La reorganización de la industria azucarera y derivados encarada en Cuba hace dos años, que implicó el cierre de la mitad de los ingenios y el desplazamiento de parte del personal, permitirá empero mejorar la gestión ambiental y reducir sus fuentes contaminantes, destacan especialistas.
Entre los mayores problemas ecológicos de la producción de azúcar, motor de la economía de esta isla caribeña durante siglos, figura la descarga de grandes cantidades de aguas residuales en el mar, ríos y cuencas subterráneas.
Se calcula que los 157 ingenios existentes a mediados de los años 70 vertían entonces anualmente al entorno un promedio de 36 millones de metros cúbicos de aguas residuales.
De ahí que desde esa época se entendió la importancia que tenía para el país resolver ese problema, comentó a IPS Esperanza Valdés, directora del Centro Nacional de Gestión de Medio Ambiente para la industria azucarera y derivados.
Esa institución tiene la misión de orientar y motivar la política de innovación tecnológica para la protección del entorno y el desarrollo sustentable de esa industria en Cuba.
En ese sentido, la entidad se propone continuar desarrollando tecnologías cada vez más eficientes en el tratamiento de las aguas residuales del proceso productivo, además de perfeccionar los ya existentes.
De cualquier modo, la experta aclaró que los desechos azucareros no envenenan, aunque consumen oxígeno para degradarse. Todo lo que se vierte en un cuerpo receptor con suficiente oxígeno para asimilar esa materia orgánica se degrada completamente, sin ningún tipo de problema.
Pero los ríos cubanos son poco caudalosos y el volumen de residuos que vierten los ingenios generalmente es mayor que el de sus aguas, lo cual suele causar estragos en la fauna y flora del entorno.
Si mueren peces, es por falta de oxígeno, que fue consumido por el desecho azucarero, insistió Valdés, para quien el uso de residuos mediante las tecnologías adecuadas reporta ventajas de todo tipo a la agroindustria.
Según la experta, el cuidado del ambiente fue siempre una prioridad para el Ministerio del Azúcar, aunque para otros investigadores el reajuste del sector en 2002 determinó reformular la estrategia de gestión sobre el tema.
El programa de reestructuración azucarera contribuye a modificar la visión socioeconómica de la problemática ambiental, sostuvo Santiago Rodríguez, del Centro de Estudios de la economía Cubana de la Universidad de La Habana.
Ese reajuste dejó activas 71 empresas azucareras, menos de la mitad de las que había hasta ese momento, para una producción no mayor de cuatro millones de toneladas anuales de azúcar, 14 mieleras, 25 agropecuarias, 13 destilerías y 11 fábricas de levadura torula (Candida utilis).
El proceso llevó a que alrededor de 62 por ciento de las tierras en jurisdicción de los ministerios del Azúcar pasaran a ser utilizadas en cultivos forestales, hortalizas y otros vegetales y sólo el resto quedara destinado a la siembra de caña.
Según estudios oficiales, los cambios implicaron el traslado de personal a esas nuevas labores agrícolas, al tiempo que varias decenas de trabajadores recibieron cursos de capacitación para asumir otras tareas.
Medios oficiales insisten en que el objetivo básico de la reforma apunta al incremento de los ingresos netos generados mediante un profundo proceso de disminución de los costos, lo cual requiere mejores rendimientos agrícolas e industriales.
Si bien la producción azucarera conserva su carácter estratégico en Cuba como garante de crédito internacional, el sector fue desplazado como principal fuente de divisas del país por el turismo y las remesas de dinero que envían los cubanos residentes en el exterior a sus familias en la isla.
En un estudio sobre el tema, Rodríguez apunta que la fabricación de cuatro millones de toneladas de azúcar, el límite productivo establecido en el rendimiento de la industria, genera 1.260 toneladas de cachaza, 439.000 de ceniza y 10.080 de bagazo.
Esa producción hace posible, además, la elaboración, por cada zafra, de más de 2,5 millones de toneladas de compost, un abono orgánico formado por cachaza, bagazo y cenizas, que mejora la fertilidad de los suelos y controla la erosión, entre otras virtudes.
La cachaza obtenida en el proceso de clarificación de los jugos de la caña posee gran cantidad de materias orgánicas y de nutrientes, como son nitrógeno y fósforo, calcio y, en menor medida, potasio.
Entre 2000 a 2003 la actividad en la preservación ambiental del Ministerio del Azúcar se concentró fundamentalmente en el desarrollo de la técnica del fertirriego, la eficiencia en la utilización del agua y la fabricación de compost.
En tanto, los ingenios, destilerías y plantas de torula lograron bajar el consumo de agua de 1,69 a 0,72 metros cúbicos por tonelada de caña molida en los últimos cinco años, para un ahorro de 34,9 millones de metros cúbicos del líquido que no se extrajeron de sus fuentes de abastecimiento.
El fertirriego consiste en la aplicación directa de los residuales líquidos del ingenio, los restos de las destilerías y los mostos de la fabricación de levadura torula. Es mejor regar directo, porque al tratarlo en los residuos disminuye el contenido de materia orgánica y el balance de ésta con el nitrógeno y el fósforo se vería desfavorecido, explicó Valdés.
En su artículo La reestructuración azucarera y el medio ambiente en Cuba, Rodríguez señala que esta práctica dejó en la zafra pasada (2002-2003) un ahorro de 398.400 dólares por fertilizante y se dejó de enviar al entorno una carga contaminante de 23.000 toneladas.
Otras ventajas de esa técnica incluyen el aumento de los rendimientos cañeros y de la vida útil de las cepas (de 2 a 3 años), así como un ahorro de fertilizante químico estimado en 70 a 90 dólares por hectárea.
A fines del año pasado concluyó en la central provincia de Villa Clara, ubicada a unos 300 kilómetros de La Habana, la construcción de una planta industrial de biogás a partir de la vinaza de la destilería y desechos de un ingenio cercano.
Valdés estima que unas 300 familias se beneficiarán con el biogás que se fabrique en la instalación, otra parte del cual alimentará la caldera de la destilería.
Según sus cuentas, el biogás que se genera a partir de residuos de una destilería con capacidad para producir alrededor de 500 hectolitros de alcohol diario es capaz de sustituir entre 30 y 40 por ciento del fuel oil necesario para la fabricación de alcohol.