LIBROS-ARGENTINA: El señor Borges y la mucama

El gran escritor Jorge Luis Borges se habría divertido al saber que una mujer que nunca leyó su obra publicó un libro sobre su vida y tiene muy buena recepción entre la crítica. Se trata de ”El señor Borges”, un testimonio de la empleada que lo cuidó por más de 35 años.

Epifanía Uveda de Robledo, apodada Fanny por los Borges, recoge los comentarios de trastienda del literato, fallecido en 1986, después de que se retiraban los periodistas y se apagaban cámaras y grabadores.

También repasa los sueños de Borges, sus miedos, la relación con su madre, su frustrado casamiento y su pena por no haber recibido el premio Nobel de Literatura pese a que fue mencionado como candidato durante años.

Sin embargo, si algún lector cree que encontrará allí revelaciones escandalosas sobre la vida del autor de ”Ficciones” se equivoca. ”El señor Borges” incursiona en la intimidad, pero lo hace de manera respetuosa y pone de relieve la personalidad de un hombre ético, austero, generoso, de costumbres simples y que no entendía su fama.

El libro remite a ”Monsieur Proust”, escrito en 1972 por Céleste Albaret. La mujer que cuidó de Marcel Proust como su ama de llaves fue, como Fanny con Borges, testigo privilegiada de la intimidad del novelista y sus revelaciones son un valioso aporte documental.

”El señor Borges” cristalizó tras más de 10 años de conversaciones de Fanny con el biógrafo del notable escritor argentino, Alejandro Vaccaro. El trabajo, que en los próximos meses se publicará en todos los países de habla hispana, se basa en el testimonio de la mujer que lo cuidaba y lo vestía, pero está respaldado por documentos y otras fuentes.

”Fanny tiene (hoy) 82 años, nunca leyó a Borges ni a nadie. Apenas lee y escribe, pero está muy contenta con el libro”, contó Vaccaro a IPS. ”Cuando salió a la venta le llevé uno y le pedí que me lo dedicara, y lo hizo con gran dificultad para escribir”, reveló el autor de ”Georgie 1898-1930. Una vida de Jorge Luis Borges”.

Entre los objetivos del trabajo de Vaccaro siempre está el de conseguir nuevos adeptos hacia el creador de ”El Aleph”, pero admite que Borges es poco leído en Argentina y en todo el mundo. ”Es natural que sea poco leído, era un erudito, su escritura es compleja y un lector perezoso fracasa en el intento”, advirtió.

En una entrevista periodística que Vaccaro rescata para el libro, Borges decía que ”lo realmente bueno” de su vida de escritor era que la gente compraba sus libros pero no los leía. ”¿Para qué los compra? Sobre eso no tengo la menor duda: para regalarlos. Al cabo de los años me acostumbré a ser un regalo”, acotaba irónico.

Vaccaro, quien preside la Asociación Borgesiana de Buenos Aires, dedicó los últimos 10 años de su vida a perseguir cada documento y testimonio que permitiera conocer algo más sobre el autor y, a partir de sus frecuentes diálogos con Fanny, se le ocurrió hacer un libro en el que estuvieran delineados 12 temas principales.

Fanny comenzó a trabajar para la familia Borges a mediados de los años 50. Cuidaba de la madre del escritor, Leonor Acevedo, y, a medida que el autor iba perdiendo la vista, se convirtió en su lazarillo. La irrupción de la controvertida María Kodama, su segunda y última esposa, la relegó primero a un segundo plano y luego literalmente a la calle.

La mucama recuerda a la madre de Borges con afecto, pero también admite que era una mujer ”autoritaria” que resolvió el casamiento de su hijo con Elsa Astete, en 1967, cuando el escritor tenía 68 años. Borges no aceptó siquiera pasar la noche de bodas con Astete en el hotel Dorá como lo planeó su madre.

Cuenta demás las opiniones de Acevedo sobre las mujeres que se acercaban a su hijo. ”Esa piel amarilla se va a quedar con todo”, le confesó una vez la madre refiriéndose a Kodama, sobre quien dice fue la mujer que lo obligó a cambiar su testamento y que lo empujó a viajar a Suiza muy enfermo, donde murió y donde permanecen sus restos.

