En vísperas del Día Internacional de la Mujer, muchos activistas se preguntan si la guerra contra el terrorismo lanzada por Estados Unidos ha convertido al planeta y a este país en lugares más seguros para la población femenina.
Para la mayoría, la respuesta es negativa, aunque el gobierno de George W. Bush ha exhibido el sufrimiento de las mujeres con el fin de obtener apoyo para sus acciones militares en Medio Oriente y en Asia central.
El gobierno de Bush ha hecho la guerra contra el terrorismo sobre las espaldas de las mujeres de Iraq y Afganistán, dijo Jung Hee Choi, del Centro de Recursos para las Mujeres de Color con sede en Oakland, en el occidental estado de California.
Pero Bush no alcanzó avances significativos para los derechos femeninos en esos países, agregó. Muchos temen que esos derechos retrocedan al estadio anterior a la ocupación, especialmente en Iraq, donde las mujeres gozaban de más equidad que en la mayoría de los países de Medio Oriente.
De hecho, eso es precisamente lo que sucedió, dijo Jodi Evans, cofundadora de Código Rosa por la Paz, quien finalizó hace pocos días su tercera vez Iraq en un año.
Las mujeres están peor que cuando estaban bajo Saddam Hussein, el depuesto dictador iraquí, aseguró Evans a IPS.
Un millón de viudas de la guerra Iraq-Irán fueron desalojadas de sus viviendas subsidiadas por el estado, la violación se ha generalizado, el desempleo es de 70 por ciento y hay abusos dentro del hogar como antes no había, sostuvo.
Mientras estuvimos allí, 12 prostitutas fueron asesinadas a tiros, dijo.
Evans presentará este lunes, Día Internacional de la Mujer, un informe a legisladores estadounidenses detallando los abusos que detectó en el país árabe ocupado por Washington y los exhortará a exigir responsabilidad al gobierno en la protección de los derechos femeninos.
Los asesinatos 'por honor' también están aumentando en Iraq, observó Vivian Stroumburg, directora ejecutiva de la organización internacional de derechos humanos femeninos MADRE. Las activistas reciben amenazas de muerte. La discriminación afecta cada área de la vida de las mujeres.
El aumento del fundamentalismo en todas las comunidades religiosas causa estragos en mujeres de todo el mundo, añadió.
De todos modos, las mujeres iraquíes se aseguraron esta semana una participación de 25 por ciento en la Asamblea Nacional de Transición, según la constitución provisoria que aún debe ser aprobada.
Además, el Consejo de Gobierno Iraquí designado por Estados Unidos resolvió dejar sin efecto el código familiar islámico que había sustituido el de corte liberal que rigió durante el régimen de Saddam Hussein, luego de una vigorosa campaña realizada por activistas.
También hay algunas buenas noticias en Afganistán. La flamante constitución garantiza la ciudadanía tanto a hombres como a mujeres, con iguales derechos y deberes. La carta también establece que un cuarto de los escaños de la cámara baja del parlamento serán ocupados por mujeres.
Pero la equidad de género parece más lejana que nunca en Afganistán. La mayoría de las mujeres aún lucen el sofocante burqa, pesada túnica negra que cubre todo su cuerpo, dejando un pequeño espacio libre para los ojos.
Además, cunden las golpizas, secuestros y violaciones cometidas por combatientes y milicianos cuyas organizaciones cuentan con el respaldo de Washington.
Activistas se quejan de que el presidente Hamid Karzai restauró el infame Departamento del Vicio y la Virtud, ahora con el nombre de Ministerio de Asuntos Religiosos.
Las clases mixtas son ilegales, el derecho al libre tránsito y a los viajes está oficialmente restringido para las mujeres, y se les prohibe cantar en público. En noviembre, se confirmó la vigencia de una ley que impide a las mujeres casadas recibir educación secundaria.
Pero en el territorio de la superpotencia que encabeza la ocupación de Iraq y Afganistán también se restringen los derechos de las mujeres de origen musulmán.
Ocurrió hace un año. Eran las cinco de la mañana en la ciudad de Tampa, en el sudoriental estado de Florida, Estados Unidos, cuando Nahla al-Arian se despertó con fuertes golpes en su puerta.
En cuestión de minutos, su esposo, Sami al-Arian, fue arrastrado fuera de la vivienda por agentes federales que lo acusaban de recaudar dinero para la organización terrorista Jihad Islámica Palestina.
Desde entonces, Al-Arian, profesor de computación en la Universidad del Sur de Florida residente en Estados Unidos desde 1975, continúa preso aunque no se lo acusó formalmente de delito alguno. El juicio comenzará en febrero de 2005. Y su esposa ya tiene grandes dificultades para mantener a su familia.
No tengo trabajo, y no creo que me permitan trabajar con mi velo y mi apellido árabe. Sami perdió su trabajo, yo perdí mi seguro de salud. Es una verdadera lucha pagar las facturas cada mes, afirmó.
Perdí toda seguridad y toda privacidad. Siempre siento que alguien me vigila, agregó.
Los defensores de la familia Al-Arian, reunidos en una amplia gama de organizaciones que va de las de corte académico a las musulmanas, afirman que Sami es un preso político al que se castiga por su activa simpatía con la causa palestina.
Nahla al-Arian conduce su automóvil una hora dos veces por semana para visitar a su esposo en la cárcel de Coleman. El pasa 23 horas diarias en una celda de cuatro metros cuadrados sin ventanas. A veces lleva a sus hijos.
Nahla al-Arian debe conversar con su esposo por teléfono a través de una ventana de acrílico, aunque a otros presos se les permite tener contacto con sus familiares.