Para enfrentar su creciente demanda de energía, el gobierno de Brasil receta la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas, que en el pasado le causaron varios conflictos ambientales y sociales. Sin embargo, ahora promete que todo será diferente.
Está en marcha un nuevo modelo con el que espera estimular las inversiones para hidroeléctricas que serán sometidas a una estricta evaluación y previendo todos los problemas, aseguró a Tierramérica el secretario ejecutivo del Ministerio de Medio Ambiente de Brasil, Claudio Langone.
Hasta ahora, las centrales hidroeléctricas fueron aprobadas por la autoridad energética sin considerar posibles problemas sociales y ambientales que estallaban luego, incluso encareciendo el proyecto original por paralizaciones e indemnizaciones a los afectados, reconoció Langone.
La mitad de las grandes centrales hidroeléctricas aprobadas, algunas de ellas aún en construcción, están bloqueadas por acciones judiciales, en la mayoría de los casos por problemas ambientales.
El Movimiento de los Afectados por Represas (MAB, por sus siglas en portugués) calcula que 300.000 familias, integradas por un millón de personas en total, fueron desplazadas por embalses hidroeléctricos en Brasil.
Por ello, esa organización impulsa cambios en la política energética, rechazando las grandes centrales que según afirma, ya inundaron 34.000 kilómetros cuadrados de tierras fértiles, expulsando así a miles de agricultores.
Langone sostiene que el nuevo modelo, que insiste en la construcción de hidroeléctricas, es muy positivo en la cuestión ambiental y social, pues atenderá esos frentes con una estricta evaluación previa.
El nuevo modelo prevé estudios de impacto ambiental de forma integrada, por cuencas hidrográficas, y no proyecto por proyecto, como se ha hecho hasta ahora.
Según el funcionario, eso permitirá identificar los puntos de mayor sustentabilidad en cada cuenca, y abrirá paso a una planificación para el mejor aprovechamiento con los menores efectos indeseables.
La transición será difícil, por la urgencia de incrementar la oferta de energía con mayor celeridad y la herencia de concesiones con problemas ambientales y judiciales, señaló Langone.
La ministra de Minas y Energía, Dilma Rousseff, confirmó que la fuente hidráulica se mantendrá como la más importante para el sistema energético brasileño en las próximas décadas.
Esa prioridad es bienvenida, por ser más sustentable que la termoelectricidad a gas natural que viene aumentando en Brasil con los planes de emergencia impulsados desde la crisis de 2001, opinó Emilio la Rovere, profesor de Planificación Energética en la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
Para Delcio Rodrigues, investigador asociado de la organización no gubernamental Vitae Civiles construir hidroeléctricas es bueno por un lado, porque es una fuente renovable que tiende a ser más barata con el tiempo.
Pero no está claro cómo tratará el gobierno la cuestión de los efectos ambientales y sociales, observó.
Al poner acento en la construcción de hidroeléctricas, estrategia brasileña expuesta en la Conferencia Internacional sobre Energía Renovable realizada en Bonn a comienzos de junio, el país abandonó el liderazgo internacional que venía ejerciendo en favor de nuevas fuentes renovables, lamentó Rodrigues, quien es además un físico experto en energía.
No obstante, reconoció que Brasil avanza también en ese terreno, con el Programa de Incentivo a Fuentes Alternativas.
Ese programa tiene como meta, en su primera fase, agregar 3.300 megavatios al sistema eléctrico nacional a partir de 2006, cuyas fuentes serán, en partes iguales, eólica, biomasa y pequeñas centrales hidroeléctricas.
Pero falta un pensamiento estratégico, que defina para quiénes y para qué sectores se generará más electricidad, es decir qué industrias se quiere desarrollar y abastecer con energía más barata, sostuvo Rodrigues.
Su temor es que la nueva política se limite a incrementar la oferta para asegurar el crecimiento económico, con un desarrollismo a cualquier costo que no se preocupe de la conservación de energía.
Brasil es un país singular y privilegiado en términos energéticos, beneficiado por el mayor flujo mundial de agua en sus ríos y por la fotosíntesis que le permite producir mucha biomasa.
Setenta y siete por ciento de su capacidad generadora de electricidad, con potencia instalada de 88 millones de kilovatios, proviene de fuente hidráulica, renovable y barata.
Pero esa disponibilidad de recursos no impidió que el país sufriera en 2001 graves problemas de suministro de energía, que sólo se superaron con ocho meses de racionamiento y estímulos al ahorro.
Ahora, se temen nuevas crisis de suministro si la economía crece sin las inversiones necesarias en el sector eléctrico, que según cálculos del gobierno deben ser más de 2.000 millones de dólares por año.
No comprender la singularidad energética de Brasil fue la causa de equivocaciones que llevaron a la crisis de 2001 y a los desafíos que afronta el actual gobierno, destacó Roberto Pereira d'Araujo, director del no gubernamental Instituto de Desarrollo Estratégico del Sector Eléctrico (Ilumina).
La hidroelectricidad exige planes a largo plazo, ya que lo que se hace hoy puede afectar 2008, y el sistema eléctrico brasileño está interrelacionado en escala nacional, porque una empresa no vende la energía que genera, sino una parte de la energía disponible en todo el sistema, observó.
Es una situación de monopolio natural, en la que se alcanza más productividad con mayor integración, alegó D'Araujo.
Las privatizaciones y la desregulación de la reforma liberal de los años 90, además de provocar el apagón de 2001, dificultan la integración que ahora se intenta construir. Eso exige más transparencia y más personas calificadas en la conducción de un sistema complejo, sostuvo.
Otros aspectos negativos a superar son que el precio de la electricidad en Brasil está entre los más altos del mundo, y que las ventajas de los recursos naturales del país no se están transfiriendo a los consumidores y al sistema productivo, sentenció el experto. (Tierramérica/IPS/mo/mp/en dv/04)
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