Japón se prepara para enviar la segunda tanda de soldados a Iraq la próxima semana, mientras se intensifica el debate interno sobre la reforma de su Constitución pacifista, impuesta por Estados Unidos en 1947
¿Tiene sentido cambiar la actual Constitución de Japón, que ahora es un país rico y pacífico, y a la vez tener un papel en la reconstrucción de Iraq? Este será el dilema más importante para los japoneses este año, afirmó el comentarista de televisión Toru Hayano.
El despliegue de tropas en Iraq -donde una fiera resistencia se opone a la ocupación militar encabezada por Estados Unidos- es el mayor contingente de las Fuerzas de Autodefensa japonesas enviado al exterior.
La medida se llevó a cabo tras una polémica orden del primer ministro Junichiro Koizumi el 26 de diciembre, en respuesta a un pedido de Estados Unidos.
Koizumi, conciente de que la decisión fue rechazada por casi 80 por ciento del público porque viola las restricciones de la ley fundamental, lanzó una campaña para modificarla antes de 2005, cuando el gobernante Partido Liberal Democrático cumpla 50 años.
El primer ministro desea modificar el artículo 9, por el que este país de 127 millones de habitantes renuncia a todo tipo de participación militar en un conflicto bélico.
La Constitución impuesta por Estados Unidos en 1947, después de la rendición japonesa en la segunda guerra mundial (1939-1945), reduce el uso de la fuerza a la autodefensa, en manos de militares y guardacostas, y prohíbe la salida de tropas del territorio nacional.
Tokio y Washington firmaron en 1951 un acuerdo de seguridad por el cual Estados Unidos instaló bases para defender sus intereses en Asia. Ese pacto dio inicio a la estrecha alianza que aún hoy continúa.
En julio, un equipo de expertos completó la redacción de un proyecto de nueva Constitución, que incluye la creación de nuevas fuerzas de defensa y que permite a Japón tomar parte de acciones militares.
A menos que se revise la Constitución, Japón nunca podrá participar en fuerzas multinacionales aun cuando tuviese un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, Organización de las Naciones Unidas, dijo entonces Koizumi.
Analistas advierten que una nueva carta magna podría tener serias implicaciones políticas y psicológicas para los japoneses.
Hay mucho que considerar antes de dar un paso tan radical como ese, dijo el politólogo Tetsuro Kato, de la Universidad de Hitotsubashi.
El analista señaló que muchos japoneses aún se resisten a aceptar que su país tuvo una política de colonización hacia sus vecinos de Asia en las primeras décadas del siglo XX y que su política exterior está hoy determinada por su estrecha alianza con Estados Unidos.
Por estas razones, Kato cree que un cambio constitucional que pueda dar origen a una nueva era de militarismo es un verdadero riesgo, a menos que esté acompañado de una profunda búsqueda del pasado por parte de la sociedad japonesa.
Japón, que fue reducido a escombros, renunció a la guerra y promovió el crecimiento económico bajo el auspicio de Estados Unidos. Un cambio hacia un nuevo papel militar es una bofetada al pasado, y por eso debe ser considerado con cautela, sostuvo.
Los comentarios editoriales en la prensa japonesa avivaron aun más el debate en los últimos días.
El periódico liberal Asahi señaló en su editorial del 1 de este mes que la propuesta de Koizumi abre un nuevo capítulo en la historia de Japón, pero pone al país en riesgo de ser arrastrado a una serie de guerras innecesarias bajo el arrogante liderazgo estadounidense.
Por su parte, los diarios conservadores, como el influyente Yomiuri Shimbun, señalan que la nueva Constitución es una cuenta pendiente de Japón desde hace tiempo, pues consideran que el país debe prevenirse ante el creciente poderío de China y la amenaza nuclear de Corea del Norte.
La oposición a una nueva Constitución refleja una tendencia de buscar la paz a expensas de nuestra obligación de defender la seguridad mundial. La nación toda debe superar esa mentalidad, señaló el diario en su editorial del 12 de este mes.
La creciente preocupación por las amenazas china y norcoreana hizo que Tokio se embarcara en la construcción de un sistema de defensa con misiles estadounidenses.
La Agencia de Defensa de Japón, argumentando amenazas a la seguridad nacional, solicitó un presupuesto de 1.200 millones de dólares para el año fiscal 2004, nueve veces más del total gastado entre 1999 y 2003.
Los jóvenes japoneses, aunque miran con recelo una participación de su país en conflictos internacionales, apoyan en su mayoría el desarrollo de los sistemas de defensa, según una encuesta elaborada por el diario Yomiuri en septiembre.
El apoyo al cambio constitucional aumentó sorpresivamente luego de que Koizumi visitara el 1 de este mes el Mausoleo de Yasukuni, controvertido monumento en honor a los soldados japoneses caídos en la segunda guerra mundial, muchos de ellos acusados de crímenes de lesa humanidad.
China y Corea del Norte, colonias japonesas antes de la guerra, condenaron la visita de Koizumi a Yasukuni, que sigue siendo un símbolo del orgullo japonés y de su época de imperialismo.
Japón está en la encrucijada de concretar sus ambiciones militares como herramienta para la paz mundial y ganar así otra vez liderazgo internacional, arriesgándose a repetir el error histórico de tomar la peligrosa senda de dictar los destinos del mundo, dijo el comentarista Hayano.