UNION EUROPEA: Ampliación zarpa en mar agitado

Todos los ciudadanos de la Unión Europea (UE) tienen iguales derechos, pero algunos son más ciudadanos que otros. Esta parece ser la premisa del bloque ampliado a 25 países, que arranca con restricciones a la libre circulación para los nuevos Estados miembros.

El malestar es visible en las capitales de Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, Polonia y la República Checa, los ocho países ex socialistas de Europa central y oriental que a partir del 1 de mayo harán parte del exclusivo ”club de los ricos” del continente.

Las medidas restrictivas a la circulación de ciudadanos de esos países durante los próximos siete años, afectarán solo a estas ocho naciones, ya que Chipre y Malta, los otros dos nuevos miembros, son considerados ”occidentales” desde siempre.

En la primera fase, de dos años, los 15 miembros actuales de la UE podrán aplicar, sin necesidad de justificación, desde el cierre de fronteras hasta medidas más suaves, como la exigencia de autorización de trabajo.

Las medidas que se adoptarán en los cinco años siguientes (divididos en periodos de tres y dos años) se revisarán después de analizar los resultados de los dos primeros.

Durante una visita a Budapest en marzo, el ministro de Trabajo holandés Jan de Geus reiteró que durante el señalado periodo se mantendrán las restricciones laborales, a lo que su homólogo húngaro Sándor Burány respondió que su gobierno ”está decepcionado, porque la UE está alterando sus promesas anteriores”.

Para Hungría, uno de los países que cuenta con mejores indicadores económicos en la inminencia de la ampliación, ”el único recurso es la reciprocidad”, añadió Burány.

Es decir, Budapest va a imponer también limitaciones a los ciudadanos de la actual UE, ”pero esta medida adquiere una dimensión más simbólica que real”, dijo a IPS el economista y profesor Attila Szabó, especialista en temas europeos.

”La entrada de los ocho al 'club' no sufrirá atrasos, pero bajo la condición de que sus poblaciones acepten ser tratadas como ciudadanos de segunda o de tercera categoría”, explicó el académico.

El bloque actual, formado por Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, España, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Portugal, Gran Bretaña y Suecia ”recela de los inmigrantes de la nueva UE”, añadió Szabó.

”Esta vez, los fantasmas no surgen del Magreb (occidente árabe), del Medio Oriente, de América Latina, de los países asiáticos o africanos. En el centro de las preocupaciones están ahora los ciudadanos de ocho de los diez nuevos miembros. Para los 15, nuevamente el peligro viene del Este”, ironizó el economista magiar en alusión a la vieja división de la Europa en los bloques político-militares de la guerra fría.

Por su parte, Endre Aczel, el principal columnista de temas relacionados con la ampliación del diario húngaro Népszabadság (Libertad del Pueblo), el de mayor circulación e influencia en el país, sostuvo en marzo que este cambio de actitud de los 15 ”se debe más bien a la obligatoriedad de conceder beneficios sociales que al empleo en sí mismo”.

”El derecho a los beneficios sociales es irrevocable en los Estados miembros y la única posibilidad de no reconocerlos, es negando el empleo”, explicó el analista.

Sin las limitaciones de la corrección política que enmarcan las declaraciones de los gobernantes del bloque, Aczel opinó sin tapujos que ”estas medidas restrictivas reflejan el temor de una avalancha de gitanos que inundarán el occidente (europeo) con el propósito de recibir estos beneficios sin necesidad de trabajar”.

La mayor parte del pueblo gitano del continente europeo reside en los territorios de los nuevos miembros, y tienen ingresos promedio de 23 por ciento respecto de los de la UE.

En Eslovaquia, ”los gitanos constituyen 9,2 por ciento de la población, en Hungría 4,9 y en la República Checa 3,1 por ciento. La zona oriental de Eslovaquia, donde se concentra la gran mayoría de esta comunidad, se convertirá en mayo en la región más pobre de la UE”, advirtió Szabó.

Y el economista magiar va más lejos, al recordar que además de ”la llamada invasión gitana”, la UE recela de Polonia, el más vasto de los ocho países, con 38 millones de habitantes ”y con un índice de desempleo de 22,4 por ciento, frente a 5,6 de Hungría y de 7,8 de la República Checa”.

En cambio, esta situación no se extenderá a todos los ciudadanos de los ocho países, porque para la pragmática UE ”existen los requeridos, cuyo mejor ejemplo son los jóvenes informáticos bien capacitados, que obtendrán trabajo y beneficios sociales sin ninguna dificultad”, vaticinó Aczel.

Los más ricos de la actual UE, encabezados por Alemania y Austria fronterizos con el disuelto bloque ex soviético, impusieron poco a poco la rigidez.

En sus argumentos recordaron los casos de España y Portugal, que cuando ingresaron al bloque en 1986, también fueron objeto de un régimen transitorio de siete años.

En febrero, Dinamarca, Finlandia, Francia, Holanda y Suecia, inicialmente más abiertos, anunciaron que tras un balance de cuentas, van a aplicar las medidas restrictivas.

De esta forma, estos países contrariaban la voluntad de España, Gran Bretaña, Irlanda y Portugal, mientras Luxemburgo manifestaba su voluntad de acatar a la mayoría e Italia permanecía en silencio, por divisiones en el seno de su gobierno.

Gran Bretaña, que no había colocado obstáculos visibles, acabó por convertirse en la gran sorpresa, al asumir la primera actitud concreta, anunciada por el primer ministro Tony Blair a inicios de febrero en la Cámara de los Comunes.

”Es importante reconocer que existe un riesgo potencial proveniente de los nuevos países adherentes”, dijo Blair.

Días más tarde, el ministro de Interior David Blunkett advirtió que ”los oriundos de los ocho países podrán registrarse para trabajar, pero no serán beneficiarios plenos del régimen de seguridad social durante sus dos primeros años de residencia en Gran Bretaña”.

Siguió luego Irlanda. Dublín hizo saber que no tenía otra alternativa que seguir los pasos de Londres, por el peligro de convertirse en una puerta de entrada demasiado amplia para quienes fueran bloqueados en otros confines de las islas británicas.

El flexible Portugal también corrigió su rumbo. El primer ministro José Manuel Durão Barroso, se reafirmó en febrero disponible ”a sostener las posturas más avanzadas en el ámbito de la UE, pero sin poder ser más abiertos que los demás países, porque eso podría causar un desvío de inmigrantes hacia nuestro país”.

La cantidad de visas de trabajo concedidas a inmigrantes de los ocho países candidatos, permiten a Portugal esta actitud más abierta que sus pares, receptores de inmigración de las naciones ex socialistas.

En un universo de medio millón de inmigrantes regulares y de presuntos 100.000 indocumentados, los grandes números europeos son detentados por Ucrania, Rumania y Moldavia, mientras de los ocho nuevos adherentes sólo hay en Portugal 2.313 residentes.

En Alemania y Austria se ve el proceso contrario. La gran presión migratoria proviene justamente de los nuevos miembros, en especial de Polonia.

Mariuz Ziomencki, director del diario Super Express de Varsovia, sostuvo en declaraciones a International Herald Tribune que ”cuando los sindicatos alemanes presionan a favor de niveles de salarios como los propios en Europa central, esto es visto aquí como una forma de mantener a los trabajadores polacos a distancia”, ya que las economías de estos países nunca podrían soportar ese peso. (

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