Coca-Cola y otras compañías deben asegurarse mejor de que el azúcar que compran en El Salvador no sea fruto del trabajo ilegal de miles de niños en las plantaciones de caña de azúcar de ese país, sostuvo en un informe lanzado este jueves la organización no gubernamental humanitaria Human Rights Watch (HRW).
De 5.000 a 30.000 niños, incluyendo a algunos de sólo ocho años, realizan esa labor, que causa frecuentes heridas, según el documento titulado ? Oídos sordos. Trabajo infantil peligroso en el cultivo de caña de azúcar en El Salvador?.
Según la ley salvadoreña, la edad mínima para trabajar es 14 años, y para realizar tareas peligrosas, 18 años. Pero esas normas no suelen cumplirse, en parte porque muchos niños son contratados como ?ayudantes? y no como trabajadores, indicaron los autores del informe.
Además de ese procedimiento para eludir la ley, es habitual que los empleadores de niños que se lastiman al trabajar en las plantaciones no paguen su atención médica, lo que también es ilegal, apuntaron.
?El trabajo infantil es prolifera en las plantaciones salvadoreñas de caña de azúcar. Las compañías que compran o usan azúcar de El Salvador deberían reconocer ese hecho y asumir la responsabilidad de hacer algo al respecto?, afirmó Michael Bochenek, de la división de derechos infantiles de HRW.
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El informe, de 139-páginas, se basa en entrevistas con 32 niños y jóvenes, cuyas edades van de 12 a 22 años, y también con padres y maestros de trabajadores infantiles, activistas, académicos, abogados funcionarios del gobierno salvadoreño y representantes de la Asociación Azucarera de El Salvador, durante una visita a ese país en 2003.
Es el informe número 11 de HRW en una serie sobre trabajo infantil, y el cuarto sobre esa práctica en El Salvador. Su lanzamiento se produjo en vísperas del 12 de junio, declarado Día Mundial Contra el Trabajo Infantil por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Se trata del más reciente de los crecientes esfuerzos realizados por organizaciones no gubernamentales para presionar a corporaciones multinacionales, con la intención de que asuman más responsabilidades en relación con las condiciones laborales asociadas con sus productos o insumos.
Bajo presión de esos grupos, por ejemplo, grandes productores de chocolate acordaron el año pasado participar en un programa de supervisión de plantaciones de cacao en Africa Occidental, a fin de asegurar que en ellas se cumplen las normas internacionales mínimas relacionadas con el trabajo infantil.
En primera instancia, los productores de chocolate insistieron en que no eran responsables de los abusos en esas plantaciones, porque sus proveedores directos no eran los propietarios de las mismas, sino intermediarios, pero ese argumento fue abandonado cuando los activistas aumentaron sus medidas de presión, especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaña.
Coca-Cola plantea un argumento similar, ya que no es propietaria de plantaciones en El Salvador ni compra directamente a productores agrícolas de ese país, sino azúcar refinada por la mayor industria salvadoreña del sector, Central Izalco.
Otras compañías nombradas en el informe de HRW son Amerop Sugar, Cargill, Glencore International AG; Louis Dreyfous y Marubeni.
Cortar caña de azúcar es una dura y peligrosa labor en la que se usan machetes y otros objetos afilados. La monotonía del trabajo y el hecho de que se realice bajo los rayos del sol contribuyen a aumentar la frecuencia de los accidentes con esas herramientas, incluso entre obreros experimentados.
Además, se suele usar fuego para eliminar las hojas de la planta, y eso es el origen de problemas sanitarios por inhalación de humo y de ocasionales quemaduras, especialmente en las plantas de los pies.
El cultivo de caña de azúcar es ?indiscutiblemente el más peligroso? de los trabajos agrícolas, dijo a HRW un ex inspector laboral.
Plantar caña de azúcar no es tan peligroso, pero sí difícil y extenuante porque los trabajadores deben caminar a la par de tractores bajo los rayos del sol, y esa labor suele ser realizada por niñas según el informe.
Por otra parte, los trabajadores infantiles pierden a menudo varios meses de clases escolares por año, especialmente si son empleados para la cosecha, y es frecuente que con el paso del tiempo abandonen por completo la escuela.
La producción de azúcar ha ganado importancia en El Salvador desde los años 50, y en 1971 ya era más relevante para la economía del país que el cultivo de granos básicos para alimentación. En los años 90, el azúcar se convirtió en la segunda exportación del país después del café, y desde mediados de esa década la mayor parte de las plantaciones fueron privatizadas.
Los principios reivindicados expresamente por Coca-Cola establecen que sus proveedores directos ?no usarán trabajo infantil, de acuerdo con la definición de las leyes locales? en cada país.
Según correspondencia entre Coca Cola y HRW dada a conocer por el grupo humanitario, la compañía sólo ha aplicado ese requisito en el caso de Izalco, e investigaciones de HRW mostraron que Izalco compra azúcar de caña a por lo cuatro plantaciones en las que se realiza trabajo infantil ilegal.
?(Eso) significa que los proveedores de Coca-Cola pueden cumplir con los principios de orientadores de Coca-Cola aunque sepan que el azúcar que refinan es cosechada en parte mediante trabajo infantil?, concluyó HRW.
?Si Coca-Cola habla en serio de evitar la complicidad con el uso de trabajo infantil peligroso, debería reconocer su responsabilidad, y asegurarse de que el respeto por los derechos humanos se extienda más allá de sus proveedores directos?, alegó Bochenek.
Para eso, Coca-Cola y otras firmas que compran azúcar salvadoreña deberían exigir a sus proveedores que incorporen criterios internacionales contra el trabajo infantil en la relación con las plantaciones que los abastecen, y adopten sistemas efectivos para supervisar el cumplimiento de esos criterios, sostuvo HRW.