Matar una tortuga marina o robar sus huevos puede costar al infractor más de 140.000 dólares de multa y hasta nueve años de cárcel en México, mientras en Cuba la pena es de 200 dólares, y en Costa Rica de tres años de encierro.
Pero esos castigos y la protección comprometida en la mayoría de países de América Latina y el Caribe no detienen su camino hacia la extinción. De las ocho especies existentes en el mundo, siete podrían desaparecer en un futuro cercano, coinciden especialistas.
En ciertas playas latinoamericanas aún se pueden encontrar cada año cientos de caparazones del quelonio destruidos a machetazos o a golpes de palo. También restos de tortugas muertas por la amputación de aletas para vender su piel o por la extracción de sus vientres a punta de cuchillo con el objeto de sacar sus huevos.
Cada vez son menos tortugas las que llegan a la playa, y eso es por las matanzas y porque el gobierno sólo promete protegerlas, pero no hace nada efectivo, dijo a Tierramérica el pescador Manuel Abarca, quien junto a una decena de amigos cuida desde 1999 la llegada de esos animales a una playa en el sudoccidental estado mexicano de Guerrero, donde desovan.
Siete de las ocho especies existentes de tortugas marinas llegan a más de 127 playas mexicanas para depositar sus huevos. Este es uno de los países que castiga más severamente la captura y desde 1990 declaró una veda total a la matanza y extracción de huevos. Sin embargo, más de 2.000 ejemplares son sacrificados por año, según cálculos extraoficiales.
Yo creo que son muchas más, pues sólo en esta playa matan fácil 500 cada año, señaló Abarca.
Hasta los años 80, la mayoría de los países permitía la captura de tortugas marinas y sus huevos, pero en los 90, la evidencia de que la especie estaba en declive llevó a los gobiernos a declarar vedas y dictar leyes contra esa actividad.
De las tortugas se extrae aceite, carne, piel para la fabricación de zapatos y carteras, y materia prima para artesanías. Además, los huevos son consumidos por su alto contenido de proteínas y por la creencia de que poseen propiedades afrodisíacas.
Las tortugas llevan en el planeta más de 100 millones de años, a pesar de enfrentar altos índices de mortalidad por sus características biológicas y, en los últimos tiempos, por la aniquilación a las que las somete la humanidad.
Estudios científicos indican que sólo 0,02 a 0,2 por ciento de las crías de tortuga alcanza la edad adulta.
En Costa Rica, uno de los pocos países de América que aún permite la recolección controlada de huevos, los especialistas lamentan que la situación del quelonio siga en emergencia a pesar de programas, controles y sanciones.
Las leyes costarricenses castigan hasta con tres años de prisión a quienes violen las normas de manejo de estas especies.
La tortuga baula o laúd (Dermochelydae coriacea) es la que sufre mayor peligro, pues su población disminuyó en México, Chile y Perú, explicó a Tierramérica la bióloga Isabel Naranjo, del Programa Restauración de Tortugas Marinas de Costa Rica.
Se cree que si sigue el ritmo de exterminio, en diez años podría desaparecer, advirtió. En 1992 llegaban a Costa Rica de 1.000 a 1.500 baulas, pero en 2003 el registro bajó a sólo 52 ejemplares.
Cuba, que reclama el cese de la veda mundial a la venta de caparazones de la tortuga carey (Eretmochelys), es casi el único en el mundo que reporta aumento de la anidación de tortugas en sus playas.
La isla guarda en depósitos 7,8 toneladas de caparazones de carey, recogidas de 1993 y 2002.
Aunque Cuba pugna contra la veda, mantiene bajo férreos controles su manejo, así como el de otras especies delicadas. La ley indica que quien viole las normas de conservación de tortugas, deberá pagar multas de 15 a casi 200 dólares.
A las especies baula y carey se suman las tortugas lora (Lepidochelys kempii), caguama (Caretta caretta), golfina (Lepidochelys olivasea), verde (Chelonia mydas), prieta (Chelonia agassizii) y kikila o plana australiana (Natator depressus).
Venezuela también prevé multas y cárcel, y desde 1996 mantiene en veda la captura de tortugas marinas. No obstante, Tierramérica recogió denuncias de ambientalistas sobre la persistencia del comercio ilegal de la especie.
En la zona de la península de Paraguaná, en el noroeste venezolano, frente a las Antillas Holandesas, se capturan al menos 200 ejemplares al año, indican las denuncias.
Clemente Balladares, biólogo marino del servicio estatal Profauna, reconoció que también se han reducido las poblaciones de tortugas marinas en su país.
La aplicación intensa de la ley está sujeta a la disponibilidad de recursos, presupuesto, lanchas patrulleras y efectivos de vigilancia entrenados, dijo a Tierramérica.
En casi todo el continente, los gobiernos aducen no tener suficientes inspectores para proteger a las tortugas, pero afirman que hacen lo necesario contra la extinción de la especie, que desde hace miles de años tiene en las playas de la región sus sitios preferidos para desovar.
Los gobiernos ponen acento en programas de ecoturismo, de educación de pescadores y de reducción de la demanda de carne y huevos, temas que serán debatidos por más de mil especialistas durante el congreso mundial sobre la especie, del 22 al 29 de febrero en Costa Rica.
Año tras año hemos reportado la muerte de tortugas al gobierno, pero sólo ahora nos hicieron caso porque llamamos a periodistas y nos lanzamos a lo grande, manifestó el mexicano Abarca, un pescador que trabaja como secretario honorario del campamento tortuguero San Valentín, en las costas de Guerrero.
Abarca denunció a inicios de enero ante la prensa la presencia de restos de al menos 500 caparazones de tortugas en la vasta zona que cuida desde 1999 junto a otros pescadores.
El 19 de este mes, cuando ya la policía había llegado a vigilar parte de la playa de más de 13 kilómetros, el pescador salió a realizar un nuevo recorrido y encontró al menos otros 170 caparazones.
La matanza es de todos los años, pero muchos lo hacen por necesidad, pues aquí no hay trabajo, ni turismo, ni se da la agricultura, dijo.
Yo quiero decir a todos que protejan a este animalito, pero también que el gobierno no se quede en promesas y ayude a la gente para que no tenga que tomar sus huevos, y que también envíe policías a controlar a los delincuentes que hacen de la tortuga un negocio, señaló.
* Con aportes de Dalia Acosta (Cuba), Humberto Márquez (Venezuela) y José Eduardo Mora (Costa Rica). (