Borges ”era una persona muy tranquila. Por las tardes se sentaba en el sillón del living y ahí pasaba largos ratos, hablaba solo y gesticulaba (…) Otras veces cuando se bañaba hacía lo mismo. Todas las mañanas se daba un baño de inmersión (…) y yo lo escuchaba decir cosas y hacer señas con las manos”, recuerda.

La mucama asegura, por otra parte, que Borges quería recibir el premio Nobel aunque mostraba públicamente desdén por ese galardón. ”Se ponía muy triste” cada año que era excluido. De todos modos se alegró mucho cuando obtuvo en 1979 el premio Miguel de Cervantes de Literatura, que otorga España y es considerado el galardón más importante en lengua castellana.

”Estaba muy contento y dijo que con ese dinero se iba a comprar la Enciclopedia Espasa Calpe. Lo comentó por una radio y al día siguiente le mandaron una de regalo. Después me dijo: 'Ahora sé, Fanny, qué tengo que hacer cada vez que necesito o me gusta algo', se narra en el libro.

La mujer revela también la estrecha relación de Borges con su hermana Norah, los almuerzos familiares, su vínculo con los sobrinos y sus relaciones de amor y de amistad con otros artistas y periodistas argentinos y extranjeros que lo visitaban en su casa y también lo acompañaban en sus salidas.

En la casa no había televisión, ni tocadiscos, ni radio, sólo los libros. Fanny cuenta que una oportunidad en que dos amigas le ayudaron a ordenar papeles y la desazón que tenía después Borges cuando se dio cuenta que había desaparecido un manuscrito suyo. También con su hermana ordenaban y tiraban papeles.

”A veces el señor Borges me pedía que le hiciera un paquete con algunos libros y se iba a la librería La Ciudad, donde por esa época recién estaban terminando de construir las estanterías, y dejaba el paquete en cualquier hueco. Eso hacía con los libros que no le gustaban”, asegura su ex empleada todavía sorprendida.

Pero algunas veces el método fallaba. El escritor en una ocasión dejó los libros debajo de la mesa de un bar que solía frecuentar y más tarde el mozo, que lo conocía, se los llevó de vuelta hasta su departamento. En cambio, con los diarios el asunto se resolvía fácil: ”los tiraba por el balcón”. No les gustaba su olor.

La ”fiel servidora” de Borges, como él mismo la definió alguna vez, sostiene que la muerte de la madre del escritor fue un golpe muy duro. ”Fue muy triste, se pasó el día diciendo: 'madre, madre'”. A partir de entonces, como hacía habitualmente, cada noche se paraba junto al dormitorio de la madre y le contaba lo que había hecho.

Ciego casi desde que Fanny lo conoció, Borges le preguntaba como era la gente que lo visitaba. Ella los describía. Una vez lo entrevistó, sin mencionar su nombre, César Luis Menotti, el director técnico de la selección argentina de fútbol que había logrado la Copa del Mundo de 1978. ”Cómo no me dijo quién era”, le reprochó luego a Fanny.

Borges había hablado por teléfono con Menotti para arreglar la entrevista pero no tenía idea de los galardones deportivos que tenía.

Uno de los pasajes más emotivos del libro es cuando Fanny asegura que Borges no quería dejar Argentina cuando estaba a punto de viajar a Ginebra, donde murió pocos meses después. ”No quiero irme Fanny, no quiero irme de aquí, porque si me voy me voy a morir lejos”, le dijo llorando al despedirse.

Cuatro meses después, Borges se casó con Kodama, cambió su testamento -que dejaba la mitad de sus bienes a Fanny— por otro que desviaba su patrimonio a su esposa. La empleada fue despedida y enjuiciada por llevarse consigo algunos trastos de cocina y una foto de su empleador.

Actualmente vive en Buenos Aires de la caridad de los amigos de Borges, que la siguen visitando. Ahora también podrá vivir de los derechos de autor, una paradoja que sin dudas divertiría a Borges. (

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