Las elecciones generales previstos para septiembre en Afganistán peligran por la creciente violencia, el escaso registro de votantes, la falta de recursos y el deterioro de la seguridad.
Si los comicios presidenciales y parlamentarios se celebran como están programados, la legitimidad del próximo gobierno afgano quedaría menoscabado, advirtió el representante especial de la ONU para Afganistán, Jean Arnault, al Consejo de Seguridad.
En primer lugar, la fortaleza de la próxima administración se vería disminuida por la percepción de que las elecciones fueron distorsionadas por la intimidación militar, sostuvo Arnault.
Además, acotó, muy pocos votantes se han registrado para concurrir a las urnas y faltan 80 millones de dólares necesarios para celebrar elecciones libres y justas, agregó.
La ONU (Organización de las Naciones Unidas) espera que se registren unos 10,5 millones de ciudadanos, pero hasta la semana pasada apenas 2,7 millones lo habían hecho.
No obstante, el registro de mujeres se aceleró y hoy representa al menos 37 por ciento del total, si bien éstas aún están subrepresentadas en el sudeste y el este, donde son menos de 30 por ciento.
La Unión Soviética, cuyas tropas ocuparon Afganistán en 1979, se retiró del país asiático en 1989, en las vísperas de su colapso.
El movimiento islámico Talibán llegó al poder en 1996 y fue depuesto por una operación militar estadounidense en diciembre de 2001, dispuesta en respuesta a los atentados terroristas que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington en septiembre de ese año.
Washington instaló a Hamid Karzai en el cargo de presidente. El mandatario depende de las fuerzas de seguridad que le brindan Estados Unidos y otros países para ejercer cierto poder, pero solo en Kabul y en los alrededores más inmediatos de la capital.
Las próximas elecciones están previstas para dar legitimidad a Karzai, considerado por opositores un títere de Estados Unidos.
Mientras 15.500 soldados estadounidenses se dedican a la caza de integrantes de la organización Al Qaeda —a la que se atribuyen los atentados de 2001— y de Talibán en el interior de Afganistán, la Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad (ISAF) está a cargo de custodiar Kabul.
Arnault dijo que aunque no se hayan registrado atentados suicidas últimamente en la capital, como los que apuntaron contra dos patrullas de la ISAF en 2003, un contingente de la fuerza multinacional fue atacado por una granada impulsada a cohete, matando a un soldado noruego.
Fuerzas opositoras operan ahora en pequeños grupos de entre 10 y 20 personas que toman como objetivo a la policía, el ejército, la administración pública, el gobierno y las organizaciones no gubernamentales afganas, agregó el funcionario.
En las últimas semanas, la cantidad de armas descubiertas por ISAF se ha incrementado y hay múltiples señales de actividad antigubernamental, lo que indica un rebrote en ciernes (de la insurgencia) del este al sur, sostuvo Arnault.
Desde el asesinato de un empleado de asistencia de la ONU en noviembre, la mayoría de los trabajadores internacionales contratados por más de 30 agencias dle foro mundial fueron retirados a otros países. Como consecuencia, la organización suspendió laasistencia a los refugiados que regresan del vecino Pakistán.
En una visita a Kabul el mes pasado, el general Richard Myers, comandante del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, sugirió que su país podría reducir gradualmente sus tropas inmediatamente después de las elecciones.
Pero eso, según analistas afganos, sería la receta del desastre.
Una reducción significativa de las tropas estadounidenses en Afganistán enviaría una señal muy negativa al pueblo afgano, dijo Mark Sedra, investigador asociado del no gubernamental Centro Internacional de Conversión en Bonn.
Eso alentaría la cada vez más predominante percepción entre los afganos de que Estados Unidos y la comunidad internacional vuelven de nuevo la espalda a su país, como sucedió tras el retiro de la Unión Soviética, añadió.