TRABAJO-JAPON: Fronteras comienzan a abrirse

El gobierno de Japón se niega, al menos oficialmente, a admitir la radicación de trabajadores extranjeros. Pero las estadísticas y el éxito de algunos programas privados sugieren que las puertas se están abriendo lentamente.

El Ministerio de Trabajo, Bienestar y Salud calculó que la cantidad de extranjeros contratados por las empresas aumentó de 660.000 en 1998 a 760.000 en 2003. Hoy, los inmigrantes ilegales representan 1,5 por ciento de los empleos del país.

”No hay duda de que el ambiente laboral es hoy mucho más receptivo a los extranjeros que antes”, dijo Taro Yoneyama, funcionario de la División de Trabajo Internacional del Ministerio.

Las leyes japonesas solo permiten a los extranjeros ocupar empleos ”especializados”, como profesores de idiomas, cocineros de platillos de origen foráneo y, en los últimos años, ingenieros en el sector de tecnología de la información.

Pero la sociedad japonesa está sometida a una intensa presión por partida doble para que abra sus fronteras a los trabajadores extranjeros. Los que ejercen tal presión son los propios empresarios japoneses y los otros países asiáticos.

Los impulsores de la liberalización de la política migratoria advierten que la presencia extranjera permitiría reducir los perjuicios del acelerado envejecimiento de la población. Para 2020, uno de cada cuatro japoneses serán mayores de 65 años.

El Ministerio de Justicia calculó que para 2025 la fuerza de trabajo caerá 10 por ciento, hasta 60 millones, lo que supondrá una rebaja de seis puntos porcentuales al crecimiento económico.

En las negociaciones de libre comercio que mantiene por separado con Filipinas y Tailandia, Japón anunció en abril que aceptará el ingreso de médicos y enfermeras de esos dos países para cubrir las necesidades nacionales.

Tailandia ya inició programas para enseñar a masajistas el idioma japonés. Mientras, Filipinas, de donde emigran numerosas enfermeras rumbo a Occidente, envió una misión para analizar el mercado laboral.

Pero políticos y burócratas continúan reticentes a asumir el riesgo de abrir las puertas a los extranjeros, con el argumento de que los trabajadores nacionales deben contar con protección especial ante el desempleo de 5,2 por ciento.

”Los altos estándares de salud pueden verse en riesgo por problemas lingüísticos. Debemos también considerar que la cultura japonesa es muy diferente a la filipina o la tailandesa”, dijo Yoneyama.

La aceptación de enfermeras y cuidadores de enfermos y discapacitados desde otros países asiáticos es un problema espinoso en Japón.

Las actuales 1,3 millones de enfermeras japonesas serán suficientes para atender el sistema de salud hasta 2005, pero expertos médicos advirtieron que la demanda aumentará dramáticamente con el envejecimiento de la población.

Pero Yoneyama indicó que el gobierno debe considerar si los requerimientos pueden cubrirse con maquinaria e incluso con robots antes que con profesionales inmigrantes.

La Asociación de Enfermeras de Japón advirtieron que e ingreso de colegas extranjeras no es la solución al problema, debido a los ”peligros” que representaría una mala comunicación con los pacientes.

El caso de siete muchachas vietnamitas que aprobaron en abril un difícil examen para graduarse como enfermeras en Tokio constituye un ejemplo de las confusas señales del mercado laboral japonés.

Las jóvenes eran apoyadas por AHP Networks, organización cívica con sede en la capital japonesa dedicada desde hace 10 años a ayudar a vietnamitas que buscan empleo en este país.

”Los hospitales japoneses afrontan una grave escasez de enfermeras. Nuestro programa ayuda a los vietnamitas a obtener aquí salarios más altos de los que reciben en su país”, dijo el director de la organización, Takaiiki Nakamura.

Los encargados del programa afirmaron que las vietnamitas habían demostrado diligencia y disposición al trabajo. Y, al aprobar los exámenes en Japón, están oficialmente a la par con sus colegas japonesas, agregaron.

”No veo a las recién graduadas enfermeras vietnamitas como extranjeras penetrando en el mercado laboral”, dijo Shinya Tanaka, gerente del Hospital Itakura, institución de mediano porte que participó en el programa de AHP Networks.

Pero las buenas calificaciones no son suficientes para garantizarles un reconocimiento pleno.

Las autoridades del Hospital Itakura consideraron que las enfermeras extranjeras deben trabajar más duro para ser aceptadas en un plano de igualdad por sus pares japonesas.

”Las vietnamitas demostraron inteligencia al aprobar el difícil examen japonés de enfermería. Pero problemas como las barreras lingüísticas y culturales son persistentes”, dijo Tanaka.

Nguyen Thi Duyen, de 23 años, estudió japonés durante dos años y luego enfermería durante tres antes de dar el examen. ”Fue una experiencia agotadora”, dijo la joven, que se expresa fluidamente en japonés.

Duyen sostuvo que lo más difícil, además de aprender el idioma, fue acostumbrarse al trabajo en el hospital.

El programa invirtió unos 40.000 dólares por cada enfermera.

Aun a pesar de la falta de enfermeras, los hospitales continuarán dando prioridad a las profesionales japonesas frente a las extranjeras.

”La cultura japonesa es homogénea, por lo que nos resulta duro comunicarnos con extranjeros. Esas barreras nos dificultan la contratación de enfermeras de otras nacionalidades, por el peligro de accidentes”, dijo Tanaka.

Unos 230.000 de los extranjeros que trabajan en Japón son hijos de japoneses nacidos en América Latina que encuentran fácilmente empleo en la industria.

La mayoría de los extranjeros residen en este país al amparo de contratos de corto plazo —de seis meses a un año— y pocas veces cuentan con seguro de salud, comisiones o vacaciones pagadas, beneficios que les son garantizados a los japoneses.

El portavoz de la Sociedad de Amistad con el Pueblo Asiático, Yasuo Yoshinari, dijo que muchos japoneses creen que los extranjeros no son de fiar, una percepción que dificulta su integración.

”A las enfermeras filipinas y tailandesas no se les facilitará las cosas. El mercado laboral es duro: largas horas de trabajo y reglas sociales estrictas y no escritas hacen muy difícil para los extranjeros obtener ascensos o trabajos mejor pagados”, afirmó Yoshinari.

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