ESTADOS UNIDOS: El pasado no persigue a John Negroponte

John Negroponte, designado embajador de Estados Unidos en Iraq, especuló frente al Comité de Relaciones Exteriores del Senado sobre cuánta «soberanía» deberá tener el próximo gobierno nacional del país del Golfo.

El asedio estadounidense a la ciudad iraquí de Faluya "es el tipo de situaciones que deberán ser sometidas a un diálogo real entre nuestros comandantes militares, el nuevo gobierno iraquí y, creo, la misión de Washington (en Bagdad) también", según Negroponte, quien representaba a su país ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el momento de su última designación.

Esa frase fue demasiado, creyó el activista por la paz y los derechos humanos Andrés Thomas Conteris, director del programa latinoamericano de Nonviolence International, presente en la sala de audiencias del Senado cuando fue pronunciada.

Entonces, se puso de pie y, con voz resuelta, dijo: "No hay soberanía, señor embajador, si Estados Unidos continúan ejerciendo (el control de) la seguridad. Senadores, por favor, pregúntenle al embajador sobre el Batallón 316. Pregúntenle sobre el escuadrón de la muerte al que apoyó en Honduras."

Los funcionarios de seguridad del Congreso se apresuraron a enfrentarse con Conteris y lo escoltaron fuera de la sala. Mientras, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Richard Lugar, llamó al orden.

Negroponte, un diplomático de carrera de modales suaves como la seda que maneja con fluidez cinco idiomas, siguió con su testimonio como si nada hubiera sucedido.

Todos en la sala de audiencias sabían exactamente de qué hablaba Conteris. Pero los senadores ignoraron la interrupción, repitieron elogios a Negroponte por su distinguida carrera y por el coraje que demostraba al asumir una tarea tan desafiante y potencialmente peligrosa.

Solo dos senadores aludieron a Honduras, si bien oblicuamente, al sugerir que, si bien lo apoyaban ahora, tenían algunas diferencias con antecedentes remotos del funcionario.

Con el aval del Comité en la mano, Negroponte, quien ocupó altos cargos en la Casa Blanca y en el Departamento de Estado y que encabezó las Embajadas de su país en Ecuador, Honduras, México y Filipinas, se apresta a dirigir la que será desde julio la mayor sede diplomática de Estados Unidos.

Esa Embajada abrirá sus puertas en Bagdad luego de que la "soberanía" sea entregada a fines de junio de la Autoridad Provisional de la Coalición ocupante a un gobierno iraquí. Negroponte estará al frente de casi 2.000 empleados, la mayoría de ellos estadounidenses.

Amigo de larga data del secretario de Estado (canciller) Colin Powell, Negroponte es considerado generalmente un pragmático —más que un ideológo—, si bien con una reputación de "duro" que se remonta a su tarea como joven diplomático en el Vietnam de los años 60.

Algunos conocedores lo describen como una versión de bajo perfil del hasta junio jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, el embajador L. Paul Bremer.

Pero Bremer no trabajó en Honduras.

"Hablé ante el Comité porque Negroponte se estaba refiriendo entonces a la soberanía", dijo a IPS más tarde Conteris, hijo de una uruguaya y que vivió en Bolivia y en Honduras. "Estuve en Honduras cinco años, y sé el impacto de las políticas de Negroponte allí a comienzos de los años 80."

"A Honduras se la conocía entonces como USS Honduras, pues lo consideraban básicamente un portaaviones ocupado", explicó. Las siglas "USS" ("United States Ship") preceden el nombre de los buques militares estadounidenses.

Negroponte fue enviado a Tegucigalpa en los primeros meses del gobierno de de Ronald Reagan (1981-1989), con la finalidad de convertir Honduras en una base militar y de inteligencia dirigida contra la Nicaragua sandinista y los insurgentes izquierdistas en el vecino El Salvador.

En los cuatro años siguientes, cumplió con creces la misión que se le había encomendado al frente de la mayor Embajada de Estados Unidos en América por ese entonces.

