Aunque el filme Ciudad de Dios no ganó ningún Oscar el domingo, frustrando algunas esperanzas patrióticas, sus cuatro postulaciones a la estatuilla son celebradas como una conquista del cine brasileño.
La presencia de la película en Hollywood fue alentadora especialmente para sus actores y actrices, la mayoría adolescentes y habitantes de los barrios pobres y marginados de Río de Janeiro, tal como los personajes a los que dieron vida.
Buena parte de ellos entró por primera vez al lujoso hotel Sheraton de la ciudad brasileña, como invitados para asistir por televisión a la entrega de los premios de la estadounidense Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas de Hollywood, el domingo por la noche.
Viven muy cerca, en el Vidigal, la favela (barrio precario) vecina al Sheraton.
Son miembros del grupo teatral Nós do Morro (Nosotros, los del morro) que actuaron en el filme, dando visibilidad mundial al exitoso proyecto desarrollado hace 18 años por la dedicación del director Guti Fraga para ampliar los horizontes de niñas, niños y jóvenes pobres del Vidigal.
Las postulaciones al Oscar ya representaron un triunfo, evaluó Fraga, refiriéndose al orgullo de sus pequeños actores en participar del espectáculo que de alguna manera reconoció la calidad artística del cine brasileño.
Ciudad de Dios fue postulada al Oscar en mejor dirección, guión adaptado, fotografía y edición (o montaje).
No haber triunfado en ninguna categoría es lógico, dados los criterios imperantes en Hollywood, y especialmente en un año en que la superproducción El Señor de los Anillos- El retorno del rey atropelló a la competencia llevándose 11 premios.
Pero hasta el último minuto, los brasileños alimentaron una ligera esperanza, especialmente para el trabajo de Daniel Rezende, un editor de solo 28 años, que se probó por primera vez en el largometraje con Ciudad de Dios.
Por ese trabajo ya había ganado en 2003 el premio de la British Academy of Film and Television Arts (BAFTA, Academia Británica de Artes Fílmicas y de Televisión).
Con su talento reconocido, trabaja ya en su cuarto largometraje. Uno de los anteriores Diarios de motocicleta, dirigido por Walter Salles, parece también destinado a disputar premios por la acogida que tuvo en enero en el estadounidense Festival de Sundance, de cine independiente.
Diarios de motocicleta es la reconstitución de la gira latinoamericana del mítico guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara, antes de unirse a Fidel Castro en México y sumarse a la revolución cubana.
Rezende era deejay, una actividad en cierto modo hermana del montaje cinematográfico, ya que se basa en la edición y mezcla digital de música y sonidos. Luego pasó a editar cortos publicitarios, con tanto éxito que el director Fernando Meirelles decidió entregarle el montaje de Ciudad de Dios, pese a su inexperiencia.
Su talento es innato. Es sorprendente cómo en sus primeros trabajos muestra ya tanta sensibilidad dramática, noción del ritmo cinematográfico y control de todos los detalles, opinó la cineasta Eliane Caffé, directora de la película Narradores de Javé, también editado por Rezende.
Ciudad de Dios consolidó el reconocimiento del guionista Braulio Mantovani, por la adaptación de la novela en que se basó el filme con el mismo título, escrito por Paulo Lins.
El libro describe la violencia y la invasión del narcotráfico en un barrio artificialmente creado en la periferia de Río de Janeiro en los años 60, para trasladar allí residentes de favelas que ocupaban áreas nobles de la ciudad, destinadas a sus capas más ricas. Sus 540 páginas hablan de 250 personajes.
Los demás postulados al Oscar fueron el director Meirelles, un publicista que se sumó a las huestes del cine, y el veterano fotógrafo César Charlone, un uruguayo de madre panameña que se considera brasileño después de vivir décadas en Sao Paulo.
Poco se habla de la codirectora, Katia Lund, quien tuvo un papel clave en la producción, por sus conocimientos acumulados como realizadora de documentales sobre las favelas y el narcotráfico y por haber entrenado a centenares de actores infantiles y juveniles que debutaban en cine.
Aunque el filme es un resumen del libro, tiene 60 personajes principales y 150 secundarios, además de haber movilizado 2.600 figurantes, los cual exigió un gigantesco trabajo actoral.
Además de promover Nós do Morro, que protagoniza espectáculos teatrales en la ciudad, el filme condujo a la creación del grupo Nos do Cinema (Nosotros, los del cine), que trata de mantener unidos a los actores y buscarles nuevos trabajos.
Algunos de ellos ya actúan en telenovelas y programas de televisión.
Ciudad de Dios sorprendió atrayendo millones de espectadores en 2002, convirtiéndose en uno de los mayores éxitos brasileños de taquilla. Pero también cumplió una función social, abriendo perspectivas para actores y actrices de las favelas, y promovió el cine de este país internacionalmente, participando incluso de la fiesta de Hollywood, aunque sin los premios anhelados.