EEUU-HAITI: Lo que importa a Washington

Luego de dejar la democracia haitiana completamente abandonada a su suerte durante tres años, el gobierno de George W. Bush se da cuenta ahora de que el desafío es reconstruir una nación devastada, muy cerca de sus costas.

Estados Unidos facilitó (o según rumores dispuso) la partida el domingo del renunciante presidente Jean-Bertrand Aristide a Africa, y la llegada de tropas propias, francesas y canadienses para mantener el orden en la capital y abrir lo que Bush llama ”un nuevo capítulo” para el país caribeño.

Pero si esto inicia o acerca un ”futuro esperanzador”, como dijo, está en duda.

Mientras el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Boniface Alexandre, asumió la presidencia como indica la Constitución, muchos funcionarios se preguntaban este lunes en Washington cómo convocar a elecciones medianamente legítimas en 90 días, según lo que establece la carta magna.

”Estados Unidos no tiene mucho con que trabajar”, dijo a IPS Jocelyn McCalla, director de la Coalición de Nacional para los Derechos Haitianos, con sede en Nueva York.

”La coalición opositora (no violenta) es demasiado ecléctica, y creo que se desintegrará rápidamente”, mientras el hasta ahora gobernante Lavalas ”es más un movimiento que un partido y dudo de que sobreviva a Aristide”, opinó.

Crear un gobierno interino también será muy complicado, estiman analistas al tiempo que señalan las intenciones de los rebeldes, conducidos por ex militares que ya derrocaron a Aristide en su primer mandato, y por jefes paramilitares como Louis Jodel Chamblain y Jean Tatoune, del Frente para el Avance y el Progreso de Haití, que sembró terror en la última dictadura (1991-1994).

El secretario de Estado (canciller) Colin Powell se refirió indirectamente a ellos cuando dijo el sábado que ”no quisiéramos que algunos individuos reingresen a la sociedad civil en Haití por su pasado, y esto es algo en lo que deberemos trabajar”.

El líder aparente de este grupo es Guy Philippe, un oficial entrenado por Estados Unidos que ganó reputación de brutal como jefe de policía en las ciudades de Delmas y Cap Haitien. En diciembre de 2001 encabezó un fallido intento de derrocar a Aristide, en el que murieron 12 personas.

Aunque Philippe negó días atrás cualquier interés en acceder al poder, ya parece haber cambiado de opinión. Interrogado por la cadena británica BBC el domingo sobre si sus fuerzas esperaban estar representadas en el nuevo gobierno replicó: ”No espero. Sé que seremos parte de él”.

Philippe y sus seguidores, muchos ex soldados, no ocultan su deseo de recrear el ejército, para lo cual cuentan con respaldo de la elite económica para la cual gobernaron en la última dictadura.

Pero otros grupos opuestos a Aristide, como organizaciones civiles, sindicales y campesinas, se sentirían amenazados por una resurrección militar.

De hecho, estas organizaciones y otras internacionales reclaman a la Fuerza Multinacional Interina (nombre del contingente de mantenimiento de paz enviado por la ONU) particular esfuerzo en desarmar completamente a los rebeldes y a las milicias pro Aristide.

”El fracaso en desarmar y desmovilizar al ejército y los paramilitares en 1994 ha sido una de las causas de la actual violencia en Haití”, dijo este lunes la organización Amnistía Internacional, con sede en Londres.

Las fuerzas de paz deben arrestar a Chamblain y a Tatoune, ambos convictos por cometer asesinatos políticos en los años 90, agregó Amnistía.

Además de todas estas tareas, las fuerzas de la ONU deberían recuperar la economía, hambrienta de asistencia internacional desde 2000, cuando Washington y otras naciones donantes congelaron la ayuda ante las denuncias opositoras de fraude electoral.

Sería muy fácil para el Banco Mundial y otras agencias financieras internacionales liberar los fondos rápidamente, pero el propio gobierno estadounidense debería aportar varios cientos de millones de dólares al año para mantener la economía a flote, según James Dobbins, enviado especial a Haití del ex presidente Bill Clinton (1993-2001).

Dobbins reclamó fondos para reconstruir las instituciones del Estado, en ruinas tras el regreso de Aristide al poder, debido el Congreso legislativo no reunía votos para esa ayuda por la antipatía que despertaba el izquierdista presidente en los legisladores republicanos, dijo Dobbins en un artículo publicado a mediados de febrero en el diario The New York Times.

La alternativa (más caos en Haití y el seguro flujo de miles de personas buscando refugio en Estados Unidos) sin duda preocupa a la administración, que desplegó a su guardia costera en torno a la isla para detener y devolver a cualquiera que pretenda dejar el país.

De hecho, más de 500 personas interceptadas mientras pretendían huir por mar y algunas señales de que Aristide podía estar alentando un éxodo persuadieron a Washington de cambiar su espera por un imposible acuerdo interno e involucrarse en el envío de tropas.

”Pese a los pronunciamientos de Washington sobre salvar la democracia haitiana y hacerlo a tiempo, su interés está limitado a evitar que los haitianos emigren hacia aquí en grandes cantidades”, dijo McCalla.

”Pero si éste sigue siendo el pensamiento predominante en Washington, entonces afrontaremos otro desastre en el futuro”, pronosticó. (

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