El presidente estadounidense George W. Bush, cuyo intento de ser reelegido fue afectado negativamente por una larga sucesión de noticias desfavorables desde abril, mejoró su desempeño en las encuestas más recientes sobre intención de voto, pero aún es superado en ellas por el candidato del Partido Demócrata, John Kerry.
Cuando falta poco menos de cinco meses para las elecciones de noviembre, la más reciente encuesta nacional, divulgada este jueves por el diario Los Angeles Times, mostró que el senador Kerry aventajaba a Bush por 51 a 44 por ciento entre los consultados, cuando se planteaba una opción sólo entre ellos, y por 48 a 42 por ciento si se incluía la alternativa del candidato independiente Ralph Nader.
Pero el dato crucial no es la suma de preferencias individuales de los votantes, porque la contienda se define de modo indirecto. Gana la presidencia quien obtiene 270 apoyos en un Colegio Electoral de 538 integrantes, elegidos como representantes de los estados que forman el país, y el candidato ganador en un estado, aunque sea por mínima diferencia, logra todos sus representantes en el Colegio.
Por eso, lo importante es quién va al frente en cada estado, especialmente en algunos que son clave por su peso en el Colegio Electoral, y las encuestas indican que Bush ha mejorado su desempeño en varios que hace un mes parecían repartidos en forma equitativa entre sus partidarios y los de Kerry.
Según la encuesta del Los Angeles Times y otra realizada la semana pasada por la firma Zogby International, actualmente Bush ganó amplia ventaja en el central estado de Missouri, cuyos 11 votos en el Colegio se consideran muy importantes para el desenlace de la elección, y sobrepasó a Kerry por muy escaso margen en el noroccidental de Ohio, que tiene 20 representantes y donde el candidato demócrata parecía triunfador hace un mes.
Por otra parte, la aprobación al desempeño de Bush como presidente repuntó, para ubicarse de 46 a 51 por ciento en las encuestas más recientes, tras llegar a su punto más bajo hace dos semanas. De todos modos, según los datos registrados desde 1945, ningún presidente con menos de 50 por ciento de aprobación cinco meses antes de unos comicios logró ser reelegido.
La mayoría de los analistas piensan que la suerte electoral de Bush dependerá de lo que ocurra en dos grandes áreas que están en gran medida fuera de su control: la situación en Iraq y la economía estadounidense, especialmente en lo vinculado con la creación de puestos de trabajo, que ha sido un tema central en la campaña de Kerry.
En ambos terrenos, el presidente ha recibido noticias relativamente buenas en las últimas dos semanas. Según datos oficiales dados a conocer en ese periodo, casi medio millón de puestos de trabajo fueron creados en los últimos dos meses, y si esa tendencia se mantiene, el país puede llegar a las elecciones con una plena recuperación de los 2,2 millones de empleos perdidos en los tres primeros años del mandato de Bush, calculó el diario Wall Street Journal.
Otro factor que puede favorecer a Bush es la tendencia a la declinación del precio del petróleo, que llegó el mes pasado a niveles sin precedentes.
En Iraq, Washington muestra un vuelco hacia al pragmatismo desde el mes pasado, marcado por la ruptura con el político y banquero iraquí Ahmed Chalabi; la selección de figuras menos controvertidas para el gobierno transitorio cuya asunción está prevista para el 1 de julio, y el exitoso esfuerzo de Bush por ganar aliados clave en relación con la cuestión iraquí en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
La gran pregunta es si la racha de buenas noticias durará lo suficiente para que la aprobación a Bush aumente los cinco o diez puntos porcentuales que lo dejarían, de acuerdo con los antecedentes históricos, en condiciones de derrotar a Kerry.
Los estrategas del gobernante Partido Republicano temen que la Reserva Federal (Banco Central) decida elevar las tasas de interés para evitar un ”recalentamiento” de la economía (tendencia a la inflación acompañante de una reactivación acelerada), porque tal decisión congelaría la creación de puestos de trabajo, como lo haría también un repunte de los precios del petróleo, probable si hay nuevos ataques terroristas en Arabia Saudita o si empeoran las crisis políticas en Nigeria y Venezuela.
Además, la relativa calma que se ha instalado en Iraq en las últimas semanas puede alterarse en cualquier momento, según analistas independientes y gubernamentales.
La actual estrategia iraquí de la Casa Blanca parece basarse en una retirada de las tropas estadounidenses a bases menos visibles y vulnerables, una intensificación del entrenamiento de fuerzas locales militares y de seguridad, y fuerte apoyo al nuevo primer ministro, Iyad Allawi, un favorito de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) desde 1992.
Aunque Allawi se sienta obligado a rehabilitar a ex integrantes del partido Baath, del derrocado presidente iraquí Saddam Hussein, a tolerar milicias privadas, y en general a hacer las paces con fuerzas que Washington había prometido destruir, Bush parece decidido a no ponerle obstáculos, por lo menos mientras pueda dar a la población estadounidense por lo menos la ilusión de que Iraq está en calma.
Pero los estrategas republicanos admiten que pueden ocurrir cosas mucho menos convenientes para sus intereses partidarios, no sólo en Iraq sino en otros países como Arabia Saudita, Corea del Norte o Irán, y no descartan que un nuevo atentado en territorio estadounidense pueda convencer a muchos votantes de que la ”guerra contra el terrorismo” lanzada por Bush no ha mejorado la seguridad nacional.