El gobierno de Estados Unidos se embarcó en una estrategia de dilaciones, malherido por el derrumbe de sus argumentos prebélicos sobre las supuestas armas de destrucción masiva del régimen de Saddam Hussein.
El presidente George W. Bush confía en que desviará la atención de sus colaboradores acusados de exagerar los informes de inteligencia sobre la amenaza iraquí en las vísperas de la invasión lanzada el 20 de marzo pasado.
Con ese fin, tratará de concentrar el debate al respecto en supuestas fallas de los organismos de inteligencia estadounidenses y de qué modo éstos podrán ser mejorados en el futuro.
El gobierno confía retrasar así hasta después de las elecciones de noviembre las conclusiones de una comisión presidencial que analizará el fiasco.
Esto es control de daños. Bush quiere que esto salga de la portada de los diarios y que la comisión no diga nada hasta que él sea reelecto, dijo un asistente del Congreso legislativo.
Por suerte para Bush, el gobernante Partido Republicano controla comités clave del Congreso. El presidente también cree que podrá contar con David Kay, cuyas declaraciones luego de su renuncia como representante del gobierno en la búsqueda de armas masivas en Iraq dejaron mal parada a la Casa Blanca.
Estábamos equivocados en casi todo respecto de los arsenales de Iraq y la supuesta reconstitución del programa de armas nucleares de Bagdad, admitió Kay. Esa afirmación puso al gobierno, en principio, a la defensiva.
Pero, al absolver al gobierno de la acusación de presionar a la comunidad de inteligencia para que exagerara la amenaza armamentista iraquí, Kay arrojó un salvavidas a Bush.
Para veteranos analistas de inteligencia, más que un salvavidas es un salvamentiras.
Los expertos creen, de hecho, que la comunidad de inteligencia cometió serios errores, pero acusan al gobierno de haberlos alentado y, aun peor, de exagerar las declaraciones para que la amenaza iraquí sonara más ominosa.
¿La inteligencia moldeó la política o la política moldeó la inteligencia?, preguntó Melvin Goodman, experto en la Unión Soviética de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) durante la guerra fría y actual profesor de la Escuela Superior de Guerra.
Kay se equivoca al afirmar que el gobierno de Bush no presionó a la comunidad de inteligencia, según Goodman y otros veteranos del ambiente del espionaje que mantienen vínculos con los agentes en actividad.
Hablé con analistas de la CIA y de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, perteneciente al Departamento de Defensa), y todos ellos afirman haber sufrido una tremenda presión, dijo Goodman a IPS.
El secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, llegó a crear una oficina al margen de los canales de inteligencia formales para analizar información cruda, con la misión de consolidar sospechas sobre el vínculo entre Saddam Hussein y la red terrorista Al Qaeda.
La existencia de ese organismo, según Goodman, supuso una forma poco convencional de presionar a los agentes. Cuando Rumsfeld no pudo obtener lo que quería, creó la oficina, explicó.
Vincent Cannistraro, ex jefe de la oficina de la CIA especializada en antiterrorismo, recordó que el vicepresidente Dick Cheney realizó reiteradas visitas a la sede de la agencia, en lo que, dijo, fue un elemento adicional de presión.
El experto en armas de destrucción masiva y en Iraq del Departamento de Estado Greg Thielmann también atribuye al gobierno parte de los errores de inteligencia.
Todos sabían que la Casa Blanca era sorda a cualquier dato que no sustanciara sus acusaciones. Ese clima es improductivo para la labor intelectual, dijo, en una entrevista telefónica.
La Casa Blanca nunca buscó la verdad, sino argumentos a favor de la guerra, evidencia que apoyara las conclusiones a las que ya habían llegado, agregó Thielmann.
Esta opinión es ampliamente compartida por legisladores del opositor Partido Demócrata en los dos comités de inteligencia del Congreso que investigaron con la mayor reserva en los últimos meses la labor de las agencias especializadas.
Pero los comités están divididos según la pertenencia partidaria. Los republicanos han insistido en que las fallas corresponden exclusivamente a la comunidad de inteligencia, mientras los demócratas aseguran haber acumulado evidencia sobre la interferencia y las constantes presiones del gobierno sobre las agencias.
Esas presiones fueron ejercidas especialmente por altos funcionarios del Pentágono, por Cheney y por su jefe de Estado Mayor, I. Lewis Libby.
Pero los republicanos controlan los dos comités, lo cual les ha permitido limitar el alcance de las investigaciones e impedido a los demócratas obtener evidencia adicional.
Los legisladores opositores se muestran preocupados por la posibilidad de que una comisión designada por Bush limite las investigaciones en lugar de facilitarlas. Creen que su agenda puede ser diseñada para facilitar la reelección del presidente.
Uno no puede tomar la seguridad nacional y decir. 'bueno, aguantémosla un año, hasta que terminen las elecciones', dijo a la cadena televisiva Fox News el representante demócrata en el Comité de Inteligencia del Senado, Jay Rockefeller.
El gobierno ya está presionando a la comisión para que la comisión que investiga los atentados del 11 de septiembre de 2001 a publicar su informe final seis meses antes de las elecciones o, de lo contrario, esperar al año próximo. (