El gobierno pakistaní teme que su enemigo más terrible, el movimiento radical islámico Talibán, esté detrás del incendio intencional de nueve escuelas en las montañas del norte.
El gobierno de Pervez Musharraf sospecha que éste y otros grupos extremistas islámicos decidieron atacar organizaciones que reciban ayuda financiera extranjera.
En la misma noche del 15 de febrero, atacantes destruyeron con explosivos siete escuelas de niñas en la septentrional zona de Daril Tangir, donde la mayoría son practicantes del Islam sunita.
Cuatro días después, otras dos escuelas, una de ellas para niños, fueron incendiadas en Chilas, 120 kilómetros al sur de Gilgit, una de las principales ciudades de las llamadas Areas Septentrionales.
Las Areas Septentrionales son las zonas de Cachemira controladas por Pakistán, fronterizas al norte con Afganistán y China y al sur con India. Cachemira es una región de mayoría musulmana que se repartió entre Pakistán e India cuando ambos países se independizaron hace medio siglo.
Ningún estudiante murió ni resultó herido en los ataques, pero todos, en total 500, se quedaron sin clases luego de la destrucción de sus escuelas, la mayoría instaladas en modestos edificios con apenas dos o tres salones.
El gobierno señaló que los atentados habrían sido organizados por remanentes del movimiento radical islámico Talibán, derrocado y expulsado de Afganistán por las fuerzas de Estados Unidos en 2001.
Muchos ex integrantes de este movimiento, que mantenía vínculos con la red terrorista Al Qaeda, huyeron a las montañas de Pakistán.
Dos de los 23 sospechosos detenidos hasta ahora tendrían vínculos con grupos islámicos embarcados en una guerra santa.
Los atentados se produjeron poco después de que Musharraf pidiera la ayuda de los líderes religiosos del país para poner fin al extremismo, y pocos días antes del mes sagrado musulmán de Muharram.
Líderes religiosos y otros miembros de la comunidad musulmana condenaron los ataques pero señalaron que no podrían atribuirse a grupos locales. También le solicitaron al gobierno estrictas medidas de seguridad en el resto de las escuelas de las Areas Septentrionales.
Observadores locales sospechan que las escuelas fueron atacadas porque reciben financiamiento de organizaciones internacionales.
El norte pakistaní había sido escenario de atentados similares en el pasado. En julio, dos hombres lanzaron granadas a la oficina del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola. Un vigilante resultó herido en el ataque.
Todas esas escuelas fueron establecidas por el gobierno bajo el Programa de Acción Social, financiado por el Banco Mundial. Es muy probable que esa sea la razón de los ataques, afirmó el editor del diario The Kunjarab Times International, de Gilgit, Mir Aman.
Cuando estas escuelas comenzaron a atraer estudiantes, el alumnado a las madrasas (colegios musulmanes) comenzó a reducirse, y los fundamentalistas lo vieron como una amenaza a su sistema de valores, añadió.
Los habitantes de esta zona son muy religiosos y la educación de las mujeres es considerada una pérdida de tiempo, dijo Aman, y señaló que los ataques podrían desalentar a muchos padres que envían a sus hijas a estudiar.
En este ambiente, es lógico que los padres se asusten. Las personas quieren enviar a sus hijas a la escuela, pero el gobierno local debe garantizarles que no volverán a ocurrir nuevos incidentes, indicó.
Pero el periodista Sadat Al Mujahid, quien visitó las escuelas atacadas, señaló que los habitantes de la zona no parecen estar muy preocupados por la situación.
Hablé con algunos padres y me dijeron que si los ataques se hubieran perpetrado durante el día y sus hijos hubieran resultado heridos, entonces sí estarían asustados. Los habitantes están ya acostumbrados a las granadas y los incidentes, señaló.
Las montañosas Areas Septentrionales constituyen una de las zonas más hermosas de Pakistán, pero también la menos desarrollada. La mayoría de sus 1,5 millones de habitantes viven en la pobreza extrema y sólo 12 por ciento de ellos saben leer y escribir.
La mayoría de los habitantes creen que enviar a sus hijos a las escuelas del gobierno es algo contrario al Islam, y que educar a sus hijas sería corromper sus mentes.
Sin embargo, hay una creciente demanda de educación, y por eso la destrucción de las escuelas tuvo un efecto devastador, pues el gobierno no tiene recursos para reconstruirlas, señaló Mujahid.
Aman dijo que el gobierno debe trabajar más intensamente para obtener el respaldo de la comunidad musulmana, sobre todo de los máximos líderes religiosos, para sus programas educativos en todo el país.