Ana Trasviña, de 26 años, murió hace un año debido a negligencia médica y falta de medicamentos, en un hospital del estatal Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). No fue un caso aislado, sino un síntoma más de la crisis de ese organismo quebrado y próximo al colapso.
Tal como mi hija, hoy muchos siguen muriendo y sufriendo vejaciones en los centros médicos del IMSS, dijo a IPS Arturo Trasviña, padre de la fallecida.
Diversos estudios indican que el IMSS, que brinda servicios médicos a unos 12 millones de mexicanos, está en quiebra básicamente por los ingentes recursos que requiere para mantener los privilegios que en materia de salarios, retiros y pensiones tienen sus 491.000 trabajadores y pensionados.
En los 1.785 centros de salud del Instituto, creado en 1959, las denuncias por malos tratos y escasez de medicamentos crecen como espuma. Es que no hay dinero, se justifican sus directivos.
El IMSS pagará este año a sus 376.000 trabajadores activos y a sus 115.000 jubilados más de 15.000 millones de dólares, mientras que para crear nueva infraestructura médica y mantener la actual gastará apenas 71 millones de dólares.
Además, erogará otros 3.049 millones de dólares para cubrir las pensiones de dos millones de jubilados del sector privado, que optaron por el retiro antes de 1997, año en que una reforma legal creó fondos privados de retiro.
Cuando se retiren los actuales trabajadores en actividad, que son unos 12,2 millones, podrían obtener mejores beneficios que los jubilados de ahora, pues los fondos privados de retiro son manejados por instituciones financieras que invierten el dinero de sus clientes con la idea de multiplicarlo.
En todo caso, y con independencia de que tales inversiones sean exitosas, las cuentas del Estado tienden a aliviarse, pero la reforma de 1997 no salvó las finanzas del IMSS.
En la actualidad, cerca de la mitad de los gastos del seguro son pagados por el Estado, cuya participación aumenta cada año alrededor de tres por ciento, y el resto lo financian aportes de los trabajadores activos.
Según Trasviña, su hija fue una víctima más del estado de coma en el que vive el IMSS.
Ana llegó el 11 de enero de 2003 a las 15:50 horas a la sala de urgencias de un hospital del IMSS en la ciudad central de Guadalajara, con un cuadro de sinusitis. Fue revisada de manera superficial y enviada a una sala de espera donde 100 pacientes la antecedían.
Ocho horas después murió de un paro respiratorio atribuido a la tardanza en ser atendida y a la falta de medicamentos.
El caso fue presentado a la estatal pero independiente Comisión Nacional de Derechos Humanos, ante la cual el IMSS es uno de los cuatro organismos del Estado más demandados.
El IMSS puede morir en cinco años más, si no se reforma su funcionamiento, alertó en febrero su director, Santiago Levy, al instar a los trabajadores de ese organismo a renegociar su actual sistema de retiros y pensiones, y pedir que aumenten os aportes de empresarios y empleados del sector privado.
El domingo 14, el sindicato del IMSS resolvió que sus miembros incrementarán de forma escalonada sus aportes, del tres por ciento actual de sus salarios a seis por ciento en 2012, pero eso dista mucho del 15 por ciento al que demandó llegar Levy.
En cuanto a los patrones y trabajadores del sector privado, no hay ningún acuerdo para elevar la contribución de 15 a 19 por ciento de sus salarios que entregan al IMSS, básicamente para obtener servicios médicos.
Hemos cedido, pero ya no renunciaremos a ningún privilegio, pues los hemos ganado con trabajo y negociación, señaló la dirigencia sindical del IMSS que con el apoyo de otros sindicatos amenaza con paralizar el país si el gobierno insiste en reformar el régimen de pensiones y jubilaciones del seguro social estatal.
Todo es una mentira, el IMSS no está en crisis, declaró Juana Martínez, dirigente sindical de ese organismo, que desde su creación fue utilizado por sucesivos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para dar trabajo a allegados.
La obtención de privilegios mencionada por Martínez se dio a menudo a cambio de apoyo político al PRI, que gobernó en forma ininterrumpida durante siete décadas hasta 2000, cuando fue elegido el actual presidente Vicente Fox.
En 2001, el gobierno de Fox anunció que el IMSS estaba prácticamente en quiebra.
El presidente ha señalado que mantiene su interés en reformar al IMSS, pero añade que para cumplir ese propósito debería modificar los beneficios de sus 491.000 trabajadores y jubilados, quienes con apoyo del PRI advierten que no renunciarán a sus canonjías.
Hasta la fecha y por la correlación de fuerzas políticas, cambiar la situación del IMSS parece imposible, señaló el analista Enrique Quintana.
Los pasivos de ese organismo suman en la actualidad 35.000 millones de dólares, mientras sus reservas son sólo 2.400 millones de dólares. Ni vendiendo todos los activos podría cubrir su déficit, indica un reporte del IMSS entregado al Congreso Legislativo.
Los problemas del seguro estatal crecieron de la mano del sistema de retiros y pensiones de sus empleados, y el Estado optó por gastar cada vez más para evitar su quiebra.
Francisco Aguirre, director de la firma Valuaciones Actuariales, dijo a IPS que el seguro social podría dejar de operar en menos de ocho años, debido a su inviabilidad financiera.
Según los contratos firmados por el gobierno con el sindicato del IMSS, los trabajadores del seguro estatal pueden retirarse al cumplir 28 años de servicios, sin importar su edad, y con una jubilación mayor que su último salario.
Además, cuando los salarios de los trabajadores activos aumentan, las jubilaciones suben en igual proporción. Hoy, en promedios, la edad de retiro de los trabajadores del IMSS es 53 años y su pensión mensual más de 1.500 dólares.
Para los dos millones de jubilados que no trabajaron en el IMSS pero aportaron dinero de sus salarios para obtener servicios de salud y un retiro, la situación es diametralmente distinta.
Esos ex trabajadores no pudieron retirarse antes de los 65 años y ahora reciben una pensión que no supera los 200 dólares mensuales.
La población económicamente activa de México es de 40 millones, pero poco más de la mitad de los trabajadores están en el sector informal, por lo que no aportan nada para su retiro ni tienen esperanza de una jubilación.
Del grupo restante, unos 12 millones ya no esperan recibir a futuro una pensión del IMSS, aunque sí el beneficio de la atención médica, pues desde hace seis años invierten parte de sus salarios en fondos privados de retiro.
No obstante, al igual que los dos millones de jubilados que aún reciben dinero del IMSS, deberán esperar a tener 65 años para retirarse.
El IMSS camina sin retorno hacia la muerte, pero su sindicato es ciego y el gobierno de Fox parece que optará por dejar el problema a su sucesor, que asumirá en 2006, tal como lo hicieron sus predecesores, sentenció el politólogo Martín Peralta.