Negroponte y el jefe de la estación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Tegucigalpa, Donald Winter, sellaron una alianza con el ambicioso comandante del ejército hondureño, general Gustavo Álvarez Martínez, quien admiraba e imitaba las técnicas de "guerra sucia" que aprendió de los militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1983.

El régimen argentino envió asesores a Honduras a pedido de Álvarez, con el objetivo de comenzar a construir una fuerza contrarrevolucionaria nicaragüense, apoyada por Estados Unidos, que fue conocida luego como "la Contra".

Hasta la llegada de Negroponte, Honduras era una nación tranquila y hasta somnolienta en medio de una región turbulenta, y sus militares eran considerados relativamente progresistas —aunque corruptos— en comparación con sus pares de los países vecinos.

Pero Álvarez cambió radicalmente esa imagen.

El militar creó una unidad especial de inteligencia de las Fuerzas Armadas hondureñas denominada Batallón 316, que recibió entrenamiento y equipos de la CIA y de la dictadura argentina.

Esa unidad fue, en realidad, un escuadrón de la muerte que secuestró y torturó a cientos de "subversivos" reales o supuestos, 180 de los cuales —entre ellos misioneros estadounidenses— nunca volvieron a aparecer. Esas actividades, inéditas en Honduras, se registraron mientras Negroponte era embajador.

El diplomático, a quien la prensa hondureña se refería con frecuencia como "el procónsul", supervisaba la expansión de dos grandes bases militares utilizadas por fuerzas estadounidenses y "contras" nicaragüenses.

Cuando el Congreso legislativo estadounidense restringió la capacitación de soldados salvadoreños en el territorio de ese país, Negroponte "persuadió" al gobierno de construir un Centro Militar de Entrenamiento Militar en Honduras para adiestrarlos.

Y lo logró a pesar de la tradicional enemistad entre los dos países, que se habían enfrentado en una sangrienta guerra menos de 15 años antes.

Negroponte defendió en numerosas oportunidades a Álvarez, a quien calificó de "profesional modelo", y desacreditó reiteradamente las denuncias sobre violaciones de derechos humanos, entre ellas las referidas a los escuadrones de la muerte, que escandalizaban al Congreso estadounidense.

En una carta que dirigió en 1982 a la revista británica The Economist, aseguró que la existencia de esos escuadrones era "una simple mentira". Dijo lo mismo ante el Congreso por esos días.

Los excesos de Álvarez fueron demasiado, aún para los militares hondureños. En un golpe cuartelero que tomó por sorpresa incluso a Negroponte y a Winter, el militar fue depuesto por sus propios camaradas en 1984. Negroponte regresó a Washington ese mismo año.

En los últimos 20 años, nuevos detalles salieron a la luz sobre el Batallón 316 y la situación de Honduras mientras Negroponte fue embajador. A fines de 2001, cuando el presidente George W. Bush lo designó al frente de la representación de la ONU, el diplomático insistió: "Aun hoy, no creo que operaran escuadrones de la muerte en Honduras."

Muchos observadores consideran poco creíbles para muchos, incluido el predecesor de Negroponte en Honduras, quien asegura haber informado en persona a su sucesor sobre los planes de Álvarez.

Y activistas de derechos humanos afirman haber logrado la liberación de al menos dos secuestrados gracias a las gestiones de Negroponte, y sugirieron que el diplomático estadounidense conocía a los responsables.

Expertos, activistas y legisladores confiaban en que los antecedentes de Negroponte serían analizados por el Senado cuando se considerara su designación como embajador en la ONU.

Pero la confirmación fue apresuradamente aprobada poco después de los atentados terroristas que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001.

El gobierno de Bush argumentó que no había tiempo para largas audiencias, dada la urgencia que tenía por hacer sentir su voz ante la ONU.

Ahora, Negroponte se dirige a Iraq para supervisar su democratización. (FIN/IPS/traen-mj/jl/ml/ip hd ik/04)

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