El Mercosur consolidó el jueves sus proyectos expansionistas: sumó a México, una potencia regional, y a Venezuela, un protagonista mundial en la producción de petróleo. La consagración matrimonial tendrá efectos económicos de corto plazo. Y no sólo por lo que aportan los nuevos miembros, sino por la lectura que se hará en el resto del mundo. Los aliados potenciales como China, India y Rusia, percibirán que se sientan a negociar con un mercado muy atractivo. Con México y Venezuela se duplicará el peso comercial y económico del Mercosur. El nuevo bloque tendrá un producto de 1.383.918 millones de dólares, exportaciones por 309.111 millones de dólares y 388,6 millones de habitantes. Pero la apuesta de sumar a los mexicanos y a los venezolanos tiene una interpretación adicional. Mejora la posición de fuerza en las negociaciones de libre comercio con la Europa comunitaria, que debe definirse en Bruselas el 16 de julio próximo. Y frente a Estados Unidos, con quien se discute el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), promete una negociación desde un lugar de más equilibrio. De hecho, es la primera vez que los latinoamericanos, por distintos motivos internos y externos son capaces de ofrecer un frente unificado.