En el lecho del emblemático río Magdalena, corazón y principal arteria fluvial de Colombia, se iniciará en octubre la extracción de petróleo, una nueva amenaza a su caudal ya asediado por la actividad humana.
Por allá ahora hay más vacas que peces y quién sabe qué pase con eso del petróleo que dijo la prensa que habían encontrado, dijo a Tierramérica, con cierto dejo de nostalgia, Rosendo Galvis, quien provee de pescado a restaurantes del centro de Bogotá.
Pero no sólo la pesca ha mermado en el río. La deforestación, la erosión, la contaminación y la desecación de humedales en sus riberas y valles afectan a la cuarta parte de la población de este país de 40 millones de habitantes.
Junto al curso del Magdalena, de 1.540 kilómetros, se asientan 73 municipios, y en su área de influencia más de 700 poblaciones en jurisdicción de 18 departamentos.
En su tránsito desde la cordillera de los Andes al mar Caribe, recibe diariamente unas 200 toneladas de residuos domésticos, según la Dirección de Agua Potable y Saneamiento Básico del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.
El régimen de lluvias ha cambiado por la deforestación y por planes de ordenamiento territorial irracionales, según expertos.
Casi todas las poblaciones están asentadas sobre la zona inundable, dijo a Tierramérica Eduardo Samudio del Instituto Colombiano de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales.
Los ribereños están habituados al fenómeno, que se presenta en noviembre y diciembre y de mayo a julio, pese a los problemas ambientales y de salubridad por la proliferación de vectores de enfermedades, añadió el experto.
La cuenca hidrográfica del Magdalena y su principal afluente, el río Cauca, ocupa 257.400 kilómetros cuadrados, 26 por ciento del territorio colombiano. Otros 30 ríos principales con numerosos afluentes vierten sus aguas en él.
En dos décadas del siglo XX, la colonización en la zona destruyó 3,5 millones de hectáreas de bosque, pero los diagnósticos del sector forestal indican que aún se preserva una porción boscosa similar.
A la ganadería de subsistencia se atribuye la conversión a pastizales de miles de hectáreas de bosque, afectando la estabilidad de los suelos y alterando la dinámica del río.
Con una tasa de erosión de 330 toneladas de suelo por hectárea al año, según el estatal Departamento Nacional de Planeación, y una elevada carga de sedimentos, la navegabilidad del río también se ha lesionado.
Las partículas gruesas transportadas por las avalanchas originadas en los deshielos de los glaciares son un agente importante de sedimentación del río, según estudios de la Corporación Regional Autónoma del Magdalena, la autoridad ambiental de la zona.
Por eso preocupa la explotación de crudo que se iniciará en octubre en la zona del Magdalena Medio, en límites de los departamentos de Boyacá y Antioquia.
El yacimiento Under River (bajo el río, en inglés) será operado por la empresa Omimex de Colombia, filial de la estadounidense Omimex Resources, con sede en Forth Worth, Texas, y por la estatal Empresa Colombiana de Petróleos.
Con reservas probadas de 22 millones de barriles y un potencial estimado de 45 millones, la inversión oscilaría entre 25 y 28 millones de dólares.
Más que los riesgos que conlleva la extracción de crudo, la principal amenaza al río insignia es la merma de su caudal y los efectos del calentamiento del planeta, dijo a Tierramérica el ambientalista Gonzalo Palomino, de la Universidad del Tolima, en Ibagué.
Uno sin carro (automóvil) puede andar, pero sin río no, dijo Palomino.
Los recursos destinados a la extracción de hidrocarburos equivalen al presupuesto anual de inversiones estatales en el Proyecto Yuma (vocablo indígena y nombre primigenio del río) para recuperar su navegabilidad y permitir el transporte de pasajeros y de carga.
Las metas trazadas buscan pasar de 600.000 a 900.000 viajeros por año, y de dos millones de toneladas de carga anuales a cuatro o cinco toneladas en 2006.
Desde la conquista española, en el siglo XVI, el río y sus ejes geográficos marcaron la ruta de penetración desde los puertos de Santa Marta y Cartagena, en el mar Caribe, al interior del actual territorio colombiano.
En tiempos coloniales, el entonces río Grande de la Magdalena fue eje natural que conectaba la metrópoli con los territorios de ultramar y con Santa Fe de Bogotá, la capital del Nuevo Reino de Granada.
Algunos historiadores y sociólogos señalan que el Magdalena marcó el desarrollo atípico de Colombia, que teniendo costas sobre los océanos Atlántico y Pacífico, concentró su poder político y administrativo en Bogotá, a 2.600 metros sobre el nivel del mar, a la que se llegaba por tierra desde los puertos fluviales de Honda y Girardot. (