DESARROLLO-AFRICA: A la paz por el agua

El ex canciller egipcio Boutros Boutros-Ghali no asistió a la última reunión ministerial de la cuenca del río Nilo. Pero una antigua frase suya sobrevoló la sala: ”La próxima guerra en la región será por el agua, no por la política”

Boutros-Ghali, quien luego sería secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), realizó esas declaraciones en los años 80. La posibilidad de una ”guerra del agua” se ha convertido en materia de estudios especializados y hasta de libros.

La frase se ha repetido en artículos sobre la escasez de agua en Africa, en especial por la tensión que enfrenta a los 10 países de la cuenca del Nilo, el río más largo del mundo.

Además de la del Nilo, otras cuencas transfronterizas africanas están sometidas a la creciente demanda de la población, la agricultura y la industria, como las del río Niger en el occidente del continente (compartida por nueve países) y la del Okavango, en Botswana y Namibia.

El Programa de las Naciones Unidas par el Desarrollo (PNUD) calculó que para 2025 uno de cada dos africanos vivirán en un país con escasez de agua, es decir que cada persona tendrá acceso a menos de 1.500 metros cúbicos por año.

Las conversaciones en curso por un uso más equitativo de las aguas del NIio dan cierto espacio a la esperanza, aun cuando fueron escenario de reclamos furibundos y hasta de amenazas de represalia.

El uso del agua del Nilo está regido por un acuerdo alcanzado en 1929 y revisado 30 años después, que da a Egipto y a Sudán el derecho a determinar si otros países de la cuenca podrán usar el recurso.

El Nilo recorre 6.693 kilómetros desde su nacimiento en Burundi y 5.588 desde su principal fuente de agua, el lago Victoria, entre Uganda, Kenia y Tanzania.

La cuenca ocupa tres millones de kilómetros cuadrados —10 por ciento de la superficie africana— y ocupa áreas de Burundi, Egipto, Eritrea, Etiopía, Kenia, República Democrática de Congo, Ruanda, Sudán, Tanzania y Uganda, países que suman 255 millones de habitantes.

Los acuerdos aseguran a Egipto, en cuya costa del mar Mediterráneo desemboca el río, un amplio control sobre las aguas del Nilo y restringe el uso de esos recursos a los países en que corre el curso superior.

El tratado de 1929 fue firmado entre las entonces metrópolis coloniales de la cuenca, Gran Bretaña e Italia, y el de 1959 entre Egipto y Sudán.

Aunque el acuerdo refleja claramente una obsoleta realidad colonial, Egipto, cuya economía depende en gran medida de la explotación del río, se ha resistido a revisarlo.

Pero el ministro de Recursos Acuíferos de Egipto, Mahmoud Abu-Zeid, asumió una postura más conciliadora en la última reunión de la Iniciativa de la Cuenca del Nilo, celebrada en Kenia en marzo. ”Egipto aceptará cualquier decisión derivada del acuerdo marco”, dijo entonces a IPS.

El acuerdo marco al que hacía referencia es el borrador de un tratado para compartir las aguas del Nilo, elaborado por la Iniciativa establecida en 1999 por los 10 países.

Aún está por verse si las palabras de Abu-Zeid reflejan un cambio de posición o si tienen como único objetivo calmar a los países de la región mientras Egipto considera nuevas estrategias para mantener su dominio sobre el río.

De cualquier modo, Anthony Turton, fundador de la Alianza de Universidades para las Aguas Tranfronterizas, consideró que el nuevo enfoque egipcio es ”un avance de proporciones astronómicas”.

Las estructuras intergubernamentales resultan útiles para resolver las disputas por el uso de ríos transfronterizos, dijo Turton a IPS.

La Comisión Técnica Permanente Tripartita fue establecida por Sudáfrica, Mozambique y Swazilandia en 1983 para discutir el uso del río Nkomati/Maputo.

Ese diálogo rindió frutos, a pesar de la tensión por el involucramiento de Pretoria en la guerra civil mozambiqueña y por el apartheid, el régimen de segregación racial institucionalizado en perjuicio de la mayoría negra que rigió en Sudáfrica hasta 1994.

Mientras, las discusiones sobre la cuenca del Okavango se concentran en planes para construir un ducto que desvía las aguas a la capital de Namibia, Windhoek, con el fin de promover el desarrollo y garantizar la seguridad en el suministro del agua.

La propuesta es cuestionada por ambientalistas que temen los efectos del drenaje sobre el delta del Okavango, una de las grandes áreas silvestres de Africa.

”Muchos creen que el Okavango es un río conflictivo, pero la comisión de la cuenca funciona muy bien”, dijo Turton.

En cuanto al Nilo, el experto considera que los 10 países deben cambiar el enfoque de ”compartir el agua” a uno de ”compartir los beneficios”. Esto significa aliviar la carga política del río y determinar cuál sería su uso óptimo.

La montañosa Etiopía podría albergar una serie de pequeñas represas hidroeléctricas y modestos proyectos de irrigación. La electricidad podría ayudar a construir una base industrial en este país, donde 80 por ciento de la población vive en la pobreza.

Adis Abeba podría abrir las compuertas de la represa en caso de que El Cairo se lo solicite. Pero no es seguro si Egipto, con una larga historia de animosidad hacia Etiopía, accedería a ello.

Por otra parte, los métodos de irrigación utilizados en Africa son sumamente ineficientes. La organización especializada Global Water Policy Project calculó que apenas seis por ciento de la superficie cultivada africana está irrigada, en comparación con el promedio mundial de 18 por ciento.

Pero varios países podrían decidir que les resultaría más eficiente importar alimentos y usar su agua para desarrollar su base industrial.

También hay preocupación por la contaminación.

”El lago Victoria, por ejemplo, se ha convertido en el baño de Africa oriental”, dijo a IPS Rosemary Rop, de Maji na Ufanisi (Agua y Desarrollo), una organización no gubernamental de Kenia. ”¿Cuán sustentables deben ser los proyectos alrededor del lago si la gente continúa muriéndose de cólera por falta de saneamiento?”

Del otro lado del continente, en el poblado nigeriano de Akassa, el pescador Friday Mai afronta su propio dilema como consecuencia de la contaminación petrolera del delta del río Níger.

”Históricamente, rara vez el agua ha sido motivo de una guerra directa entre estados”, dijo a IPS a través del correo electrónico la directora de Global Water Policy Project, Sandra Postel.

”Es más probable una guerra por el agua dentro de los países que entre ellos, en particular entre agricultores que comienzan a sufrir a tal grado la escasez de irrigación que su vida queda en peligro.

(*) Con aportes de Joyce Mulama, desde Nairobi, y Sam Olukoya, desde Lagos.

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