se duplicó en siete años.
Casi 40 por ciento de esa masa monetaria llega a México, que este año puede aumentar ese récord hasta 15.000 millones de dólares, coincidieron los expertos. Además, más de la mitad de los hogares urbanos mexicanos se han beneficiado con dinero enviado por sus parientes, sobre todo de los residentes en Estados Unidos.
Otros grandes receptores de remesas de emigrantes son Brasil, con 5.200 millones de dólares en 2003, Colombia con 3.067 millones, El Salvador con 2.316, República Dominicana con 2.217, Guatemala con 2.106, Perú con 1.295 y Cuba con 1.194 millones de dólares.
En el caso de Haití, el país más pobre de América, los casi 1.000 millones de dólares anuales que recibe por envíos de nacionales en el exterior representan un tercio del producto interno bruto y más de tres veces el valor de sus exportaciones, según Orozco. También Nicaragua y Jamaica, también de los más pobres, reciben más dinero por remesas que por exportaciones.
Un muestreo elaborado por Orozco detalla que el común de cada remesa desde Estados Unidos es de más de 300 dólares para Brasil, Costa Rica, Chile, México y Paraguay, de entre 200 y 300 para Bolivia, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Jamaica, Panamá y Venezuela, y de entre 140 y 200 dólares hacia Argentina, Haití, Nicaragua, Perú y República Dominicana.
Pero enviar remesas, principalmente por el valor de las operaciones bancarias, cuesta un promedio de siete por ciento, por lo que 2.700 millones de dólares de los 38.000 millones despachados el año pasado no llegaron a sus destinatarios. Los costos más altos son para Cuba con 12 por ciento, y República Dominicana con 11 por ciento, y los más bajos para Ecuador y Perú con sólo cinco por ciento.
Francisco Verdera, de la oficina andina de la Organización Internacional del Trabajo, estimó que, por ello, las transferencias oficiales por canales bancarios son sólo 50 por ciento del total, y los bancos no se usan debido a sus comisiones elevadas, un tipo de cambio desfavorable, trámites engorrosos o falta de hábitos de ir a sus cajas.
Por eso es importante la inserción masiva de los ciudadanos en el sistema bancario, para lo que en primer lugar se requiere que los bancos establezcan incentivos para la recepción de esas remesas, abaraten las transacciones, estimulen el ahorro y el crédito y reinviertan lo ahorrado en las comunidades que los usan, sostuvo Orozco.
El seminario de SELA propuso, en sus conclusiones, que se impulse el uso de servicios financieros trasnacionales en la transferencia de remesas, como tarjetas de débito o tarjetas duales (débito y crédito), que son mecanismos menos costosos.
También, fomentar la expansión de organismos de microfinanzas en la recepción de remesas, pues se ha demostrado que son eficaces para ofrecer servicios financieros en zonas pobres rurales y periurbanas.
Nuevas normas y políticas deberían permitir a las cooperativas de ahorro y crédito recibir remesas y captar así más clientes, subrayó Orozco.
Finalmente, Orozco advirtió de la tentación de ver la emigración y las remesas de dinero como panacea para los dramas de subdesarrollo y la pobreza en la región.
Exportar mano de obra no es la vía latinoamericana al desarrollo ni las remesas alcanzan a financiar el crecimiento que necesitamos, de 10 por ciento anual durante unos 10 años, afirmó.