Ha llegado la hora de globalizar la solidaridad para erradicar la pobreza en el mundo, exhortaron este martes en la capital española clérigos que dirigen programas de cooperación en Brasil, Etiopía e India, al presentar la organización no gubernamental Manos Unidas su campaña 2004.
Manos Unidas es una agrupación vinculada a la Iglesia Católica que dispuso el año pasado de un presupuesto de casi 42 millones de euros (más de 52 millones de dólares al cambio actual), 80 por ciento de los cuales fue recaudado en el sector privado y el resto aportado por la Unión Europea y organismos estatales españoles, con el que se financiaron 815 proyectos de desarrollo en 57 países de Africa, Asia y América Latina.
La campaña Hagamos del mundo la tierra de todos fue presentada por la presidenta de la organización, Ana Álvarez de Lara, la monja Primitiva Vela y los sacerdotes Rosalvino Morán y Miguel Angel Melendo, responsables estos tres últimos de proyectos de cooperación en India, Brasil y Etiopía, respectivamente.
El lema de la campaña, explicó Alvarez de Lara a IPS apunta a implicar a la sociedad en un cambio de actitud hacia lo que ocurre en su entorno, porque el mundo es de todos y para todos y a todos nos corresponde decidir cómo debe ser.
La cooperante advirtió de que la mundialización en curso, en principio abre oportunidades mayores, pero no a todos por igual. El proceso de globalización avanza a ritmos geográficos distintos, ya que mientras en los países del Norte los avances tecnológicos provocan un desarrollo económico acelerado, los del Sur quedan rezagados y fuera del proceso.
Añadió que la globalización está provocando que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres ya que, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, lo que más se globaliza hoy es la pobreza y no el bienestar.
Por eso, mientras el capital viaja hacia el Sur, los habitantes del Sur arriesgan sus vidas por viajar hacia el Norte en búsqueda de mejores condiciones de vida y de trabajo, concluyó.
La monja Primitiva Vela, que lleva más de 30 años en India, dirige en la occidental ciudad Mumbai un hogar en el que acogen a más de 220 niñas rescatadas del trabajo infantil, la prostitución o la droga, aportándoles educación, amor y seguridad.
La eclesiástica dijo a IPS que es inconcebible que en un país con un alto desarrollo científico y tecnológico como ese, uno de los más destacados en el campo de la informática y la ciencia nuclear, haya cientos de millones de personas que viven en la pobreza.
Eso se debe a que en India existe un gobierno neoliberal, fundamentalista y pro ricos y a que rige el infierno de las castas. El sistema de castas vigente en ese país, añadió, provoca que los miembros de una de ellas, la de los intocables, asuma su exclusión como una filosofía de vida y estén tan convencidos que no luchan para emanciparse.
Por esa razón, planteó que todos los sectores de la sociedad deben apoyar proyectos de cooperación para restituir lo que se está robando, teniendo presente que hay dos grandes poderes: Estados Unidos y la opinión pública. Porque si nos formamos e informamos, si comunicamos bien para ganar a la opinión pública, podremos construir un mundo para todos, agregó.
También denunció la impunidad de las empresas multinacionales farmacéuticas y químicas, que impiden la fabricación de medicamentos genéricos y están acabando con el sistema agrícola tradicional, y apostó por la educación como el más valedero motor del cambio.
Melendo señaló que Etiopía ocupa el puesto 169 en el Indice de Desarrollo Humano del PNUD, que califica a 175 países, e informó de la dura situación de los habitantes de Gambilla, la región en la que desarrolla su labor, donde la mayoría de ellos están bajo el umbral de la pobreza viviendo con menos de un dólar diario.
Un aspecto positivo que se debería conferir a la globalización, y en esto tienen una gran responsabilidad el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es estimular la atención de esas poblaciones. Y como primer paso, concluyó, se debe hacer que los fondos aportados para la cooperación al desarrollo, sea 0,7 por ciento (del producto bruto interno), 0,25 o lo que cada país aporte, se destine a reducir la pobreza y no a intercambios políticos.
El tercer sacerdote que intervino, Rosalvino Morán, de origen español pero afincado en Brasil desde su infancia, atiende el centro comunitario Don Bosco en el distrito paulista de Itaquera, poblado por más de cuatro millones de personas y, según destacó, donde niños y adolescentes son acosados por la violencia, la droga y la delincuencia.
Allí, puntualizó, el narcotráfico es un poder paralelo que hostiga, ataca e incluso mata a quienes no se pliegan a sus intereses.
No obstante, cree que se está abriendo una nueva etapa con el advenimiento al gobierno de Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, porque es un país riquísimo, con posibilidades si se gobierna para la gente y no para los ricos.
En ese sentido consideró positiva la última reforma ministerial realizada por Lula y en especial los acuerdos para unir esfuerzos del Sur, con Argentina, México e India.
Lula se dio cuenta de la gran diferencia que hay entre la teoría y la práctica y está tratando de encontrar el camino. Esperemos que lo logre, mientras nosotros atendemos a los desfavorecidos y ponemos el acento en la educación, ya que sin cultura y educación no hay salida posible, comentó.