De pronto la sociedad civil de Argentina tiene en sus manos decidir el destino de lo que fue sede del más emblemático centro de torturas y asesinatos de opositores en la pasada dictadura, la ESMA. ¿Qué hacer allí para preservar la memoria?
Al sentir las primeras contracciones (de parto) fue descendida al sótano de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) donde estaba la sala de torturas y la enfermería, dice el relato (*) de dos sobrevivientes del siniestro centro argentino de detenciones ilegales de la dictadura (1976-1983).
Los hechos acerca de una de las tantas mujeres capturadas que dieron a luz en ese lugar, están compilados en el informe Nunca más, escrito en 1984 por la Comisión Nacional de Desaparición de Personas.
Ahora, la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) está a punto de ser cedida por la marina de guerra argentina a organizaciones de derechos humanos para convertirla en un museo de la memoria sobre ese pasado reciente.
Símbolo de la represión ilegal, el casino de oficiales de la ESMA, en pleno centro de Buenos Aires, fue mudo testigo de los tormentos a que fueron sometidos unos 5.000 opositores prisioneros, la mayoría hoy desaparecidos.
Algunos sobrevivientes, muy pocos, dieron su testimonio para el informe Nunca más.
Organismos de derechos humanos consiguieron comprometer al gobierno a desalojar la ESMA, aún ocupada por la marina, y a obtener así el predio de 19 hectáreas con 15 edificios, donde se instalará un espacio para la memoria histórica.
Sobrevivientes no creyeron que vivirían para verlo. Aun los más escépticos se entusiasman ahora con participar en los actos de recuperación.
El enorme terreno pertenecía a la ciudad de Buenos Aires, pero fue entregado a la marina en 1924 para que funcionara allí un centro de enseñanza naval, con el compromiso de devolverlo cuando ya no cumpliera esa función.
En 1998, el entonces presidente Carlos Menem (1989-1999) firmó un decreto para demoler los edificios y crear un gran espacio verde con un monumento a la reconciliación de los argentinos.
Contrarias a la demolición, organizaciones de derechos humanos obtuvieron una orden judicial para impedir la ejecución del decreto. Pero los edificios siguieron ocupados por la Armada.
Ahora el gobierno ha ordenado que vuelvan a manos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que desde hace tiempo apoya a los activistas en su intento de instalar allí un proyecto de preservación de la memoria.
El anuncio oficial del traspaso se hará este miércoles, cuando se cumplan 28 años del golpe de Estado que dio inicio a una de las dictaduras más cruentas de América Latina.
La represión ilegal mató a más de 9.000 personas (desaparecidas), según registros oficiales, o 30.000, según organizaciones humanitarias.
El presidente Néstor Kirchner prometió a sobrevivientes y familiares de las víctimas que la ESMA será un espacio para la memoria en el que los organismos de derechos humanos decidirán qué destino dar a las instalaciones.
Para esas organizaciones, lo único seguro de momento es que habrá un museo de la memoria, todo lo demás está en debate.
El Museo del Holocausto de Washington llevó cinco años de discusiones. No se puede esperar que nosotros resolvamos el tema en 15 días, dijo a IPS Mabel Gutiérrez, de la agrupación Familiares de Desaparecidos y Detenidos Políticos, que junto a otras ocho entidades humanitarias conforma la alianza Memoria Abierta.
Esa alianza, creada para mantener vivo el recuerdo de la acción del terrorismo de Estado, trabaja desde 1999 en distintos proyectos.
Ellos son un archivo de testimonios orales, uno de documentos, y otro de fotografías, y un programa de topografía de la memoria que se propone hacer visibles los más de 300 sitios en los que la dictadura mantuvo prisioneros a los opositores políticos.
En este último programa se ubica el plan de crear el Museo de la Memoria en la ESMA, para el cual familiares han contribuido con documentos, fotos y objetos personales de las víctimas.
Algunas prisioneras dieron a luz allí a sus hijos y los criaron por unas semanas o meses, antes de ser asesinadas. Las niñas y niños fueron entregados a familias de sus captores, adopciones ilegales.
El museo que queremos se llamó el primer coloquio de Memoria Abierta, cinco años atrás, para discutir, con expertos en museología y organismos de derechos humanos, qué destino dar a la ESMA.
