El matrimonio Sakamoto no tiene hijos, pero cría a 10 niños y niñas. En Japón, donde 35.000 menores carecen de hogar, los Sakamoto son una celebridad.
ôNunca fue fácil. Cuido a niños abandonados temporalmente por sus padres porque sé que necesitan un hogar y yo estoy decidida a darles uno”, explicó Yoko Sakamoto, quien escribió junto con marido ôViña”, un libro con sus experiencias como padres de acogida.
Hace ocho años, los Sakamoto decidieron criar a un menor. Nueve niños después, el suyo es en Japón el paradigma del hogar de acogida, sistema que no implica una adopción. El libro fue escrito a solicitud del alcalde de Tokio, Shintaron Ishihara.
Al margen del éxito editorial de ôViña”, el escenario de los hogares de acogida en Japón dista de ser brillante.
ôNoventa por ciento de los niños que no pueden ser criados por sus propios padres carecen de hogar de acogida. Encontrar soluciones es una necesidad urgente”, dijo Makoto Yoshino, funcionario del gobierno municipal de Tokio a cargo de niños desamparados.
Más de 35.000 niños y niñas que necesitan un hogar de acogida carecen de él, según estadísticas oficiales. Más de la mitad sufrieron abusos a manos de sus padres, o fueron abandonados porque sus mayores no podían hacerse cargo de ellos.
La cantidad de niños y niñas que necesitan hogares de acogida crece, y el de familias dispuestas a recibirlos también, pero no con el ritmo necesario. A pesar de la generosidad de familias como los Sakamoto, apenas 7.000 niños encontraron un techo.
ôLa recesión económica ocasionó una ruptura social que contribuyó con la creciente brecha entre niños que buscan hogar y padres de acogida disponibles. El abuso doméstico y la pobreza son las principales razones del triste lamento de los niños”, explicó Yoshino.
Basada en la política que reconoce la necesidad de que los niños vivan en un ambiente familiar, el Ministerio de Salud, Bienestar y Trabajo diseñó en octubre de 2002, por primera vez, normas sobre los hogares de acogida.
Junto con el paquete se asignó a las familias de acogida el equivalente a 1.200 dólares por mes y por menor de 18 años, destinados a garantizar su alimentación, educación, vestimenta y atención médica.
Aun así, la lista de matrimonios dispuestos a acoger a los niños desamparados no es larga. El concepto mismo de acogida ôes nuevo en Japón”, explicó Hiroshi Kato, funcionario del departamento de bienestar del suburbio capitalino de Chiba.
ôEs difícil convencer a las parejas japonesas, más preocupadas por el riesgo que por la recompensa, de que den un hogar a un niño”, se lamentó Kato.
El Ministerio se vio obligado a desarrollar un plan de desarrollo de hogares de acogida de corto plazo, e incluso programas de un fin de semana, con el fin de alentar a más adultos a aceptar el desafío. Todo lo que se requiere son condiciones físicas, mentales y económicas adecuadas
El concepto es difícil de comprender para los japoneses, según expertos.
ôLos padres de acogida deben cuidar a niños y niñas temporalmente, hasta que éstos puedan ser devueltos a sus propios padres. Y para los japoneses, la identidad familiar se basa sobre la sangre”, dijo la activista Kazuko Yokota, de la no gubernamental Red de Madres, que alienta la adopción.
A fines de los año 40 y 50, los orfanatos estaban colmados y por las calles pululaban niños y niñas a causa de la muerte y desaparición de sus padres en la segunda guerra mundial (1939-1945). Entonces, la política oficial del gobierno en la materia era el impulso de la adopción.
Hoy, niños entrevistados por la prensa japonesa manifiestan sentirse confundidos en torno de su relación con los padres de acogida. Uno de 12 años que vive en un asilo luego de que sus padres desaparecieran para huir de sus acreedores, dijo que no quería vivir con extraños.
Por otra parte, los padres de acogida ocultan a los vecinos el vínculo con los niños, por temor a la incomprensión.
A medida que aumentan los niños abandonados, Yoko Sakamoto reclama asesoramiento adecuado tanto para los matrimonios de acogida como para los menores. ôEl Estado debe hacer más”, dijo.
Pero la propia Sakamoto admite las palabras son más fáciles que las acciones. Muchos menores sufren traumas por lo que sufrieron en sus hogares de origen, lo cual dificulta la tarea de los padres de acogida.
Los Sakamoto hacen todo lo que pueden. El marido de Yoko es empleado y tiene un salario asegurado, lo cual les permite criar a sus entenados, e incluso solventar los cuidados especiales que uno de ellos requiere a causa de discapacidad.
ôLos niños que criamos saben que no somos sus padres reales, pero aun así crecen aprendiendo a amarnos. Los llevo a visitar a sus padres naturales y hablamos de eso abiertamente”, dijo Yoko Sakamoto. (