José López Portillo, ex presidente de México (1976-1982) y defensor entusiasta de las causas del Sur en desarrollo, murió este martes por la noche a los 83 años, y se llevó a la tumba sus culpas por una grave crisis económica y el asesinato de cientos de opositores de izquierda.
Fue el último de una serie de presidentes mexicanos que se guiaron por los postulados de lo que ahora se conoce como "ala jurásica" y nacionalista del Partido Revolucionario Institucional (PRI), gobernante de 1929 a 2000, según la cual el Estado debe ser grande, poderoso y benefactor. Sus sucesores aplicaron orientaciones sustancialmente distintas.
El ex presidente, fallecido luego de contraer una pulmonía, fue mencionado con insistencia, en los dos últimos años, en la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, encargada de investigar la llamada guerra sucia de los años 70 y 80.
El comité ciudadano que apoya a la Fiscalía afirmó a comienzos de este año que había elementos suficientes para demandar el arraigo (prohibir la salida del país) de los ex presidentes Luis Echeverría (1970-1976) y López Portillo, por su presunta responsabilidad en delitos políticos.
En los años 70 y 80, las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron, torturaron y desaparecieron a más de 500 opositores, en su mayoría de grupos de izquierda, según investigaciones de la estatal pero independiente Comisión de Derechos Humanos.
Pero López Portillo siempre aseguró que esa cuestión le era ajena. "Nunca supe" de esas desapariciones, afirmó en noviembre de 2001.
"Lamento que se esté dando publicidad a una cosa tan remota (la "guerra sucia"), tan lamentable, aunque el presidente (Vicente Fox) está en su legítimo derecho de darle importancia a las cosas que suceden en una sociedad que él preside", dijo en aquella ocasión.
Fox, el primer presidente en siete décadas que no integra el PRI, mantiene la oferta de aclarar y castigar esos crímenes desde que asumió su cargo a fines de 2000. No obstante, hasta la fecha ningún político de relevancia de los años 70 y 80 ha sido detenido.
"López Portillo nunca reconoció sus responsabilidades", y "ahora se lleva sus culpas a la tumba sin que el Estado haya podido encausarlo", dijo a IPS el historiador Marcelo Padilla.
Las atrocidades cometidas en los años 70 y 80 fueron la otra cara de gobiernos que reivindicaron su condición de "revolucionarios", defendieron a Cuba en foros internacionales, propusieron un nuevo orden económico mundial y acogieron a cientos de perseguidos políticos y guerrilleros de otros países.
López Portillo fue un entusiasta impulsor de reuniones internacionales donde se reivindicaba el Movimiento de Países No Alienados y el derecho de los países del Sur a un futuro de prosperidad.
En los años 70 y 80, los gobiernos del PRI eran inclementes con la disidencia, pero no eran considerados represivos como las dictaduras de otros países latinoamericanos, recordó el historiador Enrique Krauze.
López Portillo asumió el poder a fines de 1976, luego de ganar elecciones en las que fue el único candidato y cuando los procesos electorales eran manejados por el Poder Ejecutivo, bajo acusaciones de fraudes y corrupción.
El conservador Partido Acción Nacional (PAN), agrupación que era tolerada por el PRI en aquellos años, prefirió no competir contra López Portillo. Veinticuatro años después, el PAN ganó la Presidencia con Fox como candidato.
La gestión de López Portillo estuvo marcada por el descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo en México, que gracias a los altos precios de ese producto en los mercados internacionales brindaron al Estado cuantiosos ingresos, gastados sin mayor recato.
En el gobierno de López Portillo "se hacían gastos e inversiones de productividad inmediata, con ingresos frescos o con créditos a corto plazo avalados por las reservas petroleras. Crecían geométricamente las plazas (de trabajo) del sector público", destacó Krauze.
"El petróleo será un poderoso cimiento de nuestra industria, garantizando un grado de independencia económica que el país nunca ha conocido", expresaba el ex presidente en sus años como gobernante.
El proyecto de aquellos años "lo incluía todo: ferrocarriles, energía nuclear, petroquímica, infraestructura en el campo, decenas de vías rápidas. Era la modernización total", indicó Krauze en su libro "La presidencia imperial: ascenso y caída del sistema político mexicano".
En algunos momentos de 1981, López Portillo tomó decisiones que representaban una inversión de casi 70 millones de dólares por hora, según cálculos del historiador Gabriel Zaid.
Pero la bonanza terminó en 1982, cuando los precios del crudo bajaron drásticamente en los mercados y con ello llegó la crisis, que fue "la más amplia y profunda en la historia moderna de México", en opinión del analista Humberto Musacchio.
Al final del mandato del ex presidente, la deuda externa mexicana había crecido de 26.000 a 80.000 millones de dólares, y el valor de la moneda local se había reducido a menos de un tercio. La cotización del dólar aumentó durante su gobierno de 22 a 70 pesos.
Una de las primeras medidas de Miguel de la Madrid, quien sucedió en la presidencia a López Portillo, fue devaluar aun más, de modo que el dólar pasó a cotizarse a 150 pesos.
Pero el ex presidente ahora fallecido nunca reconoció sus errores. "Soy responsable del timón, no de la tormenta", dijo en el último discurso de su mandato.