MUSICA: Reggae acerca a Japón y Jamaica

La música que suena desde el escenario es reggae, pero la cantante era una enérgica joven japonesa. El aroma dominante era de pollo preparado a la usanza jamaiquina, pero el cocinero era un robusto tokiota de cabeza rapada.

Jóvenes hombres y mujeres lucían dreadlocks (el peculiar peinado de los seguidores de la religión rastafari, originaria de Jamaica), atuendos de color claro y sonrisas benignas. La mayoría no había puesto jamás un pie en el Caribe.

Bienvenidos al Festival Jamaica Un Amor (en alusión al título de una canción del jamaiquino Bob Marley, la estrella máxima del reggae), celebrado en mayo en el Parque Yoyogi de Tokio para celebrar los 40 años de relaciones diplomáticas entre Japón y Jamaica.

Bajo el sol resplandeciente y el cielo claro que derrotaron las predicciones de lluvia, unos 20.000 fanáticos bailaron al ritmo de pesadas líneas de bajo y compraron café Blue Mountain, ron dorado, ropa de lana tejida y sudaderas rojo, verde y amarillo, los colores rastafaris.

La atmósfera era de disfrute y extraversión, en un país considerado conservador y reflexivo.

”Yo mismo estoy sorprendido con este éxito. Nunca esperamos tanto público, ni tantos intérpretes”, dijo el organizador del espectáculo, Ryuchi Tsuruno. Las seis ediciones anteriores del festival habían sido mucho más reducidas, con 500 espectadores como máximo.

Esta fue la primera ocasión en que se realizó al aire libre y con entrada gratuita.

El popular grupo japonés de reggae Home Grown sirvió de banda estable, mientras desfilaron por el escenario 22 cantantes aficionados y semiprofesionales que entonaron frente al público y a un jurado canciones de Marley.

El ganador recibió como premio un viaje gratuito a Jamaica con estancia en un exclusivo centro turístico.

Algunos de los cantantes sonaron muy similares a Marley, y quien cerrara los ojos podría imaginar fácilmente que estaba en un festival jamaiquino, como el célebre Reggae Sumfest.

La cantidad de turistas japoneses en Jamaica cayó de 30.000 a mediados de los años 90 a los actuales 5.000. El embajador jamaiquino, Paul Robotham, lo atribuye a los problemas económicos y al temor que originaron los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.

Pero Robotham se mostró confiado en que acontecimientos culturales como el festival de mayo alienten el turismo. ”Los japoneses tienen hace mucho afinidad con la música y la cultura jamaiquina. Este festival deja en evidencia la importancia del intercambio cultural”, dijo el diplomático.

Más visitantes japonesses ayudarían a equilibrar la balanza comercial entre ambos países, que el año pasado marcó 164 millones de dólares en compras de Jamaica a Japón, en gran parte de automóviles, maquinaria y electrodomésticos, contra 36 millones de dólares en compras de Japón a Jamaica, especialmente de café, ron y especias.

Japón compra 80 por ciento de la producción del famoso café Jamaica Blue Mountain.

Por otra parte, Robotham destacó que el desarrollo de su país se ha visto muy beneficiado por las relaciones con Japón.

”La cooperación técnica japonesa ha sido especialmente valiosa, y abarca transferencia de tecnología mediante capacitación, intercambios culturales, promoción de exportaciones, y préstamos y becas”, explicó.

En el marco del Programa de Intercambio y Enseñanza japonés, 41 profesores jamaiquinos enseñan actualmente inglés en escuelas de Japón, indicó el diplomático.

El Festival destacó las crecientes relaciones personales entre habitantes de las dos naciones insulares, vecinas en el orden alfabético pero muy lejanas en términos geográficos, históricos y de estructura social.

Fue habitual ver jugar o bailar a niños que comparten las dos culturas, mientras sus padres comían fideos japoneses y pollo sazonado y asado a la jamaiquina.

”Esto es estupendo para los dos países. Hace que todos nos sintamos bien”, comentó el músico y cantante jamaiquino Pablo, que ha vivido 14 años en Japón y está casado con una japonesa.

Sin embargo, otro espectador jamaiquino del Festival afirmó que ”los jóvenes japoneses pueden vestirse ahora con los colores rasta, pero cuando consiguen empleo, se ponen trajes y se olvidan de bailar reggae”. (

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