Las deserciones en las fuerzas de seguridad del gobierno de Afganistán, entrenadas por países occidentales, complican los planes de establecer un ambiente seguro para las elecciones del próximo junio.
El gobierno de Ahmed Karzai, respaldado por Estados Unidos, creía que los comicios podrían realizarse en la fecha prevista en base a la creación de un Ejército Nacional Afgano, de 10.000 miembros, y una fuerza policial de 20.000 hombres.
Pero más de 3.000 soldados ya abandonaron sus puestos, luego de haber recibido entrenamiento de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. También se temen deserciones en las fuerzas policiales que están entrenándose.
Un funcionario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que tiene tropas desplegadas en Afganistán, sugirió el jueves que la votación podría postergarse hasta agosto debido a la situación de seguridad, informó el diario londinense The Financial Times.
Un día antes, el presidente Karzai había pedido a la alianza atlántica más tropas para salvaguardar el proceso electoral.
Claramente, entrenar más policías y soldados forma parte de la creación de un ambiente más seguro para estas elecciones, declaró Jean Arnaul, representante especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Afganistán.
El objetivo es tener 20.000 policías entrenados, dijo a la prensa Manoel de Almeida e Silva, portavoz de la Misión de la ONU en Afganistán (UNAMA), en Kabul. Eso es lo que esperamos. Veremos si se convierte en realidad, agregó.
El despliegue de más fuerzas de seguridad es esencial para desarmar a los señores de la guerra que todavía mandan en la mayor parte del país y extender la seguridad de Kabul a las áreas rurales en este país devastado por la guerra, con 28 millones de habitantes.
En diciembre de 2001, grupos afganos rivales firmaron con la mediación de la ONU el Acuerdo de Bonn, para dejar atrás dos décadas de guerra y formar un gobierno pos-Talibán, encabezado por Karzai, de la etnia pashtun (patán).
El régimen del grupo extremista islámico Talibán había sido derrocado pocas semanas antes por Estados Unidos, que lo acusó de proteger al saudí Osama bin Laden y su organización radical Al Qaeda, a los que Washington considera responsables de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Según el Acuerdo de Bonn, deben celebrarse elecciones presidenciales y parlamentarias antes de mediados de 2004.
Para lograrlo, el ejército y la policía deben ofrecer protección a 8.400 sitios de registro electoral, la mitad para hombres y la mitad para mujeres. Hasta ahora, sólo se han registrado un millón de los 10,5 millones de votantes elegibles estimados, según la UNAMA.
Un experto atribuyó las deserciones a la influencia de Washington en Afganistán.
El naciente ejército afgano tiene su moral debilitada debido a los avances del (derrocado) Talibán y porque el verdadero poder continúa en manos de incontables señores de la guerra, no del gobierno central, declaró James Ingalls, del Instituto de Tecnología de California y director fundador de la Misión de Mujeres Afganas.
El actual Ejército Nacional Afgano no es más que otra facción armada respaldada por Estados Unidos, y además débil, sostuvo Ingalls, autor del libro Comprando mentes y corazones en Afganistán.
El jefe nominal del ejército es el presidente Karzai, ampliamente reconocido como un títere de Estados Unidos, pero en los hechos el ejército responde al ministro de Defensa, general Mohammed Fahim, que es un señor de la guerra, afirmó Ingalls.
No sorprende que el naciente Ejército Nacional Afgano experimente masivas deserciones mientras pequeños ejércitos al mando de señores de la guerra respaldados por Estados Unidos se distribuyen por todo el país, las propias fuerzas estadounidenses realizan operaciones militares sobre la frontera con Pakistán, y Talibán se reagrupa.
Sin una gran fuerza internacional de paz, no está claro cómo la estrategia de Estados Unidos de respaldar milicias para 'mantener la paz' en todo el país permitirá que el nuevo ejército se haga cargo de la seguridad, dijo Ingalls.
Mark Sedra, investigador asociado del Centro Internacional de Bonn para la Conversión, dijo a IPS que las deserciones en el ejército llegaron a 10 por ciento al mes en el verano boreal de 2003, pero desde entonces se redujeron a tres por ciento.
Según Sedra, el principal motivo de las deserciones es la dificultad para mantener un equilibrio étnico en la composición del cuerpo, sumado a los problemas para atraer reclutas calificados.
Hay un número desproporcionadamente alto de tajikos y desproporcionadamente bajo de pashtunes (la etnia mayoritaria en Afganistán), en particular entre los oficiales, observó.
Esto ha causado una creciente sospecha hacia el ejército en las comunidades pashtunes. Según informes, algunos oficiales tajikos han atacado física y verbalmente a reclutas y soldados de grupos étnicos rivales, aunque Estados Unidos no lo confirmó, señaló Sedra.
La baja remuneración de los soldados es otro motivo de deserción, sostuvo. El sueldo de 50 dólares al mes fue aumentado a 70 dólares a fines de 2003, pero el ejército de Estados Unidos estimó que se precisarían 150 dólares al mes para mantener a los reclutas en las filas.
A esto se agrega la falta de un sistema bancario, que impide a los soldados estacionados lejos de sus familias enviar dinero a su casa. Muchos se fueron a casa con su primer sueldo y nunca más volvieron, dijo Sedra.
Mientras, el proceso de reclutamiento de policías es afectado por la corrupción endémica del Ministerio del Interior, la falta de fondos para pagar sueldos, la ausencia de un sistema de pago y la falta de equipos.
Washington intentó acelerar el programa mediante el establecimiento de siete centros regionales de policía. Esperan completar el entrenamiento de 60.000 policías para 2005, pero será muy difícil, concluyó Sedra.