El terremoto que arrasó la semana pasada la histórica ciudad iraní de Bam parece haber proporcionado un espacio a las fuerzas de la distensión, tanto en Washington como en Teherán.
La simpatía de Washington, teatralmente expresada en el despacho de socorristas y una docena de aviones cargados con suministros de emergencia, despertó palabras cálidas del reformista presidente iraní Mohammed Khatami y de líderes conservadores y medios de comunicación de Teherán.
Más de 30.000 personas murieron en el terremoto que destruyó la antigua ciudad meridional el 26 de diciembre.
La propuesta de Washington, conocida el viernes, de enviar a Irán una misión humanitaria encabezada por la senadora Elizabeth Dole, ex presidenta de la Cruz Roja Estadounidense, para discutir asistencia adicional parecía abonar esa tesis, aunque el mismo día el Departamento de Estado admitió que Teherán había dejado la visita en suspenso.
Espero que ambas partes aprovechen la ocasión para romper el hielo y avanzar en un sentido positivo, dijo a IPS Geoffrey Kemp, consejero para Medio Oriente del ex presidente Ronald Reagan (1981-1989) y miembro del Nixon Centre.
Pero es muy prematuro afirmarlo, añadió en referencia a las seguras resistencias en ambas capitales.
El anuncio del Departamento de Estado fue posterior a las acusaciones emitidas por la radio estatal iraní de que Washington estaba haciendo publicidad de su asistencia para implementar su tramposa política de distanciar a la nación iraní de su gobierno.
Tal reacción era esperable hasta cierto punto, según el analista en asuntos iraníes James Bill, de la William and Mary University, en Virginia.
La visita de Dole puede ser de perfil demasiado alto. Estados Unidos debería saber que necesita un abordaje diplomático silencioso, en el cual la mesa de diálogo se establezca detrás de escena. Enviar a figuras políticas de primer orden es cuestionable, opinó.
Pero el hecho de que el presidente George W. Bush respaldara un viaje de Dole, esposa de quien fue en 1986 candidato presidencial del gobernante Partido Republicano -Robert Dole-, parece confirmar que el clima en la administración está, de momento, dominado por los políticos realistas del Departamento de Estado.
Este grupo ha peleado una larga y difícil batalla contra los halcones, partidarios de una política exterior belicista y unilateralista que lograron en 2001 incluir a Irán en el eje del mal junto a Corea del Norte e Iraq.
En el discurso entonces pronunciado por Bush -luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001- los tres países aparecían como objetivos militares casi seguros en su guerra contra el terrorismo.
Iraq permanece ocupado por fuerzas estadounidenses y británicas desde marzo del año pasado, y Corea del Norte es enemiga política de Estados Unidos y se niega a aceptar controles internacionales a sus programas nucleares.
Mientras la enemistad con Irán se remonta a 1979, cuando la revolución islámica puso fin a una monarquía corrupta y servil a Washington, y llevó al poder a los fundamentalistas clérigos chiitas musulmanes.
Bastante antes del terremoto, había señales claras de que los realistas (de Washington) estaban siendo escuchados y de que su perspectiva lograba captar más atención, sostuvo el principal asesor del ex presidente Jimmy Carter (1977-1981) para Irán, Gary Sick, quien enseña en la Universidad de Columbia.
Aunque no hay un cambio total en la política hacia Irán, quienes creen en un mayor compromiso están ganando terreno, añadió.
El experto señaló el protagonismo de declaraciones efectuadas en los últimos meses por el secretario de Estado (canciller) Colin Powell y por el subsecretario Richard Armitage, a favor de una reanudación del diálogo con el país de Asia menor.
Ese diálogo se cortó bruscamente en mayo, cuando el Pentágono (sede del Departamento de Defensa) sostuvo que un ataque terrorista contra un barrio residencial para extranjeros en Arabia Saudita fue organizado por la red fundamentalista Al Qaeda desde territorio iraní.
El primer paso a la distensión se produjo en octubre, cuando Armitage dijo en una audiencia del Congreso legislativo que el gobierno no favorecía un cambio de régimen en Irán . Y añadió que Washington estaba preparado a comprometerse en discusiones limitadas con el gobierno iraní sobre áreas de interés mutuo.
