AGRICULTURA-MEXICO: Atrapados en la pobreza

La agricultura es un tesoro para un puñado de los 20 millones de habitantes del campo mexicano y una condena a la pobreza para la gran mayoría. Cada día 600 personas abandonan las zonas rurales.

De 31 millones de hectáreas cultivadas en México por año, en menos de un millón se concentra la creciente producción de tomate, espárrago, calabaza, brócoli, pepino, limón, mango y sandía, cuyas exportaciones crecieron entre 45 y más de 250 por ciento en los últimos 10 años.

A quienes cultivan esas frutas y hortalizas con poco o ningún subsidio del Estado, el éxito les sonríe. Para el resto, que paradójicamente recibe apoyo oficial, la pobreza es la cosecha permanente, pues se afanan en cultivos con resultado no competitivo en el mercado, o destinados al autoconsumo.

”Hay grandes distorsiones en el campo y una es que pocos campesinos y empresarios apuntan a conseguir capital e invertir en productos exitosos, mientras la mayoría recibe apoyo estatal y se mantiene en la mera subsistencia por razones históricas, estructurales y de otro tipo”, explicó a IPS Diego Contreras, experto en comercio agrícola.

Cifras oficiales indican que tres cuartas partes de las unidades agrícolas del campo mexicano, donde se concentra 75 por ciento de la pobreza del país, son cultivadas en gran parte para el autoconsumo de sus dueños o arrendatarios.

Además, de 35 a 40 por ciento de la fuerza laboral agrícola se dedica básicamente a la plantación de maíz, cultivo tradicional y de gran importancia en la dieta de los mexicanos, pero que afronta una durísima competencia de Estados Unidos, el mayor vendedor mundial de esa gramínea, a la que aplica biotecnología para multiplicar su productividad.

Por cada tonelada de maíz en México, donde está vedada la siembra de grano transgénico, se requiere la labor diaria de unos 14 trabajadores, mientras en Estados Unidos la mano de obra diaria requerida es cien veces menor, señaló una a investigación contratada por la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte.

Acorralados por la pobreza y la falta de oportunidades, 600 campesinos abandonan a diario las áreas rurales mexicanas, para buscar trabajo en las ciudades o intentar ingresar a Estados Unidos, a menudo en forma irregular.

La culpa del quiebre de la agricultura la tiene la apertura comercial basada en las recetas del ”neoliberalismo”, señalan el Consejo Agrario Permanente y la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas, dos de las principales del sector.

México abrió sus mercados en 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), del que forma parte con Canadá y Estados Unidos.

En los 10 años de vigencia de ese tratado, el producto interno bruto (PIB) agrícola de México creció en promedio anual 1,7 por ciento, mientras el promedio de aumento del PIB total del país fue 2,6 por ciento.

Esos datos no difieren mucho de los registrados antes de la apertura con los socios de América del Norte. En los 14 años previos al TLCAN, el PIB agrícola mexicano aumentó en promedio 1,3 por ciento al año, y el promedio de aumento del PIB nacional fue 2,4 por ciento.

”Culpar al libre comercio de todo el fracaso del campo mexicano es una falacia, pues las cifras demuestran que el campo está en crisis por la malas políticas oficiales y la falta de inversión en investigación y estudios de mercado”, señaló Contreras.

La crisis en que vive el sector rural sobrevivió a la revolución agrarista de comienzos del siglo XX, que cobró alrededor de un millón de vidas, y a 71 años de gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la fuerza política que se dice heredera y defensora de ese proceso, y que en 2000 dejó la presidencia.

De todos modos, el TLCAN, firmado por un gobierno del PRI, parece haber agudizado en parte el deterioro del agro, pues el interés de invertir en ese sector decayó drásticamente con la entrada en vigencia del acuerdo.

En 1993, la inversión extranjera directa en la agricultura mexicana fue 1,1 por ciento del total, y en 2003 había disminuido a 0,02 por ciento.

Además, la importación anual de alimentos se disparó a 11.000 millones de dólares anuales en 2002, cuando en 1982 era apenas de 1.790 millones.

De 1993 a 2003, las exportaciones totales de México crecieron en promedio anual 13,9 por ciento, pero las agrícolas sólo 6,6 por ciento. No obstante, las de frutas y legumbres, que son los productos más exitosos del agro, aumentaron a una tasa superior a 11 por ciento anual.

”Hay que buscar un nicho agrícola y explotarlo, pues de lo contrario todo seguirá deteriorándose en el campo”, dijo a IPS Patricio Martínez, quien tiene una pequeña empresa dedicada al cultivo y venta de productos orgánicos (sin uso de abonos o pesticidas químicos, y sin semillas transgénicas).

Las ventas externas de productores orgánicos mexicanos pasaron de 34 millones de dólares en 1996 a 187 millones de dólares en 2002.

El año pasado, las organizaciones campesinas exigieron al gobierno reformular el comercio agrícola con los socios del TLCAN, para evitar un empobrecimiento mayor por el inicio de una nueva etapa de apertura agrícola.

El proceso de apertura se pactó en tres etapas: la primera en 1994, con la entrada en vigencia del tratado, la segunda en enero de 2003 y la tercera en 2008.

El acuerdo final entre el gobierno del presidente Vicente Fox y los campesinos, luego de protestas y negociaciones, fue cumplir lo pactado con los socios del TLCAN y entregar nuevos subsidios y apoyos a los agricultores, una estrategia seguida sin mayor alteración en los últimos 50 años por las autoridades.

Según el plan en marcha, se entregará a mediano plazo ayuda al sector campesino por valor de 1.800 millones de dólares, cifra que se agregará al presupuesto anual estatal para el campo, de unos 11.700 millones de dólares anuales.

Con ello, el promedio de subsidio estatal anual a los agricultores se ubicó en 53 dólares por hectárea, mientras que en Estados Unidos, uno de los países que más protege y apoya a sus campesinos, es 122 dólares por hectárea y por año.

”El campo vive una crisis estructural que debe atenderse con inversiones, investigación y políticas de competencia y no sólo con subsidios, estrategia que por sí sola, no da frutos”, afirmó Contreras.

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