PORTUGAL: Evolución en la revolución de los claveles

Cuando el regimiento acorazado de Santarem tomó 30 años atrás la plaza Terreiro do Paço, símbolo del poder ejercido con mano de hierro por medio siglo en Portugal, comenzaba el golpe de Estado más singular de la historia: militares levantados en armas para imponer la democracia por la fuerza.

Aquella madrugada del 25 de abril de 1974 los soldados partieron a la guerra con los ojos puestos en la paz. Fue el día más largo que vivió Portugal y el más corto para el dictador Marcello Caetano, despertado a las 05:00 horas por su secretario para comunicarle la noticia fatal: "la revolución está en la calle".

Bastó sólo una mañana para que los 144 capitanes conspiradores del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) lograsen que el régimen de "O Estado Novo" (El Estado Nuevo) corporativista, instaurado por Antonio de Oliveira Salazar tras el golpe militar de 1926, se desmoronase como un castillo de naipes.

Caetano, sucesor de Oliveira Salazar desde 1969, y el decorativo presidente de la república, almirante Américo Thomaz, se rindieron poco después humillados ante el joven capitán José Salgueiro Maia, quién los salvó de la ira popular llevándolos al aeropuerto en su blindado, donde embarcaron para Brasil.

La gesta de los capitanes se traducía en el programa del MFA, que ponía punto final a la dictadura más antigua de Europa y a la guerra contra los movimientos independentistas en las entonces provincias de ultramar africanas, para iniciar el desmantelamiento del último imperio colonial del mundo.
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El documento del MFA se sintetizaba en el "programa de las tres D": democratizar, descolonizar y desarrollar.

Pasados 30 años, los ahora generales, almirantes y coroneles, la mayoría de ellos en la reserva, entienden que el programa fue cumplido. Portugal es hoy una democracia parlamentaria insertada en la Unión Europea (UE), lo cual le significó un desarrollo inmenso respecto de tres décadas atrás y Lisboa ya no es una odiada metrópoli colonial.

Pero la calma en el debate político registrada en los primeros 29 años de democracia fue inesperadamente quebrada por el gobierno del Partido Socialdemócrata (PSD, conservador pese a su nombre) del primer ministro José Manuel Durão Barroso, al decidir realizar una campaña publicitaria subrayando que la efeméride debe celebrar no una revolución sino una evolución.

La postura del gobernante sorprendió a observadores y analistas, porque él mismo, hoy uno de los mejores aliados internacionales del presidente estadounidense George W. Bush, era en 1974 un destacado dirigente del maoísta Movimiento Revolucionario del Partido del Proletariado.

El gobierno destaca en su campaña que entre los grandes aspectos de la evolución de Portugal en las últimas tres décadas hay que contar la proliferación de los teléfonos celulares móviles y la existencia de canales de televisión por cable, autopistas y automóviles a buen precio.

Las reacciones no se hicieron esperar y se dio paso a una polémica de vastas proporciones que, contra lo esperado, no dividió al país entre izquierda y derecha sino entre dos bandos irreconciliables: los defensores de la memoria histórica, por un lado, y sus detractores, por el otro.

El propio presidente del parlamento, João Bosco de Mota Amaral, compañero de partido de Durão Barroso, se vio en la necesidad de aclarar las cosas la semana pasada, cuando garantizó que el Congreso "va a conmemorar la revolución, porque la evolución vino después".

Al mismo tiempo, los jóvenes más activos de la izquierda lusitana salieron a las calles durante la noche y con pintura roja colocaron una "R" al inicio de la palabra "evolución" de los carteles oficiales que rezan "Abril es Evolución: 30 años”.

Con esta campaña, de norte al sur del país, el gobierno parecía optar por la fuga de la historia, empeñándose en el olvido, lo que según la escritora y analista Ana Sá Lopes "es un hecho imperdonable en democracias adultas".

"La génesis de esta 'idea brillante' es la urgencia política, casi obsesiva, de colocar la historia en el sótano", sentenció la escritora.

Según Sá Lopes y otros analistas, el jefe del gobierno portugués optó por esta solución para complacer a su aliado de coalición, el Centro Democrático Social/Partido Popular (CDS/PP, de derecha nacionalista), de ideología dominante en el poder de hoy.

