América Central tiene en la integración de sus siete países a uno de los mayores desafíos, pero los mismos gobiernos que declaran este propósito muestran en al actualidad una clara falta de voluntad política para sacar ese proceso del estancamiento, advierten expertos.
La reunión de los ministros de Economía de la región este jueves en San Salvador servirá para conocer quizás con mayor claridad los avances sólo en materia aduanera, que abarca hoy a 93 por ciento de los productos de intercambio, pero sin contemplar a los llamados sectores más sensibles, como es el caso del azúcar y del acero.
El denominado Consejo de Ministros de la Integración Económica Centroamericana (Comieco), que componen los titulares de esas carteras de los siete país del istmo, tiene programado concluir las negociaciones al respecto recién en diciembre de este año.
Pero la próxima cumbre de fines de agosto en El Salvador, en día aún no precisado, se presenta como la mejor oportunidad para tomar medidas concretas respecto de entidades cuyo aporte está en entredicho, como el Parlamento Centroamericano (Parlacen), creado en 1987, y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y la Corte Centroamericana de Justicia (CSJ), ambos nacidos en 1991.
La integración de Belice, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Honduras y Panamá se encuentra estancada desde 1998, cuando el huracán Mitch devastó buena parte de la región y obligó a los gobiernos a concentrarse en la agenda nacional en detrimento de la regional, dijo a IPS el analista Luis Guillermo Solís, de la Fundación para la Paz y la Democracia.
También Francisco García, del Instituto Centroamericano de Estudios Políticos, con sede en Guatemala, y el sociólogo y economista nicaragüense Cirilo Otero coincidieron en que es necesaria una revisión urgente de la integración centroamericana, en momentos en que el mundo es regido por grandes alianzas.
Este proceso está directamente relacionado con la voluntad política de los gobiernos y de los sectores para impulsarla. En la actualidad creo que hay una voluntad política débil, porque una cosa es lo que sostienen los presidentes en sus discursos y otra las decisiones que acompañan a esas determinaciones, sostuvo Solís.
Otero se mostró poco optimista ante el panorama centroamericano que rodea a la integración y manifestó que, para terminar de complicar las relaciones, el tratado de libre comercio negociado por cinco países de la región con Estados Unidos vino a echarle aún más sal a la herida de la integración.
Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador suscribieron en diciembre de 2003 un acuerdo comercial con Washington, pero el quinto país en estas tratativas, Costa Rica, sólo lo hizo un mes después, dejando en evidencia las importantes diferencias del lado centroamericano, como es en materia de cuotas de textiles, azúcar y pollos.
Incluso, la ratificación del tratado por los respectivos parlamentos aún no se logra.
De ese modo, una vez más cada país demostró estar interesado en destacar su individualidad, pese a que la negociación, según el discurso común, se había encarado en carácter de regional, apuntó Otero.
Para Solís, en tanto, la cumbre de San Salvador, en la que a instancias de Guatemala y El Salvador se revisarán los mecanismos de integración, tiene que tomar decisiones firmes, porque de lo contrario se seguirá en el plano de las indeterminaciones que han caracterizado al proceso desde 1998.
Si no se aprovecha esa cita, veo difícil que se retome el tema de la integración en serio. La cumbre no puede concluir con otra reforma sin contenido. Ya el sistema no lo aguanta, sentenció.
A su criterio, los gobiernos y sectores empresariales y civiles tienen que crear conciencia de la trascendencia que para el área tiene la integración, que es el camino que marcará su futuro.
En ese sentido, resaltó el aporte de la Unión Europea (UE), a la que ubicó como el primer socio centroamericano en la construcción del bloque, para lo que ha previsto en los próximos años unos 60 millones de euros.
A pesar del gran aporte de la UE, que es la integración más perfecta que conoce la humanidad, sino no hay un interés interno en cada uno de nuestros países, los avances serán mínimos, expresó Solís. La sociedad civil debe exigirle más a los gobiernos en torno al tema de la unión, porque incluso sectores como el empresarial resultan muy beneficiados, añadió.
Para Costa Rica, por ejemplo, Nicaragua es el segundo socio comercial más importante, mientras Estados Unidos capta 54 por ciento de sus exportaciones.
Por su parte, García insistió en que América Central sigue al margen de la tendencia mundial de conformar grandes bloques, como el de la UE, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, Canadá y México), el Mercado Común del Sur (Mercosur entre Argentina, Brasil, Paraguay Uruguay) y entre naciones asiáticas.
Hay una búsqueda de concentración de la producción y del capital y América Central no puede aislarse de estos comportamientos, afirmó.
Este analista guatemalteco destacó que hasta ahora las instituciones encargadas de fortalecer la integración como el SICA y la CSJ —en las que actúan de modo pleno sólo Nicaragua, Guatemala, Honduras y El Salvador— y en especial el Parlacen, requieren de cambios profundos.
En el caso del Parlamento Centroamericano sus resoluciones no son vinculantes, por lo que los congresos nacionales no le dan ninguna importancia. Habría que empezar por aquí para que tenga algún sentido esa institución, apuntó García.
Solís tiene una opinión similar al respecto, dado que demanda altas erogaciones a los Estados y sus decisiones no tienen ninguna trascendencia. La acusación meses atrás de miembros del Parlacen relacionados con el narcotráfico y corrupción terminó por empañar aún más la ya deteriorada imagen del organismo.
El Parlacen está integrado en la actualidad por Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador, mientras que Costa Rica, que figura como parte, se ha negado reiteradamente a nombrar diputados.
Por eso, una de las propuestas que se barajan para la cumbre de San Salvador es reducir de manera significativa el tamaño del Parlacen, y algunos proponen para ello que los representantes de cada país sean diputados de los congresos nacionales.
A su vez, García entiende que, además de la reforma de instituciones clave de la integración, es determinante que se puedan logran avances en la unión aduanera, pues representará una revolución en el tránsito intrarregional de mercancías.
En la perspectiva de Otero, cada país procura sacar provecho de la individualidad, lo que contribuye al estancamiento de la integración, un tema que aún no ha sido incorporado como una preocupación en el área. Los esfuerzos de los presidentes son todavía muy pálidos y está claro que el asunto es de carácter político, sostuvo.
También consideró que la histórica sombra de Estados Unidos en la región es un elemento negativo, contrario a lo que sucede con la Unión Europea, cuyo aporte integracionista es más constructivo.
Otero, además, criticó al SICA por no convocar a la sociedad civil para que se manifieste respecto a la integración. Atiende sobre todo a las partes burocráticas del proceso y excluye a los actores sociales, que son determinantes, dijo.
Para los tres analistas, la situación actual de la integración centroamericana de alguna manera refleja lo sucedido históricamente en la región.
La primera tentativa de unión del istmo se registró en 1824 con la creación de la República Federal de Centro América, y desde entonces pasaron numerosos acuerdos, que han tenido como constante el fracaso en materia de integración.