Luego de tres años de indiferencia, el gobierno de George W. Bush se revuelve en busca de una política coherente que ponga fin a la violencia y al caos en Haití, mientras crece el peligro de un desesperado éxodo de refugiados hacia Florida.
Bandas rebeldes se adueñan de la cuarta mayor ciudad haitiana, Gonaives, y de la aldea central de Hinche, cerca de la República Dominicana, y prometen tomar Cap Haitien, el segundo centro urbano, mientras analistas en Washington estiman que el país podría estar cerca de la guerra civil.
El presidente Jean-Bertrand Aristide y la oposición civil, reunida en el Grupo de los 184, se muestran más inflexibles que nunca acerca de una negociación para alcanzar un acuerdo político.
Tal entendimiento es considerado indispensable para que Washington acepte participar en una fuerza militar o policial internacional que restaure el orden en el país caribeño, que conmemora este año el bicentenario de su independencia.
El secretario de Estado (cancillería) Colin Powell sugirió por primera vez este jueves que Washington no debería oponerse a un acuerdo entre Aristide y la oposición que incluyera su abandono del cargo antes del final de su mandato, previsto para febrero de 2006.
Mientras la crisis se agravaba en las últimas dos semanas, Powell había insistido en que debía permitirse a Aristide completar su mandato, siempre que aceptara una serie de reformas que aseguraran una voz más fuerte de la oposición en las estructuras gubernamentales.
El será presidente aún por algún tiempo, dijo este jueves en una entrevista radial Powell, quien jugó un papel en la restauración de Aristide en la presidencia 10 años atrás. Pero si se logra un acuerdo en otra dirección, está bien, añadió.
Pero el mandatario haitiano replicó rápidamente unas horas después, en una ceremonia en honor a un policía asesinado en una revuelta, que no tenía intención de renunciar. Estoy listo a dar mi vida si es lo que cuesta defender a mi país, dijo.
Aunque la retórica parece destinada a despertar sentimientos nacionalistas, lo que está en juego se torna más grave, pues en los últimos días ex jefes de notorios escuadrones de la muerte han emergido como líderes de los alzamientos.
La organización de derechos humanos Amnistía Internacional denunció el miércoles la presencia en Hinche de Louis Jodel Chamblain, ex jefe del paramilitar Frente para el Avance y el Progreso de Haití, que impuso el terror matando a cientos de seguidores de Aristide durante el régimen militar de 1990 a 1994, concluido con una intervención militar estadounidense que restauró al mandatario.
Chamblain, quien habría ingresado a través de la República Dominicana donde estuvo exiliado por casi una década, fue condenado en ausencia por su responsabilidad en la muerte de Antoine Izmery, un destacado activista demócrata.
Reportes desde Hinche indican que Chamblain está acompañado por Guy Philippe, jefe de policía de Cap Haitien, y por Jean Pierre Baptiste, alias Jean Tatoune, sentenciado a cadena perpetua por su participación en 1994 en la masacre del distrito Raboteau, en Gonaives, en la que murieron decenas de personas.
Las fuerzas de Chamblain están mejor equipadas -con vehículos, ametralladoras y otras armas- que las sitiadas huestes policiales haitianas, de 4.000 efectivos, según reportes desde Haití. Aristide disolvió el ejército en 1995.
Mientras las fuerzas rebeldes, bajo el comando de convictos por perpetrar violaciones de derechos humanos, amplían su control en el centro y norte del país, y la población de las áreas conflictivas se queda sin suministros de alimentos y medicinas, crecen los temores a una emigración masiva, agregó Amnistía.
La advertencia puede haber sonado particularmente ominosa para el equipo que prepara la campaña para la reelección de Bush en los comicios generales de noviembre.
En efecto, dos senadores demócratas de Florida señalaron el miércoles que el fracaso de Bush para conducir una solución a la crisis podría desembocar en un éxodo similar al que soportó ese estado meridional una década atrás, cuando regía el gobierno militar que expulsó a Aristide del poder.
Esas advertencias parecieron galvanizar a la administración, que antes había indicado su interés en que la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Comunidad del Caribe (CARICOM) asumieran la conducción de un intento de negociación, mientras rechazaba la idea de enviar tropas a la isla, aun como parte de una fuerza internacional.
En encuentros con los líderes de la CARICOM en Kingston a fines de enero, Aristide había aceptado implementar una serie de medidas como parte de un entendimiento político con la oposición.
Estas incluían la reforma y despolitización de la policía, el nombramiento de un primer ministro aceptable para los opositores, nuevas elecciones legislativas y el desarme de bandas oficialistas.
Pero la oposición aguardó su regreso con renovadas demandas, que el presidente rechazó inmediatamente. Siete días después, el Frente de Resistencia Artibonite, una banda previamente aliada a Aristide, tomó Gonaives, lanzando la insurgencia.
Powell sugiere ahora que Washington está estableciendo lo que llama un sólido consenso con los líderes de Francia, Canadá, la CARICOM y la OEA acerca de la creación de una fuerza internacional que supervise cualquier acuerdo alcanzado entre la oposición y el gobierno.
Pero el problema es lograr tal acuerdo, en especial en medio del creciente caos y la ausencia de compromiso de la oposición con sus demandas para la renuncia de Aristide, estimó Jocelyn McCalla, director de la Coalición Nacional para los Derechos Haitianos.
La oposición cree que ha echado un lazo al cuello de Aristide, y que su caída es cuestión de tiempo, pero esa es una apuesta muy mala, dijo a IPS, subrayando que algunos elementos vinculados a la administración han alentado esta idea.
Esto fue señalado también por quien fuera enviado especial a Haití del ex presidente Bill Clinton (1993-2001), James Dobbins, en una columna publicada este jueves por el diario The New York Times.
Dobbins llamó a Washington adoptar una política no partidista basada en cinco grandes principios.
Aristide debería terminar su mandado, la comunidad internacional debería adoptar un papel más fuerte en la preparación y administración de las elecciones de 2006 y Estados Unidos debería aumentar mucho su asistencia a Haití (gran parte de la cual está congelada para forzar al gobierno a hacer reformas políticas y económicas), propuso Dobbins.
Además, más ayuda debería destinarse al gobierno para que éste fortalezca sus instituciones, en lugar de canalizarla a través de organizaciones no gubernamentales.
El experto pidió asimismo que Washington se involucre directamente en la mediación pues sólo Estados Unidos tiene real influencia en Haití…
McCalla, ex correligionario de Aristide que se sintió como muchos otros defraudado por su gobierno, considero que la propuesta de Dobbins es razonable y pidió a Powell que la administración se ponga al menos detrás de ella.
Pero el problema clave es que Aristide y el Grupo de los 184 van en rumbo de colisión. Algunos se deben dar de cabezas, añadió.
El tiempo se acaba, subrayó MacCalla. Si el levantamiento continúa por otras dos o tres semanas, existe la posibilidad de una guerra civil. La cuestión es si las bandas de Gonaives y Hinche reclutan a más personas, las arman y les dicen qué hacer. Entonces tiene usted una guerra como la de Sierra Leona, concluyó. (