Pese a la fuerte presencia militar de Estados Unidos en Japón y Corea del Norte, China es la fuerza dominante en Asia y Washington no puede determinar la agenda política ni económica en esa región, opinaron analistas.
El dominio chino es reflejo del cambio de prioridades diplomáticas de Washington en Medio Oriente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el aumento del intercambio comercial y cultural dentro de Asia, y el compromiso de Beijing con la comunidad internacional a todo nivel, afirmó Kishore Mahbubani, representante permanente de Singapur ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El gobierno comunista chino ahora está preparado para hacer cosas que nunca hizo antes, por ejemplo proponer un acuerdo de libre comercio con el sudeste asiático y admitir su mal manejo de la epidemia SRAS (síndrome respiratorio agudo severo, o neumonía atípica), el año pasado, sostuvo el analista.
Siente que ha perdido dos siglos, y que ahora llegó su hora, agregó.
A los ejemplos citados por Mahbubani podría agregarse la acusación de proteccionismo comercial de China a Estados Unidos el jueves 11, un día después de que el gobierno de George W. Bush presentara una queja contra Beijing ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por proteger a su industria de los semiconductores.
También el elogio de un funcionario de la OMC a China por su transparencia al informar sobre los últimos brotes de la gripe del pollo, en contraste con su reticencia del año pasado a informar sobre las verdaderas dimensiones de la epidemia de SRAS.
Y que la cancillería china terminó las últimas conversaciones sobre la crisis nuclear de Corea del Norte exhortando a todas las partes a hacer esfuerzos concertados para alcanzar un acuerdo.
Claramente, la gran potencia en Asia no es Estados Unidos, sostuvo Kurt Campbell, vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales y subdirector adjunto de Defensa de Estados Unidos bajo la presidencia de Bill Clinton (1993-2001).
Lo más sorprendente para mí es la confianza e iniciativa de los diplomáticos chinos en el plano multilateral, expresó Campbell, y agregó que esos diplomáticos, bien apreciados en organizaciones internacionales, pueden ser el medio para extender el dominio de China en Asia.
Tanto Campbell como Mahbubani fueron disertantes en un seminario sobre Asia contemporánea patrocinado por la Fundación Sasakawa para la Paz, con sede en Washington.
Sin duda, las bases militares de Estados Unidos en Asia son el factor individual más importante de estabilidad en la región, y no sufren ninguna presión para retirarse, observó Mahbubani.
Pero el prestigio de Estados Unidos en Asia fue dañado por su papel dominante en el Consejo de Seguridad de la ONU, que sólo responde a crisis internacionales cuando los intereses de los ricos y poderosos están en juego, sostuvo. Y si la mayor potencia del momento no desea cambios, congela a la organización, añadió.
Esa falla estructural, continuó Mahbubani, se reproduce en el Fondo Monetario Internacional, con frecuencia utilizado para imponer exigencias económicas de Washington a países en desarrollo.
Quedan muchas preguntas sin contestar sobre el papel que tuvo el Fondo en la crisis financiera de Asia de 1997, agregó.
Como resultado, dijo, Asia comenzó a cuestionar la perspectiva que ofrecen la cadena de noticias estadounidense Cable News Network (CNN) y otros medios occidentales, y las barreras alguna vez infranqueables entre países rivales de la región comenzaron a derribarse.
Una de las señales más visibles de ese cambio puede apreciarse en la frontera entre Vietnam y China, hasta hace pocos años fuertemente militarizada. Ahora ya no hay soldados ni minas de tierra, y en cambio hay un próspero intercambio comercial, destacó Mahbubani.
Esta creciente integración de Asia, junto con la fuerza económica de China, Corea del Sur y otros países, convierten a la región en un modelo mucho más realista que el que Estados Unidos tiene para Medio Oriente, opinó el analista.
Washington se equivoca al pensar que puede lanzar en caídas un modelo de desarrollo en un país como Iraq y generar una gran transformación. Si los países de Medio Oriente siguieran el modelo asiático, donde las diferencias culturales se transformaron en afinidades culturales, sus probabilidades de éxito serían mucho mayores, sugirió Mahbubani.
Campbell, que manejó las relaciones del Departamento de Defensa (Pentágono) de Estados Unidos con Asia oriental durante gran parte de la década de 1990, coincidió en que existe una profunda y creciente ambivalencia hacia Estados Unidos de parte de Asia.
Pero no cree que un cambio de gobierno en Washington revierta esa tendencia. Se trata de una ambivalencia estructural y continua, aseguró.