Creíamos que eso iba a ocurrir en 20 o 30 años, admitió Gutiérrez sorprendida por la rapidez con que se desencadenaron los hechos.
Memoria Abierta inscribió incluso el proyectado museo en una Coalición Internacional de Museos de Conciencia en Sitios Históricos, que reúne más de una decena de centros en distintos países, erigidos en escenarios de genocidios, guerras o actos de grave opresión o discriminación.
No hay acuerdo entre las organizaciones no gubernamentales acerca de reconstruir las instalaciones tal cual estaban cuando funcionaba en el casino de la ESMA el centro de prisioneros, y mucho menos acerca del relato que tendrá el recorrido o los objetos e imágenes a exponer.
Activistas e instituciones también deberán resolver qué hacer con el resto de los edificios.
Todos coinciden en que el predio debe ser cedido en su totalidad, para evitar la convivencia con militares.
Además, los sobrevivientes aseguran que eran llevados con grilletes a otros edificios del predio, que en la plaza central aterrizaban helicópteros con prisioneros, y que en el campo de deportes se incineraron cuerpos de los que morían en las salas de tortura.
Estoy segura de que nos vamos a poner de acuerdo, dijo Gutiérrez en torno a las diferencias acerca del destino de cada edificación.
Dos semanas atrás, el jefe de la Armada, Juan Godoy, admitió que la ESMA fue un símbolo de la barbarie donde se cometieron hechos aberrantes.
Al hablar en un acto público, admitió que el presidente reclamó a la fuerza que cediera las instalaciones en las que funcionan cinco instituciones de enseñanza para militares y civiles, y trasladarlas a otro sitio en Buenos Aires a fin de año.
El viernes, Kirchner se reunió con una treintena de sobrevivientes de la ESMA para recorrer la sede. Abrazados algunos o tomados del brazo, ex prisioneras y prisioneros caminaron por allí con la emoción contenida.
Muchos volvían por primera vez desde su liberación. Es como cerrar una historia, dijo Manuel Franco, detenido 46 días en la ESMA en 1979.
Según organizaciones de derechos humanos, casi un centenar de sobrevivientes viven en Argentina o en el exterior. Pero la mayoría de los que pasaron por la ESMA están desaparecidos.
Quien fuera su responsable máximo, el dictador y ex almirante Emilio Massera, guarda prisión domiciliaria, procesado por el secuestro de menores nacidos en el cautiverio de sus padres.
El ex marino Adolfo Scilingo, un arrepentido de haber cometido crímenes como represor, confesó en 1995 que los prisioneros de la ESMA eran arrojados vivos al mar en un relato que conmovió a la sociedad y al mundo, publicado en el libro El vuelo, del periodista Horacio Verbitsky.
La ESMA fue también punto focal de los diversos delitos que rodeaban la política de secuestros, tormentos y asesinatos de opositores: robos y saqueos de propiedades y falsificación de documentos.
En el predio existía un depósito donde se guardaban los frutos del saqueo a las casas de los secuestrados: muebles y electrodomésticos que se vendían o se repartían entre los militares como botín de guerra.
Además, se encontraban allí una imprenta con maquinaria robada en la que se fraguaban documentos, y una inmobiliaria, que traspasaba ilegalmente bienes raíces de las víctimas a una empresa, creada por un grupo de marinos.
Este miércoles, cuando se cumpla un nuevo aniversario del golpe de Estado, familiares y sobrevivientes colocarán imágenes los desaparecidos en las rejas que rodean la terrible escuela.
Luego ingresarán al predio para asistir al anuncio presidencial. Un concierto, en el que actuarán los músicos argentinos León Gieco y Víctor Heredia y el catalán Joan Manuel Serrat, pondrá fin a la ceremonia.
Será el primer paso de un debate para la reconstrucción histórica del pasado.
(*) Testimonios de Sara Solarz de Osatinsky y Ana María Marti en el libro Nunca más sobre los pormenores del parto de María del Carmen Moyano, quien tuvo una niña. Las tres mujeres estuvieron detenidas en la ESMA. La niña fue robada por un suboficial del ejército. Madre e hija continúan desaparecidas.