Al mismo tiempo, Washington anunciaba su respaldo a una iniciativa europea destinada a persuadir a Teherán de aceptar inspecciones internacionales estrictas a sus instalaciones nucleares y suspender su producción de uranio enriquecido.
Teherán firmó dos meses atrás un protocolo especial de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), decisión elogiada por Powell y posteriormente subrayada por Bush.
Esto llevó al ex embajador estadounidense en la Organización de las Naciones Unidas, Thomas Pickering -uno de los más influyentes expertos en política exterior de Washington- a proponer en el diario The Washington Post una detallada lista de compensaciones para aplacar los temores estadounidenses por el programa nuclear iraní y los temores de Teherán por su seguridad.
Varios aliados de Estados Unidos en el mundo árabe, en particular el rey Abdulá de Jordania, han ayudado a la distensión. En conversaciones con Bush, Abdulá subrayó la importancia de Teherán como factor de estabilidad en la región.
Muchos políticos realistas dentro y fuera del gobierno arguyen que cooperar con Irán es crucial para estabilizar Iraq, como lo ha sido en Afganistán, otro país invadido por Estados Unidos.
El éxito de Washington en Iraq depende cada vez más de sus buenas relaciones con la población musulmana chiita mayoritaria en ese país, sobre la cual los clérigos islámicos iraníes podrían ejercer gran influencia.
El clero chiita iraní podría hacer nuestra vida mucho más difícil de lo que ya es en ambas naciones, dijo a IPS un funcionario del gobierno que no quiso dar su nombre.
Estamos rodeando a Irán en el presente, y estaremos allí por un largo tiempo, al igual que ellos, y existe la sensación de que somos vecinos, dijo Sick.
Esa comprensión dio fuerza a aquellos que quieren una relación mucho más productiva e hizo que la decisión de suministrar asistencia de emergencia por el terremoto fuera una respuesta natural, arguyó.
Esta visión es sostenida por varios miembros del Consejo de Gobierno Iraquí nombrado por Washington, que visitaron Teherán en los últimos meses.
Los estadounidenses ven a Irán como parte del 'eje del mal', mientras nosotros lo vemos como un socio estratégico, dijo Mowaffak Rubaie, chiita integrante del Consejo, presentado por la revista estadounidense Newsweek como un ascendente político.
El Consejo de Gobierno reclamó en diciembre la expulsión de Iraq de miembros de la guerrilla iraní Mujaidines-e-Khalq, detenidos pero parcialmente desarmados por el ejército estadounidense.
Aunque el Departamento de Estado lo considera un grupo terrorista, los neoconservadores del Pentágono y de la oficina del vicepresidente Dick Cheney están a favor de mantenerlo en reserva, para su posible uso futuro contra Teherán.
Los pasos hacia la distensión indignan a los halcones neoconservadores, quienes ven -como el gobernante Partido Likud de Israel- a Irán como un enemigo mucho mayor que Iraq.
En las páginas editoriales de los periódicos The Wall Street Journal, The Weekly Standard, the Washington Times y otros, los neoconservadores se burlaron de los intentos europeos de congelar las ambiciones nucleares iraníes, calificándolos de ingenuos y motivados por el interés comercial.
Los halcones ven a Armitage como un pacificador que no sintoniza con las ambiciones democráticas de Bush para la región. Y aseguran, entre otras cosas, que el prófugo líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, acusado de concebir los ataques del 11 de septiembre, está operando en Irán y es huésped de la Guardia Revolucionaria de ese país.
La semana pasada, la National Unity Coalition for Israel, integrada por judíos derechistas y neoconservadores y activistas de la Derecha Cristiana, publicó un aviso de página completa en The New York Times, mostrando al presidente iraní Khatami junto a Bin Laden, el líder palestino Yasser Arafat, el presidente norcoreano Kim Jong Il y el aprehendido ex presidente iraquí Saddam Hussein.
Dios bendiga al presidente Bush en sus esfuerzos por hacer el mundo más seguro para todos nosotros, rezaba el título.
Para frustración de los neoconservadores, nada de esto parece tener efecto en la administración. Les queda cifrar sus esperanzas en los duros de Teherán, quienes aún piensan en ocuparse del abominable gran Satán, como gustan llamar a Estados Unidos. (