La recuperación económica de Argentina volvió a enfrentar, a veces con virulencia como este jueves, a la clase media con el movimiento de desocupados (piqueteros), tan solo dos años después de que el colapso del país los llevara juntos a la calle a reclamar cambios políticos de fondo.
El Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados, el Bloque Piquetero Nacional, la Coordinadora Anibal Verón y otras agrupaciones de menor convocatoria, que conforman el considerado sector más duro, cortaron el tránsito por unas siete horas en un centenar de sitios en las más variadas partes del país y en las principales avenidas de acceso a Buenos Aires.
La protesta llevada cabo por una parte de los también llamados piqueteros, precisamente por su modalidad de cortar calles y carreteras en grupos, fue por la cobertura social dejada sin efecto para 250.000 personas, de dos millones aún en vigencia, y contra la reforma de ley laboral impulsada por el gobierno.
Pero el clima social hoy ya no es el mismo de fines de 2001, cuando la revuelta social pluriclasista arrasó con el gobierno de Fernando de la Rúa a sólo dos años de asumir. Y este jueves se hizo notar con el hartazgo manifestado por personas de clase media ante la protesta piquetera, que pese a la fuerte presencia policial finalizó sin incidentes.
Lejos quedaron los tiempos en que la profunda crisis económica llevara a que una marcha de desempleados fuera recibida en la capital argentina a comienzos de 2002 con aplausos y lágrimas por habitantes de barrios de mayoría de clase media. Los anfitriones recibieron a los caminantes con ollas populares y agua para beber.
Piquete y cacerola, la lucha es una sola, cantaban todos por entonces, aludiendo a las simbólicos recipientes de cocina que agitaban sin descanso los sectores medios para expresar espontáneamente su hartazgo por la recesión acentuada a fines de los años 90 y la falta de política que los sacara del riesgo de caer en la pobreza como ocurrió con más de 50 por ciento de los 37 millones de argentinos.
Ahora prevalece al parecer una línea de pensamiento como el que sustenta un mensaje distribuido por correo electrónico en el que se convoca a un caceroleo con apagones y bocinas de automóviles para el miércoles de la semana próxima en repudio de los piqueteros.
Desde la renuncia de De la Rúa y en especial con la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, el 25 de mayo del año pasado, la economía recuperó algo de vigor.
En 2003 volvió a la senda de crecimiento, con 8,4 por ciento, el desempleo bajó de 21,4 por ciento de la población económicamente activa a 14,3 por ciento y la pobreza comenzó a paliarse con la entrega de subsidios mensuales a jefes y jefas de hogar sin empleo y con hijos a cargo, ese beneficio que las protestas de este jueves piden siga vigente para muchos hogares.
Los sectores medios, que a fines de 2001 se apoyaron en los desempleados para protestar contra los bancos que retuvieron sus ahorros y empujar la renuncia de De la Rúa, rechazan ahora a los piqueteros más críticos y rebeldes contra Kirchner que se niegan a abandonar las calles hasta que se cumplan todos y cada uno de sus reclamos.
Pero el movimiento mismo de piqueteros ofrece flancos débiles en los últimos meses por las diferencias surgidas en su seno entre quienes empujan por seguir con las movilizaciones y los que optaron por disminuir las protestas a la espera de ser beneficiados con la reactivación económica.
Entre los ahora llamados oficialistas se encuentran las agrupaciones Federación de Tierra y Vivienda, la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie.
Así, en la actualidad los comercios protestan porque los cortes interrumpen el movimiento que les permitiría consolidar las mejores ventas, y hay empleados en esos locales que no quieren ni oír hablar de los desempleados.
Ellos quieren trabajar pero a nosotros nos van a dejar en la calle, comentó a IPS con cierto enojo una empleada de un locutorio de San Isidro, localidad de la periferia de la capital argentina, que este jueves llegó tarde a su empleo por culpa del corte en la autopista Panamericana.
Según una encuesta de la consultora Graciela Romer, en junio de 2001 apenas 15 por ciento de los entrevistados opinaba que el gobierno de De la Rúa debía ponerse firme y evitar que los piqueteros obstaculizaran el tránsito. Para diciembre de 2003, el porcentaje de los que piden firmeza creció a 51 puntos.
