Ojalá las ONG dejen de existir algún día, dijo a IPS el presidente de la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo de España (CONGDE), David Alvarez Rivas. Eso significaría que no tendríamos razón de ser y un cambio radical en el mundo, sentenció.
Pero la situación no permite abrigar esperanzas a corto plazo, porque las compañías transnacionales y unos pocos países del Norte quieren que se mantenga la dependencia del Sur, mal llamado en desarrollo, porque poco y nada se hace para que se desarrolle, añadió Alvarez Rivas en entrevista con IPS.
La CONGDE, creada en 1988 por siete ONG (organizaciones no gubernamentales), agrupa ahora a 400 y forma parte de la Plataforma Coordinadora Europea de ONG.
-¿Hasta dónde pueden las ONG, de España y de otros países, impulsar el desarrollo de los países del Sur?
-Las ONG sólo gestionan ocho por ciento de los fondos de ayuda a otros países que otorga el gobierno español, y aunque gestionaran el total y lo mismo ocurriera en los otros países desarrollados, seguiría siendo insuficiente.
-¿Por qué?
-En primer lugar porque España, con (una asistencia al desarrollo equivalente a) 0,25 por ciento de su producto interno bruto está lejos todavía de llegar al compromiso total de dedicarle 0,7 (asumido por las potencias industriales ante la ONU). En segundo lugar, porque 80 por ciento de lo que actualmente se coloca en los presupuestos como ayuda oficial al desarrollo en realidad se dedica a promover el comercio, y a financiar la venta de productos y servicios españoles a los países del Sur. Por eso hemos planteado al nuevo gobierno (del socialista José Luis Rodríguez Zapatero) que esos fondos no dependan del Ministerio de Economía sino que pasen a Asuntos Exteriores y Cooperación.
-Si ese cambio se diera y se extendiera a otros países, ¿habrían logrado ya su objetivo las ONG? ¿Comenzaría el fin de estas entidades?
-No, de ninguna manera. No hay dudas de que se habría progresado y bastante, pero de ahí a lograr nuestros objetivos que son los de cooperar para que los países del Sur se desarrollen de manera sostenible, justa y equitativa, hay mucha diferencia. Eso no ocurrirá mientras no cambien las cosas en el Norte industrializado.
-¿Qué debería cambiar?
-La dependencia existe porque el Norte quiere que exista, ya que los países que integran este bloque se llenan la boca hablando de libre comercio, pero practican un inhumano proteccionismo, al que favorecen el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y otros organismos internacionales. Los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo indican que las brechas de la desigualdad, lejos de disminuir, aumentan. Es inconcebible que con un nivel de riqueza planetaria jamás vivida y con el desarrollo tecnológico alcanzado, en el Norte sobre todo, en el Sur se viva a la deriva, con miles de niños que mueren de hambre todos los días y con epidemias como la del sida, cuyo combate debería ser eje de la cooperación.
-¿Es algo que deben resolver los gobiernos?
-Los gobiernos tienen responsabilidad, claro está. Pero en esto también la tiene la sociedad civil en su más amplia acepción. Hay que lograr un cambio de criterio en el mercado de consumo del Norte, pues solo con lo que aquí se produce podría vivir el triple de la población mundial. Propugnamos un consumo responsable, el de las tres 'erres': reducir, reutilizar, reciclar. Tenemos cuestiones éticas de por medio y un ejemplo está en que firmamos el Protocolo de Kyoto (sobre cambio climático) pero seguimos aumentando la emisión de gases contaminantes. Están también las grandes empresas, que sólo piensan en bajar costos y aumentar ganancias, trasladando su producción a América Latina, Asia o Africa, con maquilas (ensamblaje industrial para exportación en zonas francas y con insumos importados) o lo que sea. Los consumidores debemos pensar siempre de dónde vienen los productos que consumimos, de qué están hechos, qué información proporcionan las empresas, y actuar en consecuencia.
-¿Encuentra relación entre el terrorismo internacional y el subdesarrollo?
-El caldo de cultivo del terrorismo es también responsabilidad en gran parte del Norte, porque no ha sabido comprender que el fomento del desarrollo apoya la no violencia. En España, que hasta 1980 recibía ayuda de otros países, incluso de América Latina, somos también responsables porque la desocupación, la pobreza, la marginalidad, son caldos de cultivo para que prendan ideologías en parte alimentadas por religiones y en parte por el rencor.
-¿Religiones terroristas, dice usted?
-No, de ninguna manera, porque el terrorismo no es una religión y tampoco hay una religión terrorista. Se puede ser fundamentalista musulmán, cristiano, budista o de cualquier otra religión, pero eso (el fundamentalismo) no debe achacarse a las religiones en general ni a ninguna en particular. Pero, insisto, hay que dar alternativas a la gente, invertir en los países del Sur, ayudar a que las personas se puedan educar desde la infancia, acceder a distintas visiones, no dar pie al rencor. Porque si desde niño se ve la prosperidad del Norte a costa de otros pueblos se puede acabar siendo un terrorista.
-El cambio de gobierno en España, ¿favorecerá las acciones de cooperación?
-Es pronto para pronunciarnos, debemos esperar, hay promesas a las que nos hemos agarrado con fuerza. En principio hay que destacar como positivo un cambio de talante, tendremos una interlocución de la que carecíamos y por cuya ausencia no nos sentamos en el Consejo de Cooperación, por desacuerdo de forma y fondo con el anterior secretario de Estado de Cooperación, Miguel Angel Cortez.
-¿En qué países ponen el acento las ONG españolas?
-Nos preocupa mucho la cuenca (de Africa) subsahariana, donde la situación es terrible, aunque por vinculación histórica y cultural tenemos más relaciones con América Latina, adonde está dirigida la mayoría de nuestros proyectos. Pero creemos que ha llegado el momento de que la política de cooperación española se dirija a los países de menos renta y que están agobiados por grandes problemas.
