El afán de un grupo de caminantes impulsó un plan para restaurar una red vial de 8.500 kilómetros creada por los incas hace 500 años. Es, según expertos, una obra comparable a la que tendió el antiguo imperio romano.
Entre mayo y diciembre de 1999, Ricardo Espinosa recorrió a pie 3.000 kilómetros entre Quito y La Paz, al frente de una expedición de arqueólogos ecuatorianos, peruanos y bolivianos, siguiendo el monumental camino construido por los incas 500 años atrás.
El recorrido dio origen a un singular proyecto conservacionista que abarcará seis países sudamericanos y que se propone revivir el funcionamiento de la Gran Ruta del Inca.
La propuesta de Espinosa y su equipo fue adoptada en 2001 por la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), que congregó el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Conservation International (CI) y otras organizaciones internacionales.
Aunque muchos tramos han desaparecido por obra humana y del tiempo, aún existe el Capac Ñan (en quechua camino principal), el eje troncal de la gran red vial construida por los incas para imponer su administración sobre territorios que ahora forman parte del norte de Argentina y de Chile, el sur de Colombia y casi toda la extensión de Bolivia, Ecuador y Perú.
Los incas carecían de animales de tiro, de modo que la construcción de carruajes sobre ruedas no les era posible ni necesaria. Sus caminos fueron diseñados para un mundo a pie. Volver a andar por ellos nos acerca a sus creadores. Nos permite ser capaces de ver lo que ellos vieron, dijo Espinosa, de 43 años, apasionado por el estudio de la filosofía y de las religiones andinas.
La gran carretera inca circula entre valles y altiplanicies a lo largo de la cordillera de los Andes, entre 1.000 y 4.500 metros sobre el nivel del mar, y tiene dimensiones monumentales, tanto que, en algunos puntos, la calzada de piedra alcanza 15 metros de ancho.
Su restauración formará parte de un programa de conservación de ecosistemas y facilitará la integración de centenares de comunidades indígenas a lo largo de sus 8.500 kilómetros de extensión, según informó UICN en el Congreso Mundial de Parques, celebrado en septiembre en la ciudad sudafricana de Durban.
Un estudio elaborado por UICN y CI señala que la recuperación de la ruta incaica traerá importantes beneficios para varios ecosistemas amenazados, promoverá el ecoturismo y favorecerá el desarrollo de comunidades indígenas que se encuentran a lo largo de la vía arqueológica.
Los caminos incaicos pueden parangonarse con la red vial construida por los romanos. Si la ubicáramos en el continente africano, la gran ruta recorrería desde (la austral) Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, hasta el sur de Francia, declaró en Durban el director regional de UICN para América del Sur, Miguel Pellerano.
La importancia histórica, social y espiritual de esta antigua maravilla de ingeniería requiere del apoyo de la comunidad internacional, dijo.
La idea de recorrer los caminos incaicos me fue susurrada al oído por modestos pobladores que conocí en mi caminata por las playas, relató a Tierramérica Espinosa, conocido en su país como el caminante solitario por haber transitado a pie, en 1995, los 3.000 kilómetros de playas de la costa peruana, experiencia que registró en un libro que fue best seller en Perú.
Los caminos incaicos fueron descritos por los investigadores Alberto Regal y León Strube, y Víctor von Haguen y John Hyslop hicieron importantes trabajos de campo. Yo decidí recorrer toda la extensión del gran camino a pie, tal como los incas, explicó el expedicionario que condensó su nueva aventura en el libro Capac Ñan.
Descubrí que existen tramos que aún se mantienen y pueden ser fácilmente restaurados, mientras que otros están deteriorados, pero son identificables, añadió.
La ruta atraviesa ocho reservas naturales que cubren en conjunto 422 kilómetros, equivalentes a cinco por ciento del total de su extensión, según Eduardo Guerrero, de la oficina de UICN en América del Sur, con sede en Quito.
Miles de visitantes en Perú prescinden del viaje en tren y hacen el trayecto desde Cusco a Machu Picchu, en una caminata de dos días por el más afamado tramo lateral de los caminos del Inca. Pero la gran cantidad de turistas preocupa a las autoridades.
La Gran Ruta Inca presenta una oportunidad única para descongestionar ese tramo, que muestra signos de deterioro, sostuvo Stephen Edwards, especialista en turismo de CI.
Pequeños tramos pueden servir como experiencia piloto para fomentar el ecoturismo. Recomiendo cuatro tramos, situados entre la sierra norte y sierra central de Perú, aunque hay muchos otros que impresionan por su monumentalidad, belleza paisajística y porque es virtualmente imposible llegar a ellos en vehículos, expresa Espinosa.
Las comunidades unidas por cada tramo se asociarían para administrar la explotación turística y la conservación de la vía. Deberán organizar servicios comerciales de hospedaje y alimentación para los visitantes, recomendó.
En cada país se han formado comisiones que estudian la factibilidad del proyecto que, se espera, se desarrolle con la participación de las comunidades indígenas, descendientes de los arquitectos de la gran vía.
* El autor es colaborador de Tierramérica. Publicado originalmente el 29 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (