Los atentados suicidas que esta semana mataron en Afganistán a un soldado británico y otro canadiense en 48 horas recordaron a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN la dificultad de realizar elecciones creíbles el próximo junio en ese país centroasiático.
Algunos funcionarios estadounidenses ya han sugerido que los comicios deberían postergarse, tanto por las demoras en el proceso de registro de votantes como por la falta de seguridad, en particular en el sur, sudeste y este de Afganistán, donde las fuerzas del derrocado grupo extremista islámico Talibán están resurgiendo.
Pero el gobierno de George W. Bush, mucho más preocupado por Iraq y por las elecciones indirectas que planifica también para junio en ese país del Golfo, espera que los comicios en Afganistán puedan celebrarse tal como están programados.
Fuerzas encabezadas por Estados Unidos derrocaron a Talibán a fines de 2001, tras acusar a ese régimen de proteger al grupo radical islámico Al Qaeda, al que la administración de Bush atribuye los atentados de 11 de septiembre de ese año en Nueva York y Washington.
Trascendió que el Pentágono (Departamento de Defensa estadounidense) está preparando una gran ofensiva de primavera contra Talibán y Al Qaeda, tanto en Afganistán como al otro lado de la frontera con Pakistán. Esto sugiere que Washington ha optado por una estrategia más activa, dirigida precisamente a minimizar la capacidad de esos grupos para frustrar las elecciones.
Los ataques suicidas del martes y el miércoles en Kabul fueron perpetrados tras la firma el fin de semana de la nueva Constitución afgana por el presidente interino Hamid Karzai. La ley fundamental había sido ratificada el día 4 por la loya jirga, o asamblea de notables, luego de 22 días de acalorado debate.
Washington considera que la ratificación de la Constitución es un hito en la estabilización del país y que garantizará los derechos básicos de todos los afganos, incluidas las mujeres y minorías étnicas, pero todavía está lejos de aplicarse, en especial en vastas partes del país fuera de la capital, gobernadas por señores de la guerra y jefes tribales.
La ratificación de la Constitución fue sólo la mitad del desafío, dijo el martes Lakhdar Brahimi, quien finalizó su mandato de dos años como principal representante de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Afganistán.
Garantizar la seguridad en vísperas de las elecciones será la cuestión clave para el gobierno central y las fuerzas internacionales de mantenimiento de la paz, declaró el funcionario en Washington.
Estados Unidos tiene actualmente cerca de 11.000 soldados desplegados en Afganistán, en su mayoría asignados a la búsqueda y captura de miembros de Talibán y Al Qaeda.
Numerosos militares estadounidenses integran también los llamados equipos provinciales de reconstrucción, grupos de 50 a 100 soldados más asesores civiles y políticos que han sido desplegados en varias ciudades y localidades clave para ofrecer seguridad y realizar ciertas actividades de reconstrucción.
Una segunda fuerza de unos 5.500 hombres, la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), está limitada a Kabul, aunque recientemente anunció la creación de sus propios equipos provinciales de reconstrucción, a desplegar fuera de la capital.
Los dos soldados asesinados esta semana pertenecían a la ISAF, actualmente bajo el comando de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
El general estadounidense James Jones, jefe militar de la OTAN, se quejó el martes ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de que ISAF carece de equipos, tales como helicópteros, para desplegar esos grupos en las provincias.
Jones también sugirió que el despliegue de más tropas estadounidenses o de la alianza atlántica sería de ayuda, ya fuera para operaciones de combate o para crear más equipos provinciales de reconstrucción.
Una tercera fuerza que supuestamente debe garantizar la seguridad es el propio ejército afgano, pero las deserciones han impedido el fortalecimiento de esa fuerza, que actualmente no llega a 6.000 soldados.
El alto índice de deserciones ha sido atribuido a la dominación de minorías étnicas en los cuerpos de oficiales, en particular de tajikos del valle de Panshir. Estos tajikos formaban la Alianza del Norte, opositora de Talibán, que se convirtió en el principal socio de Washington para el derrocamiento de ese régimen islámico.
Otro factor señalado como causa de las deserciones es la baja paga de los soldados en comparación con el dinero disponible en el próspero comercio del opio, que se ha convertido en otro gran obstáculo en la estabilización y reconstrucción de Afganistán.
El dinero de la droga es una fuente constante de ingresos para Talibán y diversos señores de la guerra que desafían la autoridad del gobierno central, y también tiene un creciente impacto en la economía nacional en su conjunto.
La ONU estimó que la producción anual de opio en Afganistán representa actualmente 75 por ciento de la producción total mundial y casi la mitad del producto interno bruto (PIB) afgano.
Algunos funcionarios sostienen que Afganistán corre el riesgo de transformarse en un narco-estado, y ese problema… debe recibir más atención, instó Brahimi.
Sin embargo, una campaña de represión contra la producción y el tráfico de drogas podría causar un peligroso descontento en áreas de la etnia pashtun, donde hay numerosos talibanes, advirtieron analistas. Este riesgo explicaría la política de no intervención practicada por Estados Unidos respecto del opio afgano.
Por ahora, el principal objetivo de Washington es asegurar la realización de elecciones, si no en junio, algunas semanas después, afirmaron funcionarios estadounidenses.
La administración de Bush teme especialmente que, si no se celebran comicios en Afganistán antes de las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, el opositor Partido Demócrata tenga argumentos para criticar la guerra contra el terrorismo del presidente.
De más de 10 millones de potenciales votantes afganos, sólo 600.000 se han registrado hasta ahora, pero la ONU confía razonablemente en que casi todos puedan inscribirse antes de junio, declaró Brahimi.
Sin embargo, advirtió, la actualización de las listas de votantes son apenas uno de los requisitos para la celebración de elecciones creíbles.. Otros son el desarme, la creación de partidos políticos nacionales y la libertad de expresión, que a su vez dependen de la seguridad.