Los que proponían negociar con los piqueteros decayeron en el mismo período de 81 a 42 por ciento. Asimismo, 56 por ciento de los encuestados creía en 2001 que el reclamo de los desocupados era legítimo, pero ese porcentaje cayó ahora a 33 por ciento.
En mi provincia optamos por llevar una pala en del auto para agitarla por la ventanilla cuando nos acercamos al piquete, reveló un oyente de una radio de Buenos Aires residente en la central provincia de Córdoba, una de las zonas más beneficiadas con el auge de las exportaciones agrícolas.
Para la socióloga Maristella Svampa, autora del libro Entre la ruta y el barrio, la experiencia de las organizaciones piqueteras, los desempleados constituyen una población sobrante que se niega a perder visibilidad. Ellos están afuera, no ocupan ningún lugar, y por eso cortan las rutas, explica la autora en su libro.
Svampa recuerda en su trabajo que el fenómeno piquetero comenzó en 1996 en la austral provincia de Neuquén, con trabajadores que habían pertenecido a la hoy privatizada petrolera Yacimiento Petrolíferos Fiscales (YPF) y que cortaron una ruta para reclamar por la falta de empleo.
Ahora, en cambio, la mayoría de los piqueteros son desempleados que nunca llegaron a trabajar.
Un recorrido por los piquetes que realizan las agrupaciones más críticas permite reconocer a una mayoría de adolescentes, jóvenes y mujeres que nunca tuvieron un empleo estable según ellos mismos lo señalan.
Los cortes de tránsito de este jueves se realizaron en los principales accesos no sólo de Buenos Aires sino también la central ciudad de Córdoba y la oriental Santa Fe, las más pobladas del país. También se verificaron en rutas nacionales de todas las provincias.
A pesar de los temores por disturbios de manifestantes, represión policial o ambas combinadas, la jornada de protesta se realizó en un clima pacífico. No obstante, algunos dirigentes del movimiento admiten que los cortes cosechan demasiadas quejas de los sectores medios que los acusan de querer sitiar la ciudad y están empezando a pensar en protestas alternativas.
En nombre del gobierno, el jefe de Gabinete, Alberto Rodríguez, señaló que los piqueteros deberían darse cuenta que generan un fuerte rechazo en la población sobre todo después de las últimas protestas en las que se produjeron hechos de violencia que no fueron provocados por la intervención policial.
En diciembre un artefacto explosivo provocó una veintena de heridos entre los piqueteros que realizaban un acto en la Plaza de Mayo, ubicada frente a la sede del gobiernoen Buenos Aires. El viernes pasado un manifestante que participaba de un piquete golpeó a un taxista que intentaba circular y le destrozó el auto con un palo.
La imagen del incidente, grabada por la televisión, provocó un debate dentro de las agrupaciones. La protesta de ese día ponía fin a dos jornadas de huelga de hambre en el Ministerio de Trabajo para protestar por la caída en el número de subsidios que se entregan a los desempleados, y el ayuno había sido ignorado por la opinión pública en general.
La dirigente izquierdista Vilma Ripoll, quien participó de las protestas de este jueves, comentó a IPS que el gobierno se niega a reconocer que dejó caer 250.000 planes para desempleados por exigencia del Fondo Monetario Internacional, y no porque esos desempleados estén trabajando como se aduce.
El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, nos dijo que tiene 900.000 personas en lista de espera para subsidios, o sea que si efectivamente hubo 250.000 personas que consiguieron empleo deberían reorientar esos fondos a los que están en la lista, razonó Ripoll, que fue hasta diciembre legisladora comunal por Izquierda Unida.
Ripoll reconoció que hay un distanciamiento entre los sectores medios y los piqueteros que no era tan marcado hace un tiempo. Cuando la clase media era víctima del modelo neoliberal había un romance con los piqueteros, pero eso se cortó a partir de que sus reclamos comenzaron a encaminarse, explicó.
Para la dirigente, la responsabilidad de ese distanciamiento no es de la clase media sino del gobierno que debería pedir paciencia a ese sector social que se queja por los cortes de ruta que le impiden circular. (