A las defensoras de los derechos femeninos en Arabia Saudita no les preocupa la obligatoriedad de usar velo, como creen sus pares de Occidente, sino ganar respeto y equidad política, social y laboral.
En esta sociedad, las mujeres no solo constituyen la mayoría de la población, sino también la mayoría de los graduados universitarios. Pero gozan de apenas un puñado de los derechos que en Occidente se dan por sentados.
No tienen libertad para elegir una carrera universitaria: el derecho y la ingeniería figuran entre las que le son vedadas. No pueden votar, viajar sin autorización del marido o de un tutor masculino, conducir vehículos ni trabajar en la mayoría de las dependencias del Estado.
Y aunque obtengan empleo en el sector privado, lo usual es que se las ubique en un espacio físico separado del destinado a los hombres.
Pero lo que quizás haya atraído más la atención de organizaciones feministas y de derechos humanos de Occidente es la obligatoriedad de cubrirse el cabello con un velo negro y vestir abaya, la tela también negra que cubre del cuello a los tobillos.
Mujeres sauditas dentro del país aplauden algunas de las acciones de presión de los activistas fuera de fronteras, pero cuestionan el énfasis que ponen sobre las cuestiones religiosas, lo que relega a un segundo plano los derechos políticos y sociales.
Los habitantes de la cuna del Islam son conservadores por naturaleza y no hay mucho espacio para discutir el problema de la abaya, sostuvo Samar Fatani, una de las mujeres más activas en la defensa de los derechos femeninos dentro de Arabia Saudita.
No creo que la abaya sea una cuestión de debate en nuestro país. Realmente valoramos nuestras tradiciones islámicas. Y Arabia Saudita tiene un lugar especial en el mundo musulmán, por lo que debemos ser un ejemplo. No hay discusiones al respecto, dijo Fatani a IPS.
Las mujeres no suelen aflojarse o quitarse el velo en la calle, en los centros comerciales, en los restaurantes caros y ni en los lugares de trabajo.
En muchos ámbitos sociales, los velos simples y holgados dejaron lugar a otros ceñidos o de diseños novedosos, y muchas mujeres hablan abiertamente de la posibilidad de que les permitan elegir otros colores, no sólo el negro.
Pero una tormenta política y social se desató a comienzos de año cuando mujeres sauditas se quitaron la abaya y el velo y departieron abiertamente con hombres en una conferencia internacional sobre economía en Jeddah, la segunda ciudad del país.
A la conferencia, patrocinada por el gobierno, asistieron figuras internacionales como el ex presidente estadounidense Bill Clinton. El discurso de apertura correspondió a Lubna Oyalan, presidenta de una de las principales compañías privadas sauditas.
Dirigentes conservadores advirtieron que las mujeres presentes en esa reunión de expertos habían ido demasiado lejos.
El muftí de Arabia Saudita (principal autoridad religiosa), jeque Abdul Aziz Al Sheikh, condenó a las mujeres que violaron las reglas sobre vestimenta.
Les advierto sobre las graves consecuencias de esta acción. Lo más doloroso es que este escándalo haya ocurrido en Arabia Saudita, la tierra de los dos lugares santos (La Meca y Medina), cuyos reyes siempre han cumplido las leyes islámicas sin temor ni críticas, escribió el jeque Abdul.
De todos modos, muchas mujeres de Arabia Saudita dicen no pretender un debate sobre la vestimenta, sino ganar respeto social y equidad política.
La periodista Kinda Bulkhair, de poco más de 20 años, estudió fuera del reino y trabaja en uno de los dos diarios en lengua inglesa que existen en este país. Su deseo, dijo, es que las mujeres tengan poder para contribuir más con la sociedad, y que obtengan reconocimiento por su aporte.
Una mujer saudita modelo se apegaría a su ideología, explicó Bulkhair. Se vestiría conservadoramente, pero trabajaría en posiciones gerenciales. Sería tan importante como un hombre. Lo que le falta a las mujeres es respeto e importancia social, sostuvo.
Esto es cultural. No tiene nada que ver con la religión, sino con el carácter retrógrado de los hombres de esta sociedad, dijo.
El desempleo en este país es de entre ocho y 30 por ciento de la fuerza de trabajo masculina, según las diversas fuentes que se manejan. El reino está inmerso en un intenso debate sobre reformas económicas, apertura a las inversiones y a la tecnología, mejoras educativas y aumento de la productividad.
Funcionarios del gobierno y empresarios admiten que las mujeres están mejor educadas y más motivadas que los hombres. Si las declaraciones sobre apertura económica del gobierno son serias, debería considerarse seriamente el ingreso masivo de mujeres en la fuerza de trabajo, afirman.
Las opiniones son muy variadas. Algunos religiosos, desde la extrema derecha, preferirían confinar a las mujeres a sus hogares. Pero hay otros clérigos dispuestos a ceder.
Debemos obligar a algunos conservadores a renunciar a sus opiniones, pero eso no significa que debamos demoler todas las fronteras, dijo el activista islámico Mohsen al-Awaji.
La posición de Al-Awaji no es tan amplia como la de las defensoras de los derechos femeninos. El les permitiría votar, tener cédula de identidad y, tal vez, conducir un vehículo. Pero no trabajar junto a los hombres, dejar de usar abaya y velo o viajar sin permiso del hombre que las representa.
Algunas mujeres también prefieren que se mantenga el actual estado de las cosas. Los conservadores no son solo hombres. (