Según estos análisis, ampliamente divulgados por la prensa este mes, esta idea mítica del imaginario de la derecha radica en un pasado remoto, con la reconstrucción bondadosa del imperio, el recuerdo a la gesta épica de los grandes navegantes y la marca de los presuntos errores de los "capitanes de abril" en el proceso de independencia de las colonias.

Para el historiador Fernando Rosas, profesor de la Universidad de Lisboa, "el 25 de abril de 1974 fue una revolución con todas sus letras: la ruptura 'ilegal' con el régimen en vigor y la inauguración de una nueva era política, con movimientos sociales masivos".

El MFA "fue un movimiento revolucionario armado, conducido por oficiales intermedios cansados de la guerra colonial y que, al triunfar, decapitó las jerarquías castrenses", recordó Rosas.

En cuanto a la relación de esta campaña con el proyecto futuro para el país, el catedrático sostuvo que "era previsible que la derecha neoconservadora y neoliberal comenzase a ensayar este propósito ideológico de cortar la democracia portuguesa con su humus revolucionario".

Añadió que también tiene que ver "con las prioridades antisociales del gobierno PSD-CDS/PP, como es apagar la revolución de nuestra historia reciente".

Portugal "fue un modelo típico de transición por ruptura, o sea revolución, muy diferente al de España", opinó por su parte el profesor Vital Moreira, de la Universidad de Coimbra.

Moreira explicó que en España "se trató de una transición por evolución, ya que se realizó con los propios dirigentes que venían del franquismo", en referencia a la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).

Más duro en la crítica fue el coronel Mario Tomé, comandante del Regimiento de Policía Militar durante el período revolucionario de 1974-1975.

"Estamos ante un auténtico cretinismo de Durão Barroso, que usa técnicas de manipulación aprendidas con (el ex jefe de gobierno español, José María) Aznar", dijo a IPS el oficial en retiro que comandó uno de los "regimientos rojos" del MFA.

El 25 de abril de 1974 perdurará como una revolución, porque "no hay que olvidar lo esencial: la derrota de la política de la guerra colonial, por los soldados y los capitanes, dispuestos a todo para satisfacer las exigencias del pueblo de acabar con ella y dar las manos a los movimientos de liberación", apuntó.

Tomé sostuvo que "evolución es otra cosa y eso lo sabe bien Durão Barroso y sus propagandistas".

Otelo de Carvalho, quien fue "el rostro de la revolución" portuguesa, continúa 30 años más tarde defendiendo sus ideas, pese a que le costaron ir a prisión entre 1984 y 1989, acusado de pertenecer a grupos armados de extrema izquierda.

En efecto, pese a que el teniente coronel de artillería en retiro Otelo Nuno Romão Saraiva de Carvalho, es ahora "un feliz abuelo de 67 años", no ha perdido el ímpetu revolucionario que lo caracterizó como el oficial encargado de la coordinación operacional del golpe.

¿Evolución o revolución?, le preguntó IPS. Y el ex mayor respondió que el balance general "es positivo, porque en estos 30 años fueron alcanzados los objetivos estratégicos de las tres D: el régimen formal es de democracia representativa, ya no hay imperio y Portugal vivió un proceso de desarrollo enorme".

Pero esto "no significa que se cumplió todo el programa del MFA, que también pretendía un mayor equilibrio económico social y cultural, es decir, una democracia participativa", deploró el ex militar.

Otelo de Carvalho aclaró a IPS la interrogante que pasadas tres décadas todavía persiste: cómo fue posible un golpe militar sin muertos, no obstante la resistencia de parte de algunos sectores de la policía uniformada y los servicios secretos, así como de algunos nostálgicos del salazarismo.

"Los militares no queríamos matar a nadie. El MFA nació en Africa, donde combatíamos a enemigos reales, a los cuales no odias ni deseas disparar. Eso, aunque parezca una paradoja, crea un respeto por la vida", señaló.

Esa es "una gran diferencia con muchos ejércitos latinoamericanos de la década del 70, que sólo ganaban 'batallas' dando tiros en la nuca a obreros y estudiantes indefensos, capturados y amarrados para ser ejecutados”, concluyó con énfasis.

"Nuestra revolución fue fundamentalmente generosa. Este es el legado que los capitanes de abril dejamos a las generaciones futuras", puntualizó Otelo de Carvalho.

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