Los integrantes de un ejército de liberación avanzan, diminutos y verdes, por la fluvial Playa del Medio, rumbo al río Orinoco: son 20.000 tortuguillos de la especie arrau (Podocnemis expansa), muy cerca de dejar atrás el peligro de extinción gracias a un programa que ha devenido en rito conservacionista de cada abril en las llanuras de Venezuela.
Cuando los trabajadores del zoocriadero levantaron la red y abrieron el camino a la playa para los quelonios, Priscilla, de ocho años, exclamó: Estoy tan emocionada, las tortuguitas son muy lindas y debemos hacer todo para protegerlas.
El programa, desarrollado desde 1989 por el Ministerio del Ambiente, ha logrado criar en cautiverio y luego liberar 168.000 tortuguillos, y eso afianza la esperanza de que cese la amenaza sobre la especie.
Hace dos siglos la tortuga arrau era muy abundante en las riberas del Orinoco y sus afluentes. Hacia el año 1800, el naturalista alemán Alejandro von Humboldt calculó que unos dos millones de hembras arrau desovaban en el Orinoco Medio, un tramo de 700 kilómetros de largo (el río mide 2.140 kilómetros) y 400 metros de ancho, localizado a unos 400 kilómetros al sur de Caracas.
La arrau fue declarada en peligro de extinción a fines de la década de los 90. En algunos años se censó a menos de 200 hembras desovando.
Liberar 54.000 tortuguillos este año y completar la cifra de 168.000 al cabo de 15 años consecutivos es un logro histórico, comentó a Tierramérica Eddys Solórzano, funcionaria de Diversidad Biológica en el Ministerio del Ambiente.
Es todo un récord en América Latina, se regocijó la titular del despacho, Ana Elisa Osorio.
Los ejemplares de arrau son liberados a orillas del Orinoco y sus afluentes, así como del brazo Casiquiare, que lleva aguas al río Negro, y éste al Amazonas. Pero la especie no es exclusiva de Venezuela: en América Latina vive también en hábitat de Bolivia, Brasil, Colombia, Guyana y Perú.
Sabemos que en Brasil están trabajando con la arrau. La crían y liberan en su ambiente natural. En Perú también han hecho algunas liberaciones, dijo Solórzano.
Entre los depredadores de la arrau en aguas y suelos venezolanos, están peces como bagres y caribes, y reptiles como las babas (Caiman crocodilus).
Además, cuando no son protegidas, cinco por ciento de las crías es depredada por aves grandes, indicó a Tierramérica Marco Falcón, presidente de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias, que también participa en el programa.
Pero el hombre es el principal enemigo. Yo sí llegué a comer sancocho de tortuga. Pero ya no. Me involucré con su conservación hace como dos años y ahora le cambio una tortuga por un pollo a quien intenta matar a alguna, dijo a Tierramérica Gustavo Morillo, de 54 años y habitante de Capachal, una comunidad orinoquense.
Esta es una comunidad abandonada, no tenemos electricidad ni agua potable, pero no comería tortuga y nunca he participado en la caza de esos animalitos, dijo a Tierramérica Lilian Rodríguez, habitante de la pequeña Santa María del Orinoco.
Madre soltera de tres hijos, Rodríguez siembra frijoles, verduras y frutas. En ocasiones recibe alimentos del Ministerio del Ambiente o de familiares que habitan en comunidades cercanas.
Estamos satisfechos por lo que hemos logrado con las comunidades. Ahora las personas nos regresan las tortugas que les caen en las redes cuando están pescando. Hay que seguirlas motivando, señaló Solórzano, quien reconoce que en áreas distantes de los refugios hay comercio ilegal de tortugas.
Una tortuga se vende hasta en 100 dólares. En el Alto Orinoco (extremo sur) los huevos y las tortugas son vendidos a los mineros, apuntó Jesús Ramos, director de Diversidad Biológica.
La arrau adulta puede pesar 25 kilos y mide 60 centímetros o más. Se las comen a la mitad de la talla. Una tortuga, que pone 100 huevos por año, puede estar 60 u 80 años poniendo huevos, y de 8.000 que pone en promedio en toda su vida, sólo un tortuguillo llega a adulto, sólo uno la reemplazará, explicó a Tierramérica Omar Hernández, responsable del proyecto de cría en cautiverio y seguimiento de los liberados.
El Ministerio del Ambiente y la Fundación de Ciencias vigilan que los huevos, hasta 100 por cada nido, no sean robados. Al nacer, los tortuguillos, de cinco centímetros de talla y 15 gramos de peso, son recolectados y trasladados a la Estación Experimental Amazonas, en la margen derecha del Orinoco, que será su hogar por un año. Allí son criados en tanques de 100 metros cuadrados y en una laguna de 80 metros.
En el zoocriadero, las pequeñas tortugas son alimentadas con productos concentrados para peces, altos en proteínas y bajos en grasas, para que tengan un crecimiento acelerado, señaló Hernández.
Un año más tarde, con una talla de 10 a 15 centímetros y unos 200 gramos de peso, son liberados en riberas como Playa del Medio porque son los lugares donde nacen. Aquí desova la tortuga arrau, precisó Solórzano.
En su hábitat aumenta su posibilidad de supervivencia, es más difícil que los depredadores se las coman, explicó.
Tenemos expectativas de que la situación mejore. Hemos registrado este año al menos 1.200 nidos en la zona del Orinoco Medio, dijo Ramos. La cifra no se compara con la de hace 200 años, pero representa un aumento en relación con el pasado reciente.
Cada liberación es presenciada por escolares de la zona como Priscilla, quienes reciben educación ambiental y no se imaginan comiendo tortuguitas. (