CELSO AMORIM: G-8 necesita del Sur si quiere legitimarse

El Grupo de los 20 (G-20) países en desarrollo, que combaten las distorsiones agrícolas en la OMC, es el mayor éxito de la historia humana en materia de creación de grupos, dijo optimista a IPS el canciller de Brasil, Celso Amorim.

Lo que ocurre en grandes países en desarrollo, como China, India y Brasil, impacta cada vez más en el mundo industrial, que tendrá que hacer más para incluir al Sur en las decisiones que adopta si éstas han de ser legítimas, añadió.

Esto sintetiza la opinión del jefe de la diplomacia brasileña, expresada en entrevista con IPS al finalizar este viernes en Sao Paulo la XI sesión de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).

La conferencia de una semana y las reuniones paralelas de alto nivel que propició fueron muy productivas, sostuvo Amorim.

Hubo avances en el ámbito del P-5 (Australia, Brasil, Estados Unidos, India y Unión Europea, los cinco mayores actores del mercado agrícola) para destrabar las negociaciones de la OMC (Organización Mundial del Comercio).
[related_articles]
El G-20 (encabezado por Brasil, China, India y Sudáfrica) consolidó su unidad y precisó algunos de los conceptos que defiende, y progresó el entendimiento entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) para alcanzar un acuerdo de libre comercio, evaluó el canciller.

—Usted habló de "una nueva geografía del comercio", pero lo que está ocurriendo en el mundo, y se evidenció en esta sesión de la Unctad, ¿no es algo más amplio, un cambio en el equilibrio global de poder?

—Ojalá tenga razón. Estamos trabajando para fortalecer nuestra capacidad de negociación y la de otros países en desarrollo en el plano económico y en el político. El G-20 es hoy un actor indiscutible, indispensable y percibido como constructivo en las negociaciones comerciales, que cambiaron completamente. Participé de rondas anteriores en las que países como Brasil e India tenían algún papel, pero las grandes decisiones las tomaban la UE y Estados Unidos, a veces con Japón y Canadá. Los países en desarrollo entraban apenas para cambiar una coma aquí o un acento allá. Ahora estamos presentes en negociaciones fundamentales, incluso en aquellas que conciernen a Estados Unidos y la UE, como la del paralelismo en la eliminación de subsidios y otras formas de apoyo a las exportaciones agrícolas. Claro que no tenemos capacidad de dictar, pero muchas veces podemos ayudarlos a negociar entre ellos.

—Se habla del ingreso de China al G-8, el Grupo de Ocho países más poderosos del mundo. ¿Hay algo concreto?

—Nada específico, excepto una declaración del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, respecto de que China e India podrían ingresar. Supe por mis fuentes que se conversó, más superficialmente, de la posibilidad de ampliar el G-8 (integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia) y que Francia mencionó a Brasil. Otras personas bien informadas aseguran que no hay nada en proceso de decisión.

—Esa posible inclusión de China, Brasil e India en el G-8, ¿no sería un reconocimiento de que ya hay una distribución mayor del poder mundial, no sólo económico?

—Es el reconocimiento de que ellos solos no pueden resolver (sobre cuestiones globales), no puede el G-8 ni su ampliación a G-11 o G-12, porque las cuestiones deben resolverse de manera institucional. Incluso para preparar el trabajo que luego será debatido institucionalmente, no pueden continuar reuniéndose siete países ricos, u ocho contando a Rusia, para decidir. El mundo de hoy es muy complejo, lo que pasa en China, en India o en Brasil tendrá un impacto en los países ricos. No es sólo por hacernos un favor o por reconocer nuestra importancia, sino que es importante para ellos mismos.

—Un ingreso de China al G-8, por ejemplo, ¿no debilitaría a los grupos de países en desarrollo, como el G-77 y el G-20?

—Si fuera el ingreso de un solo país, cualquiera que fuese, tendría esa implicación, pero no con la entrada de un grupo, aun pequeño, como Brasil, China e India, más algún africano (no se puede ignorar a Africa) y una nación árabe.

—¿Se alteraría así la naturaleza del G-8?

—Ciertamente, y para mejor. Sería un poco más democrático, pues habría más diversidad de opiniones. Y también más efectivo, porque estaría viendo situaciones reales. Hoy en día, hay países en desarrollo cuyo producto interno bruto puede no ser tan alto como el de los desarrollados, pero cuya capacidad de influencia en el intercambio internacional es mayor. Eso en relación con los países europeos, por ejemplo, que por seguir una política más o menos unificada, pueden tener un peso económico individual grande, pero políticamente están sometidos a un mismo conjunto de reglas. En la mayoría de los países en desarrollo eso no ocurre.

—Pero, ¿no se dividiría el G-20 o el G-77? ¿Sería posible participar de ese G-8 ampliado y al mismo tiempo del G-20?

—El G-20 es el mayor éxito en la historia de la humanidad en materia de creación de grupos. No tiene un año y todo el mundo habla de él como un ámbito que debiera también tratar otros asuntos. El G-20 tiene un potencial evidente, pero fue creado para las negociaciones agrícolas de la OMC. Si pudiéramos mantener su cohesión para otras negociaciones, mejor. Estamos unidos en la lucha por el fin de los subsidios agrícolas y por un mejor acceso a los mercados de los países desarrollados. Aunque el propósito sea la agricultura, tenemos visiones similares sobre el conjunto de la Ronda (de Doha). Pero no hemos llegado a establecer siquiera una plataforma sobre los otros temas. En los asuntos de Singapur (servicios, inversiones, compras gubernamentales y propiedad intelectual) hay posiciones diferentes dentro del G-20. Y el problema no apareció porque fue abordado en el ámbito del G-90 (que comprende a la Unión Africana, los países menos adelantados y el grupo de Africa, Caribe y el Pacífico).

—¿También hay diferencias sobre el acceso a los mercados agrícolas?

—Puede haber diferencias de matices. Los intereses no son idénticos, pero sabemos que si estamos unidos podremos influir en las negociaciones fundamentales. Si estamos desunidos y defendiendo el interés individual, no tendremos influencia alguna. No ganaremos ni en los aspectos centrales ni en los otros.

—El reordenamiento de fuerzas en el campo comercial, ¿contribuye también al proceso de ampliación del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)? ¿Hay una tendencia común?

—El Consejo de Seguridad tendrá que democratizarse tarde o temprano. Hay una tendencia común. Hay una percepción, de los países en desarrollo y también de los industriales, de que es necesario que el conjunto de miembros (de la ONU) vean al Consejo como un órgano representativo de la comunidad internacional, para que conserve su legitimidad y sus decisiones sean acatadas. Habrá diferencias sobre la manera de llevar a cabo la reforma, pero no hay dudas de la necesidad de reformarlo. Tampoco hay dudas sobre la imposibilidad de que siga con sólo cinco miembros permanentes (con derecho a veto), los mismos desde hace 50 o 60 años. Pero los detalles no son fáciles, habrá que seguir debatiendo. Estamos en un momento importante, pues se ha creado la Comisión de Alto Nivel, que puede generar condiciones para una reforma o una forma de transición.

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe